“Delante de la destrucción va el orgullo,
y delante de la caída, la altivez de espíritu.”
(Proverbios 16:18)
Siguiendo con el programa radial sobre “La vida de Moisès,” pudimos ver que luego que el pueblo judío recibió las palabras que Moisés le compartió de parte del Señor, éste estaba esperando recibir una bendición, y, sin embargo, lo que recibió fue una maldición. ¡En consecuencia, estos se airaron contra Moisés y Aarón, y les rechazaron! (Éxodo 4:29-31; 5:1-21). Ante este hecho, Moisés se vuelve a Dios en oración, cuestionándole sobre el porqué de este mal al pueblo y la razón de haberle enviado, pues todo se había vuelto en su contra (Éxodo 5:22-23).
El capítulo 6 de Éxodo, contiene especialmente la respuesta que Dios da a Moisés en relación con las quejas que éste le había presentado en el capítulo anterior. También le da amplias instrucciones sobre lo que debía decir a los hijos de Israel para satisfacerles. En este capítulo vemos cinco cosas:
1ro. El modo cómo Dios responde a las quejas de Moisés, asegurándole el éxito en este proceso (v.1).
2do. Le da más instrucciones, a fin de que tanto él como el pueblo se sientan animados a esperar un feliz y glorioso resultado en el proceso (v.2- 9).
3ro. Dios envía a Moisés por segunda vez a Faraón con el mismo comunicado que antes, para mandarle de nuevo que deje ir de su tierra a los hijos de Israel (v.11).
4to. Moisés pone objeciones, apelando a la poca probabilidad de que el Faraón escuche y también a la dificultad y debilidad de palabra que él tenía (v.12).
5to. Dios lo comisiona de nuevo junto con Aarón, pone punto final al debate e interpone su propia autoridad, pues da a ambos un solemne mandamiento, tanto para los hijos de Israel como para Faraón, con el fin de sacarles de la tierra de Egipto (v.13).
En todo esto vemos cómo Dios conoce nuestras debilidades, y en vez de criticarnos, Él prefiere alentarnos a creerle y a que nos reenfoquemos como hizo con Moisés. ¡Dios continuó recordándole a éste quién Él era, qué Él había hecho y lo que Él haría a pesar de las limitaciones de Moisés! Es importante que entendamos que el tener fe en Jesús no es un evento aislado, de aceptarle para salvación y ya. ¡Es necesario que desarrollemos una relación de dependencia de Él, en todo lo que hagamos cada día!
Y como decía Cathy en el programa: “Claramente Dios está diciéndole a Moisés que es Él quien está obrando. También está recordándonos que Él es quien sabe mejor lo que nos conviene. No dudemos de que Él hará lo que ha prometido, enfoquémonos en Él y solamente en Él.” Entonces, Ahora que Dios hizo el ajuste en el pensamiento de Moisés, él está listo para obedecer y que Dios obre a través de él. De las circunstancias difíciles podemos aprender tres cosas:
1ro. A depender de Dios y no de nosotras mismas.
2do. Éstas nos ayudan a cultivar la paciencia.
3ro. Ganamos sabiduría.
Al adentrarnos en el capítulo 7, vemos cómo comienza ahora la disputa entre Moisés y Faraón. Palpamos la obstinación de este rey, porque aun después de 10 plagas, una peor que la anterior, éste no dejó salir a los judíos. En otras palabras, este rey necesitaba padecer estas plagas, para que su corazón fuera doblegado. Su nivel de arrogancia llama muchísimo la atención.
Y esto me llevó a meditar en lo fina que es la línea que puede dejarnos ser seducidas por las tinieblas. Cuando estamos frías y no sabemos distinguir entre la verdad y mentira, nos volvemos arrogantes en no conocer nuestra condición, y una característica que he notado, que es común en el arrogante, es que no se lleva de consejo y los rechaza, aun cuando sean lógicos. Su orgullo no le permite rendirse y prefiere sufrir antes que admitir su error. Por esto el Señor dice: “Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu” (Proverbios 16:18).
El corazón del Faraón estaba muy distante de Dios; su orgullo y arrogancia no solamente trajeron sufrimiento a su vida, sino que también el pueblo egipcio sufrió las consecuencias. El Faraón rechazó el amor y bondad de Dios. El Señor siempre advierte, aun a los no creyentes, y cuando ignoran Sus advertencias, pagan entonces las consecuencias.
No crean mis amadas que el comportamiento del Faraón está muy distante del de una cristiana que esté cegada por su pecado. Esa cristiana se vuelve irreverente, su corazón se endurece, no desea escuchar la voz de Dios a través de Su Palabra. Y lo peor de todo es, que vuelve su rostro de Dios.
¿Pero sabes qué? Ante eso hay una solución; nuestro Dios es amoroso, misericordioso y compasivo, así como dice Proverbios 3:12: “Porque el Señor ama a quien reprende, Como un padre al hijo en quien se deleita” Si como Sus hijas reconocemos nuestra falta y nos humillamos ante Dios, Él nos perdona. Recordemos que estamos en un mundo caído, en un cuerpo corruptible y pecador, necesitado desesperadamente de Cristo. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
¡No dejemos que la terquedad producida por el orgullo pecaminoso cierre nuestro entendimiento y no nos permita ser dirigidas por Dios!
Dios les guarde sin caída,
Katerine Genao