“Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia”
(Filipenses 1:21)
Es admirable la increíble disposición que tenía el apóstol Pablo, para glorificar a Cristo tanto en su vida como en su muerte.
Pablo da a entender que toda su vida en la tierra se cifra y se resuelve en Cristo; y, sin embargo, al mismo tiempo dice que el morir es ganancia. Ganancia en el griego es “kerdos,” que significa el lucro especial que se obtiene al hacer un negocio. La ganancia de morir era obvia, puesto que su mayor anhelo era “partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor” (Filipenses 1:23). Este deseo lo expresó también en 2 Corintios 5:8: “Pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor.”
Sin embargo, esta ganancia que para él significaba estar cara a cara con el SEÑOR, se veía contrarrestada por otro motivo de su vivir en la carne: “Pero si vivo, puedo realizar más labor fructífera para Cristo. Así que realmente no sé qué es mejor” (Filipenses 1:22 NTV).
Por estos versos notamos el gran líder, maestro y guía que era Pablo, pues tal ganancia no era algo personal, toda su preocupación al no querer morir se refería a la ganancia espiritual de sus hijos en la fe; veamos como lo dice en este verso: “pero por el bien de ustedes, es mejor que siga viviendo.” (Filipenses 1:24 NTV)
Pablo tenía dos alternativas en una balanza, “no sé qué escoger”(Filipenses 1:22b), porque se sentía apremiado de ambos lados; su deseo de partir, definitivamente le traería mejor ventaja a él personalmente, y el deseo de quedarse era más conveniente para los demás. No significa que éstas eran dos fuerzas opuestas, sino que le retenían en ambos lados.
Sin embargo, Pablo conocía que Dios, en su tiempo al igual que hoy tiene el control, escogería por él, por eso estaba persuadido de que Dios le daría la oportunidad, para permanecer en la tierra un tiempo más, por el bien de sus hijos en la fe, a los cuales aún necesitaba instruir un poco más para su progreso y gozo en la fe (Filipenses 1:25). Eso lo demuestra por la forma tan diferente cuando le escribe a Timoteo:“Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman Su venida” (2 Timoteo 4:6-8).
Este progreso y gozo en la fe, que Pablo ve como un objetivo de suficiente valor como para desear continuar con vida en este mundo, tiene un objetivo muy importante que podemos verlo expresado en Filipenses 1:26: “Y cuando vuelva, tendrán más razones todavía para sentirse orgullosos en Cristo Jesús de lo que él está haciendo por medio de mí” (NTV).
Lo que los estudiosos entienden en este verso es que “El hecho de tener entre ellos de nuevo a Pablo sería motivo de santo orgullo por ser cristianos, al ver que Dios conservó y preservó la vida de su amado guía y mentor, lo cual redundaría para ellos en beneficio espiritual” (Comentario Bíblico Mathew Henry; Pg.1695)
“Al ser preservado para una vida más larga y adicional servicio en la tierra, los filipenses tendrían una causa adicional para abundar en regocijo en el SEÑOR, cuando el (Pablo) los volviese a visitar” (Comentario Bíblico: William MacDonald; Pg.892)
Hermanas y amigas, debemos preguntarnos sinceramente: ¿Cuánto nos invertimos nosotras mismas para guiar e instruir a otras y dar de lo que por gracia hemos recibido? La realidad es que después que partamos de este mundo no podemos ayudar a nadie. El apóstol Pablo reconocía que una vez estuviera en el cielo no podría ayudar ni intervenir en lo que pase en la tierra. Igual nosotras, debemos examinarnos a nosotras mismas y en vez de estar mirándonos hacia “adentro” y a lo que personalmente nos concierne, es menester mirar alrededor nuestro para ver quién nos necesita; preguntar a Dios en oración: ¿Qué haremos?, ¿Dónde iremos?, ¿Qué diremos a aquellas que necesitan guía, consuelo y dirección espiritual? Siempre hay hermanas y amigas que necesitan de lo que Dios nos ha dado; hemos sido llamadas para reconciliar. Tal vez no seamos buenas evangelizando o mentoreando, etc. Pero, podemos orar e interceder ante el trono de la gracia por aquellas personas en nuestro entorno, que se sienten perdidas, y desesperadamente en necesidad de guía. Y no solo me refiero a no creyentes, hay muchas hermanas creyentes que necesitan nuestro apoyo, que requieren ser guiadas hacia Dios; podemos ayudar, gracias a Dios tenemos al Espíritu Santo, nuestro “Ayo”, Él nos dirige. Podemos hacer la obra para la cual Dios nos llamó, fuimos creadas para un propósito, el cual se cumplirá, porque Dios no abandona la obra de Sus manos (Salmo 138:8 paráfrasis); pero, igual nosotras debemos tomar decisiones. No actuemos por impulsos egoístas, fijemos nuestra mirada en aquel que sufrió la cruz, nuestro amado SALVADOR y SEÑOR JESUCRISTO.
¡Dios les bendiga! ¡Una Feliz Navidad y prosperidad en Cristo en el próximo año 2022!