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Estableciendo prioridades espirituales para el 2023

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“Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Efesios 5:15-16

Esta es la época del año cuando comenzamos a evaluar, en primer lugar, si logramos alcanzar lo que establecimos como nuestras prioridades el año pasado y segundo cuáles son las prioridades que quisiéramos lograr para el año que inicia. 

Entre las prioridades más frecuentes que escuchamos están rebajar de peso, hacer ejercicios, orar más o leer más la Biblia, y aunque todos estas pueden ser importantes, debemos recordar que el crecimiento espiritual debe ser la máxima prioridad en la vida de los creyentes porque esto es lo que controla el resto de nuestras vidas. Nuestro comportamiento refleja nuestros valores porque la realidad es que buscamos el tiempo para lo que valoramos. Puede ser que pensemos que El Señor es nuestra prioridad, pero nuestros corazones engañosos no nos dejan ver la verdad.

La realidad es que nuestras prioridades están impulsadas por nuestros valores que a su vez están respaldados por nuestras creencias. Y con esto entonces podemos concluir que las acciones realmente hablan más altos que las palabras.

Cuando planificamos nuestras prioridades para un nuevo año debemos asegurarnos de que todo viene de los principios bíblicos y no de nuestras preferencias culturales o personales. Esto ocurrirá cuando hacemos lo que Colosenses 3:2 nos enseña “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Nuestra mente debe enfocarse en lo que Dios quiere para que las distracciones de la vida no nos desenfoquen de lo que realmente tiene valor. 

Para las cristianas, todas las decisiones tienen aspectos espirituales aun aquellas que no parecen espirituales. Por ejemplo, ¿quiero rebajar para cuidar el templo del Espíritu Santo y en hacerlo tener la energía necesaria para discipular o evangelizar?, o es para que luzca mejor. No hay nada malo en querer lucir bien si mis motivaciones son santas y no por razones mundanas como por ejemplo mostrar mi cuerpo o para competir con otras. Con el ejercicio físico es lo mismo, no hay nada malo en hacerlo si la motivación es santa. 

1ra de Timoteo 4:7-8 nos enseña la importancia en hacer la diferencia entre elegir lo bueno y lo mejor, “disciplínate a ti mismo para la piedad; porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura«. Este pasaje no está diciendo que el ejercicio es malo, sino que en cada decisión que hacemos debemos escoger lo mejor. Elegir lo bueno y no lo mejor no nos aprovecha tanto como elegir lo que Dios quiere. Por ejemplo, debemos poner la proporción correcta en el tiempo que invertimos en cada área.  Si mi costumbre es hacer una hora diaria de ejercicio físico mientras el tiempo que sobra para estudiar la Palabra solamente es media hora tres veces a la semana, entonces hay un desbalance, demostrando que valoro más el ejercicio que mi relación con El Señor y obviamente esto es pecado.  

Cristo es quien define nuestras vidas y para hacer esto, necesitamos una relación estrecha con Él.  Él y Su reino necesitan ser nuestras prioridades. Desafortunadamente, muchas veces estamos buscando algún tiempo que nos sobre para añadirlo a nuestra agenda cuando en realidad Él es quien hace nuestra agenda y Él nos enseña cuando y como hacer todo. 

Cuando Cristo se convierte en nuestra motivación de vivir, no importa lo que hacemos, lo haremos para Él. Él se convertirá en nuestra motivación, Sus prioridades serán las nuestras, la forma en que lo hacemos será según Su ley y Él será nuestra meta. Y entonces aprovecharemos el tiempo bien porque caminaremos en Sus huellas glorificándole a Él. Y esto ocurrirá cuando no importa si comemos, o bebemos, o hacer cualquier otra cosa, estamos haciéndolo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10:31) Y entonces, Cristo será nuestro todo en todas las circunstancias.