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Encontremos a Cristo, a quien apuntan las Escrituras

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La Biblia es la recopilación de libros y cartas a lo largo de más de 1,600 años, escritos por 40 autores de distintas edades, en etapas y contextos diferentes. Sin embargo, y de manera sobrenatural, todos fueron inspirados a escribir parte de una misma historia y sobre un mismo tema central: Dios redimiendo al hombre… ¡Y Jesús como el protagonista!

“Porque en El fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para El… Porque agradó al Padre que en El habitara toda la plenitud, y por medio de El reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos” (Colosenses 1:16-20).

A través de Su palabra, Dios quiere revelarnos el plan de redención de Su pueblo, testificando de Cristo. Las Escrituras enseñan que somos hijos de nuestro Padre Celestial, que nos ama, y nos ha dejado Su palabra como la guía espiritual que nos ayuda a venir a Él para recibir la vida eterna y vida en abundancia.

“Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).

¿Estamos estudiando las Escrituras con la meta de ver cómo todo apunta a Cristo?

Como creyentes en Cristo, debemos escudriñar qué significa estudiar las Escrituras de manera minuciosa, diligente y cuidadosa. Así como los hombres buscan oro, tenemos que cavar y excavar hasta encontrar el tesoro escondido. Al igual que los cazadores van detrás de su presa, necesitamos enfoque, diligencia y determinación.

Pero no seamos como los Fariseos. Ellos escudriñaban las Escrituras con diligencia, conocían la Palabra de Dios, habían dedicado toda su vida a memorizar y obedecer la Ley de Moisés, sin embargo, no reconocieron a Jesús. No permitieron que la Palabra de Dios cambiara sus corazones. ¡Esto es un reflejo de lo absurdo, leer las Escrituras y no ver a Cristo! Nos maravillamos ante la ceguera de los fariseos, sin embargo, muchas de nosotras tenemos el mismo problema.

No solo leamos la Biblia como un montón de páginas, por vano conocimiento, sino que, junto con el Espíritu Santo, seamos intencionales en encontrar el significado oculto de lo que hemos leído en ella. Una gran porción de las Escrituras solo puede ser comprendida mediante ese estudio cuidadoso. Así como podemos encontrar leche para los niños, también hay carne para los hombres más vigorosos.

Las Escrituras revelan a Jesús. “Ellas dan testimonio de mí”,dijo Él. Ningún estímulo más poderoso que éste puede haber: El que halla a Jesús, halla la vida; el que escudriña la Biblia, encuentra a Su Salvador.

Al leer los Salmos, podemos encontrar a Cristo como nuestro Socorro, a quien podemos recurrir en momentos de tempestad. En Hechos, encontramos a Cristo como nuestro Ayudador y Consolador, a través de Su Espíritu, por medio del cual podemos dar testimonio de Él. En Hebreos, encontramos a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, quien intercede por nosotras delante del trono de Dios, y al recordar esto somos motivadas y alentadas a orar con confianza e intensidad. En Apocalipsis, encontramos a Cristo como el Cordero, aquel que es Digno de toda alabanza, honra, gloria, y dominio, quien nos mueve a glorificarle y adorarle.

En fin, en toda Su palabra podemos encontrar y conocer más a Cristo. Que al mirar Su rostro podamos ser transformadas. “nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu (2 Corintios 3:18).

El Espíritu Santo nos guía en nuestra lectura para que no nos quedemos con el conocimiento, sino que verdaderamente entendamos, veamos a Jesús y prosigamos a un cambio de corazón y de acción. “Considera lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en todo(2 Timoteo 2:7).

Oremos a Dios, para que, al leer nuestras Biblias, nos ayude a encontrarle, a contemplar la gloria de Su Hijo. Que seamos llevadas más allá del simple conocimiento de las palabras, que nos ayude a verle. Que Su palabra pueda transformar nuestras vidas en todas las esferas, desde la forma cómo criamos a nuestros hijos, cómo trabajamos, y hasta cómo interactuamos con los demás.

Pidamos con fe en el Nombre de Jesús: “Espíritu Santo, guíame a toda la verdad” (Juan 16:13). Que como David podamos decir: “Oh Dios, tú eres mi Dios; te buscaré con afán. Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela cual tierra seca y árida donde no hay agua” (Salmos 63:1).