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El propósito de los milagros de Jesús

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“pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, al creer, tengan vida en Su nombre.”
(Juan 20:31)

¿Sabemos que es un milagro? Es seguro, que muchas veces has escuchado hablar de milagros, hemos leído de increíbles milagros en la Biblia, sobre todo los milagros de Jesús. Pero en realidad, ¿Qué es un milagro? Encontramos estas definiciones:

El milagro es una intervención sobrenatural en el mundo externo, que aporta una revelación singular de la presencia y del poder de Dios. “Se trata, dentro de la acción ordinaria de las fuerzas de la naturaleza, de una interferencia del Autor de la naturaleza. Se trata de un acontecimiento que no resulta de una simple combinación de las fuerzas físicas, sino que proviene de un acto directo de la voluntad divina” (Dr. Bernard, Hasting Bible Dictionary, III, p.384).

Es decir, en un sentido estricto, no se da nombre de “milagro” a cualquier hecho o acontecimiento debido a causas sobrenaturales ni a coincidencias extraordinarias (calificadas en ocasiones de “providenciales”).  Para la Biblia toda la naturaleza depende totalmente del Creador; no se trata de un universo puramente material gobernado por “leyes inmutables”. Bien al contrario, “todo acontecimiento natural es considerado sencillamente como un acto de la libre voluntad de Dios, sea la lluvia o el sol, los temblores de tierra o cualquier otra cosa.  Así, la esencia del milagro no es que sea “sobrenatural” sino que constituye una prueba clara y singularmente notable del poder Dios y de la libertad que usa para cumplir sus propósitos” (Schultz, Old Testament Theology, II, pp.192-193).

Con estas definiciones tenemos una idea de lo que es un milagro. Ahora bien, ¿Cuál fue el propósito de los milagros de Jesús?

De acuerdo con el versículo que escribimos al principio de este artículo, el apóstol Juan es bien explícito y preciso cuando afirma que el único propósito de los milagros de Jesús es para “que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, al creer, tengan vida en Su nombre.

Tenemos primordialmente dos propósitos en este verso:

  1. Evangelístico: se nota en la palabra “creer”, la cual se usa aproximadamente cien veces en el Evangelio de Juan.  El apóstol propuso su Evangelio para proveer razones de la fe salvadora como un regalo divino de vida eterna. “Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre,” (Juan 1:12).
  2. Propósito Apologético: es dar a conocer la verdadera identidad de Jesús como el Dios-hombre encarnado, cuya naturaleza divina y humana estaban perfectamente unidas en una persona, quien era el Cristo (Mesías) profetizado y salvador del mundo (Juan 1:41; 3:16; 4:25-26; 8:58).

El apóstol Juan, organizó su Evangelio alrededor de ocho “señales” o pruebas que refuerzan la verdadera identidad de Jesús, las cuales nos ayudan a reforzar nuestra fe:

  1. Agua convertida en vino (Juan 2:1-11);
  2. Sanidad del hijo de un noble (Juan 4:46-54);
  3. La sanidad del hombre paralitico (Juan 5:1-18)
  4. La alimentación de la multitud (Juan 6:1-15);
  5. Caminando sobre el agua (Juan 6:16-21);
  6. Sanidad del hombre ciego (Juan 9:1-41);
  7. La resurrección de Lázaro (11:1-44);
  8. La pesca milagrosa, después de la resurrección de Jesús (Juan 21:1-11).

Particularmente, me encanta el Evangelio de Juan y sus cartas o epístolas porque transmiten el amor de Dios. Con todas estas señales podemos tener la oportunidad de creer en Él y reconocer que solo en Jesús tenemos vida eterna.  Jesús, es el gran “Yo Soy,” Dios y Mesías ungido, el Príncipe de Paz (Isaías 9:6), y quien nos ha salvado. “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos”(Hechos 4:12).

Ahora bien, ¿Creemos que Jesús sigue haciendo milagros hoy? 

Entendemos que sí, cada vez que Dios, en cualquier parte del mundo, atrae a una persona a la fe y confiesa que Jesús es el SEÑOR, el Hijo de Dios, eso es un milagro, ¡y grande!

El hecho de que nos use para llevar el evangelio a toda criatura no importa dónde nos envíe, ya sea cerca o lejos, es milagroso; nuestro deber como hijas de Dios es mostrar nuestra identidad en Cristo en todas partes, en casa, vecinos, trabajo, en los lugares donde Dios nos permite tener solaz y esparcimiento. Siempre tenemos la oportunidad de que ocurra el milagro de la salvación si nos dejamos guiar por el Espíritu que nos ha sido dado; somos vasijas del Espíritu de Dios y Él habla a través de nosotras (Marcos 13:11). Dios, en Su gracia, nos ha otorgado dones (1 Corintios 12:9-10; 28-30) para continuar haciendo el trabajo que Jesús encomendó los discípulos (Mateo 28:18-20).

Personalmente, entiendo que Jesús sigue haciendo milagros grandes y pequeños; si se pudiera decir coloquialmente hablando, en la actualidad, en cada momento, aun en medio de estos tiempos difíciles, tenemos que concluir que Él es único, por Su compasión, Su misericordia infinita, Su bondad inigualable, Su fidelidad, pues “Toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él”. En cambio, nosotras carecemos tanto de estas virtudes excepcionales que Dios tiene en plenitud, que, al recibirlas en Cristo, ya que hemos sido hechas completas en Él, las consideramos como un milagro, cuando vemos la transformación de nuestras vidas por su obrar en nosotras. ¡Jesús es Único!

Sin embargo, es menester que no nos olvidemos de que cualquier cosa o manifestación que consideremos como “milagro” tiene que estar en pleno acuerdo con Su Palabra. Tomemos en cuenta que el enemigo es un incesante activista y hace “falsos milagros”.  Por esta razón debemos caminar enfocadas en Jesús y mantener una relación íntima con Dios a través de nuestro Salvador.  Debemos orar sin cesar para que Dios nos dé sabiduría y discernimiento, para entender cuándo está obrando. 

Vivamos motivadas por el milagro de esta salvación tan grande que hemos recibido a través del sacrificio de Jesús, en quien tenemos perdón y redención por Su sangre (Colosenses 1:14).   Soy un milagro; veo Su mano todo el tiempo obrando en los detalles más pequeños. Al mirar las cosas creadas, cómo el horizonte se junta con el mar; el sol, la luna, todas esas coloridas galaxias, el nacimiento de un niño, concluyo que todo lo creado es un milagro, y Jesús sostiene todo por la Palabra de su poder (Hebreos 1:3). Y tú, hermana-amiga, ¿qué crees?  ¡Piensa en esto!

¡Dios derrame bendiciones!