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Firmeza de Pablo en medio de las circunstancias adversas

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“Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo,
busquen las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios.”
(Colosenses 3:1)

Ciertos historiadores piensan, que la carta a los Colosenses la escribió Pablo durante su primer cautiverio en Roma (62 d.C, Hechos 26:30), otros opinan que esta epístola fue escrita en Cesarea (Hechos 23:35; 24:27).  Pablo no había predicado nunca en Colosas, cosa que se demuestra en Colosenses 2:1,Porque quiero que sepan qué gran lucha tengo por ustedes y por los que están en Laodicea, y por todos los que no me han visto en persona”

Parece, en base a Colosenses 1:7-8, que Epafras había fundado esta iglesia, o que por lo menos, ayudó a establecerla.

Los informes de Epafras le revelaron al apóstol que unos falsos maestros orientaban a los colosenses hacia ritualismo y hacia las vanas especulaciones filosóficas, entre otras cosas (Colosenses 2:8). Esos falsos maestros eran judíos legalistas (Colosenses 2:11-16), quienes se distinguían por su ascetismo (llevaban una vida austera para conseguir perfección moral) (Colosenses 2:20-23). Los colosenses profesaban además una filosofía mística que aparentemente se envanecía de un conocimiento trascendente de las cosas divinas, incluso habían introducido el culto a los ángeles (Colosenses 2:18- 19), lo cual atentaba a la Todo-suficiencia y Supremacía de Cristo (Colosenses 2:2-4, 6-7).

Pablo les escribe para reafirmar la doctrina de la salvación y desarrolla de manera completa la primacía de la persona de Cristo, y la total suficiencia de Su obra (Colosenses 1:15-23).

Para el apóstol Pablo, el demostrar el poder transformador del evangelio sobre las vidas de la gente, era tan importante como defenderlo del error, y por supuesto, podemos imaginar a este hombre apasionado por la obra que el mismo Jesús le había encomendado, en estresante aflicción que estos falsos maestros le causaban, y la debilidad emocional de los creyentes que se dejaban arrastrar fácilmente.  Además de todo esto, hay que agregar las grandes dificultades que atravesaba debido a la persecución por los fariseos y por los gentiles.  Podemos verlo en 2 Corintios 11:25-27, Tres veces he sido golpeado con varas, una vez fui apedreado, tres veces naufragué, y he pasado una noche y un día en lo profundo. Con frecuencia en viajes, en peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de mis compatriotas, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajos y fatigas, en muchas noches de desvelo[a], en hambre y sed, con frecuencia sin comida, en frío y desnudez”. 

Eso es, verdaderamente, ¡mucha aflicción, y por demás estresante!  Y aparte de esto el apóstol dice: Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias.” (2 Corintios 11:28).  Era objeto de presión externa e interna, pero se gozaba en ello en pro del cumplimiento de su misión (Colosenses 1:24- 27).

Sin embargo, el apóstol nunca se cansó de exhortar y alentar a las iglesias, siempre se mantuvo firme, perseverando. Aunque sufría hasta el llanto y se atormentaba por las iglesias, jamás se rindió; aun desde sus prisiones les enviaba cartas, les reprendía en amor, porque, “quien ama de veras te reprenderá abiertamente” (Proverbios 27:5), y al mismo tiempo los animaba a que perseveraran en el evangelio transformador de Cristo Jesús, en el cual habían sido instruidos.  Pablo estaba lleno de una unción especial del Espíritu Santo, quien le fortalecía y le ayudaba a mantenerse firme en medio de tantas circunstancias adversas.

Hermana, amiga, ¿Podríamos nosotras perseverar en la fe en medio de las dificultades?

¡Entendemos que sí!  Es posible, si mantenemos una estrecha intimidad con nuestro SEÑOR Jesucristo.  El mismo Espíritu que tenía el apóstol Pablo, es el mismo que nos ha sido dado a cada una de nosotras, si somos creyentes. Si hemos depositado nuestra confianza en nuestro Salvador y Rey, Su Espíritu mora en nosotras y ya somos libres del pecado y de la muerte. Por medio de Cristo hemos recibido adopción como hijas del Dios Altísimo (Romanos 8:15); y algo muy bueno, que particularmente para mí es lo máximo, es que, si nos sentimos inseguras o débiles para doblegar nuestra voluntad, y  nuestras emociones están al tope, debido a las circunstancias difíciles que estemos enfrentando, ya sea una pérdida, soledad o  problemas familiares, en el ministerio, o financieros, (etc.), tenemos al Espíritu Santo que intercede por nosotras: “De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles;” (Romanos 8:26).

¿No es esto maravilloso?  Podemos mantenernos firmes y perseverar en fe en medio de las dificultades, porque no estamos solas, Dios está con nosotras; podemos clamarle por ayuda, para que nos dé todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento que están escondidos en Cristo (Colosenses 2:3) y proseguir firmes hacia la meta, observando fielmente este llamado: “Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria” (Colosenses 3: 1-4).

Dios les bendiga.