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Es posible creer sin ser salvo

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez, continuó con la serie “Hasta los confines de la tierra” con el sermón “Es posible creer sin ser salvo” basado en Hechos 8:9-25. Este texto brinda una ocasión para meditar acerca de nuestra salvación. La única evidencia de una verdadera salvación son los frutos de una verdadera transformación. El texto nos llama a una reflexión sobria que nos deja ver que es posible creer sin ser salvo.

Jesús menciona tres tipos de personas distintas en cuanto a su forma de reaccionar a la predicación de la palabra: Un primer tipo que simplemente rechaza la palabra; Un tercer grupo representadas por el terreno fértil, donde cae la semilla y esta germina; y un segundo grupo representado por personas que aparentan ser creyentes, pero que luego abandonan la fe porque su salvación era más bien una apariencia, más que una experiencia. En el texto de hoy encontramos a un hombre que aparentemente se convirtió a la fe cristiana, pero la realidad de su corazón era otra.

En la época del texto de hoy, Samaria estaba experimentando un verdadero avivamiento. Es obvio que lo estaba pasando en Samaria era algo fuera de serie. La semana pasada vimos que, a pesar de que Felipe el evangelista era judío, y los judíos y los samaritanos no se trataban, el pueblo respondió a su predicación (v.12). Entre los que creyeron y se bautizaron en el nombre de Cristo estuvo Simón, el Mago.

Simón practicaba la magia y engañaba a la gente con sus artimañas; lo más probable es que lo hacía con el poder de las tinieblas.  Al mismo tiempo, Simón pretendía ser un gran personaje habiendo logrado acaparar la atención de una gran parte de la ciudad (v. 10). Mucho de lo que se dio en el pasado y seguimos viendo hoy es poder de las tinieblas camuflajeado de poder de la luz (2 Corintios 11). El texto nos dice que Simón siguió a Felipe y estaba atónito al ver las señales y los grandes milagros que se hacían. Esto le llamó la atención porque a diferencia de él, lo que Felipe hacía no eran trucos de magia, sino cosas extraordinarias típicas del poder de Dios.

Simón, primero estuvo impresionado con las señales y prodigios que hacía Felipe y luego estuvo impresionado con el hecho de que el Espíritu se daba por la imposición de las manos de los apóstoles. Simón está tan impresionado con lo que ve, que entonces, ofreció dinero de manera que todo aquel sobre quien ponga mis manos reciba el Espíritu Santo. Aquí vemos la primera evidencia de que su conversión no era genuina. Simón aparentemente había creído y se había bautizado, pero ninguna de esas dos cosas son evidencias necesariamente de que realmente experimentó el nuevo nacimiento. El bautismo no cambia la mente de una persona, ni el corazón; eso requiere nacer de nuevo, lo cual implica una obra sobrenatural del Espíritu de Dios.

Pablo enseñó a Timoteo que el amor al dinero es la raíz de todos los males y que, por causa de él, muchos se han extraviado de la fe y se han traspasado con muchos dolores. Dinero, sexo y poder son tres de las pruebas más comunes en la vida de un hombre. El Señor siempre prueba nuestros corazones; la pregunta es, ¿Cuándo? y ¿Cómo? En el texto de hoy, Dios pone el corazón de Simón en despliegue cuando este quiso comprar el don del Espíritu con dinero. Las palabras de Pedro en el versículo 20 revelan el corazón de Simón y lo que Simón merecía. Ese día, Simón recibió una advertencia, una reprensión y una maldición. Pedro claramente revela que Simón no simplemente estaba confundido, sino que estaba perdido como cualquier otro impío (v.21).

Luego de Pedro increpar a Simón, lo llama a arrepentirse; pero Pedro no estaba seguro de que Simón pudiera arrepentirse (v.22). Simón fue iluminado porque él escucho el evangelio; gustó de la buena palabra al escuchar al evangelista Felipe proclamar las Buenas Nuevas. Pero luego cayó y volvió de regreso a su dinero. Uno esperaría que después de esta fuerte reprensión, Simón se hubiese arrepentido; en cambio, Simón no expresa dolor por haber violado la ley de Dios; sino temor a las consecuencias (v.24).  Pablo explica que hay dos tipos de tristezas que lucen como arrepentimiento. Una de estas tristezas sólo tiene la apariencia de arrepentimiento y es tan errónea que me lleva la condenación. La otra tristeza, es llamada piadosa y es la que conduce al verdadero arrepentimiento y por tanto la salvación.

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