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El qué y el cómo de la salvación (Parte III)

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Este domingo, el pastor Luis Méndez predicó la tercera parte del sermón “El qué y el cómo de la salvación” basado en Tito 3:1-8.

Una de las cosas más maravillosas que podemos hacer como parte de nuestra relación con ese Dios glorioso, es conocer lo que Él ha hecho por nosotros. En esta ocasión llamaremos la atención al regalo más importante que un hombre puede recibir de Dios: A la obra de Dios en nuestra salvación. Dios es quien inicia el proceso de nuestra salvación, es quien completa todo el proceso. En la medida en que aprendamos a ver más la bondad de Dios en nuestras vidas, estaremos más inclinados a ser agradecidos, ¡estaremos en mayor capacidad para glorificarle!

El corazón de este pasaje se encuentra en el versículo 5 con las palabras «nos salvó”. En el sentido espiritual, el uso de estas palabras está relacionado a la realidad de nuestros pecados. Cuando hablamos de salvación, nos referimos a ser rescatados de la culpa del pecado, del poder del pecado, y del castigo por el pecado. Sólo las personas que han recibido la salvación en Cristo Jesús podrán experimentar la vida de paz que sólo Él puede dar; ya Dios no es un juez, sino un padre amante.

Habiendo entendido la naturaleza de la salvación—qué es—en las últimas dos partes, ahora debemos enfocarnos en el Proceso, o sea, cómo se alcanza. Si miramos más de cerca a esta salvación soberana en Tito 3:4-7, podemos observar siete aspectos incluidos en esta obra de Dios: Su bondad, amor, misericordia, regeneración, Espíritu, Hijo, y gracia. En sermones pasados, exploramos la bondad, amor y misericordia de Dios, por lo cual ahora veremos los próximos cuatro aspectos.

Tito 3:5 demuestra que Dios nos salvó por la regeneración lo cual significa nacer otra vez para recibir vida nueva; sólo Dios puede hacer eso. En Juan 3:1-9 vemos como el Cristo le dice a Nicodemo que “para ENTRAR al reino de los cielos, hay que regenerarte: hay que hacerte otra vez!” A esto, “Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” El pecador muerto en delitos y pecados, desesperado no puede rescatarse por sí mismo. Dios viene del exterior y lo regenera, y en el proceso limpia su vida vieja. Esa es la razón por la cual a la regeneración se le llama un lavamiento. Este es el más precioso regalo que un ser humano puede recibir en este mundo. Mas, esta regeneración se realiza por medio de la Palabra la cual actúa como el agente de la regeneración. Es la Palabra que viene y lava y limpia y trae la vida nueva.

En este pasaje también vemos que Cristo nos salvó por Su espíritu. En la salvación, Dios demostró el Espíritu Santo y Su poder de la renovación. El efecto de la regeneración es una nueva vida la cual produce un nuevo Nacimiento realizado por la Palabra y el Espíritu. El Espíritu Santo es el que nos renueva de forma radical. 1 Corintios 6:19-20 dice, “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” Como efecto de ser regenerados, somos enteramente una nueva creación; andamos en la novedad de la vida. No es que ha sido mejorada, sino que ha sido hecha nueva con una identidad nueva. Tenemos anhelos nuevos; aspiraciones nuevas; pasiones nuevas; y afectos nuevos. ¡Ese es el trabajo del Espíritu! Nosotros no podemos hacer nada para obtener el Espíritu Santo por nosotros mismos (Tito 3:6). No hay nada que podamos hacer para obtener el Espíritu Santo ni ganar Su obra de renovación; eso es algo que sólo Dios puede dar y lo derrama en nosotros abundantemente. Uno de los más preciosos regalos, que un hombre puede recibir en este mundo es el poder que trae la abundancia del Espíritu (Efesios 3:20; Colosenses 1:28-29).

Tito 3:5-6 continúa hablando sobre como El nos salvó por Su Hijo, Jesucristo. Toda la lista anterior quedaría incompleta sin ésta última; la persona y la obra de Cristo hicieron todo posible (Hechos 2:22-23). En el plan de redención, a Jesús le tocaba venir a pagar el precio por el pecado y la muerte conquistada, ¡y eso es lo que El hizo! La justicia de Dios el Padre se tuvo que satisfacer; por eso todos los pecados del mundo se colocaron en Jesucristo. Cristo satisfizo la justicia de Dios, Él pagó el precio, Él venció la muerte y es a través de Él que Dios nos salvó.

Finalmente, Él nos salvo por Su gracia (Tito 3:7). Gracia, como es revelada en el Nuevo Testamento, tiene una aplicación y un significado extenso. La gracia viene de una palabra griega que significa: “El favor de Dios”. La gracia, en sentido negativo, nos libra de lo que merecemos (el castigo) y por otro lado, en sentido positivo, nos otorga lo que no merecemos (un premio). Tito 3:7 nos demuestra la gracia apela a una motivación que está en Dios, no en nosotros. La vida nueva y eterna es un regalo, no un pago; no es por obras, sino que está en oposición directa a cualquier supuesto mérito de nuestra parte. En este sentido, la gracia y las obras se excluyen mutuamente (Romanos 11:6).

La gracia de Dios es una provisión que necesitamos continuamente. Esta dice que somos perdonados, a causa del sacrificio de Cristo; toma Su justicia y la pone a nuestra cuenta, declarándonos justos a los ojos de El. Cristo ha hecho una expiación satisfactoria por nuestros pecados; Él pagó el precio y por lo tanto nuestros pecados son removidos. La justicia se satisface completamente, el amor, la bondad, misericordia y gracia pueden actuar libremente. ¡Somos Justificados por Su gracia! La gracia nos da lo que nosotros no merecemos: ser perdonados. Por gracia: venimos al reino de Dios; somos santificados; recibimos bendiciones tanto temporales como espirituales; somos motivados a la obediencia a Dios; somos llamados y capacitados para servir; recibimos fortaleza para soportar las pruebas; somos glorificados por gracia. Así, pues, toda la vida cristiana se vive bajo el reino de la gracia de Dios.

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Luis nació en Santiago, República Dominicana. El conoció al Señor Jesucristo mientras cursaba sus estudios universitarios en 1985. Desde ese momento empezó a asistir a la Iglesia Bautista de la Gracia en la ciudad de Santiago donde Dios le concedió crecer en el conocimiento de su gracia, y allí más tarde sirvió como diácono desde 1987. En agosto del 1997, cinco años más tarde, en esa misma iglesia, recibió su llamado al ministerio pastoral y allí sirvió como pastor desde el 1997 hasta el 2006. En Julio del 2006, después de un largo tiempo de oración y consideración, Luis decide mudarse junto a toda su familia a Minneapolis, MN para recibir un entrenamiento teológico formal en el Instituto Teológico de Bethlehem Baptist Church, bajo la guía del pastor John Piper. Luego de completar sus estudios, allí se desempeñó como pastor y anciano hasta Agosto del 2016. En Septiembre del 2016 Luis ha iniciado un proceso de transición para integrarse al liderato de la IBI enfocado principalmente en el área de Consejería. Luis es miembro de la Asociación de Consejeros Bíblicos Certificados en Estados Unidos (ACBC) y también un Life Coaching Certificado con la American Association of Christian Counselors y ejerce parcialmente esa labor con varias organizaciones y personas particulares, incluyendo entre otros los jugadores hispanos de diferentes organizaciones de baseball profesional en los Estados Unidos. Luis está casado con Vilma desde 1988, junto a quien ha procreado tres hijos: Raquel, Eva y Luis Jr y su residencia esta compartida en Arizona, USA y Santo Domingo, R. D.

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