Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón Dios autentifica a su mensajero como una continuación de la serie Hasta los confines de la tierra, basado en Hechos 19:10-21.
Dios ha usado muchas maneras de confirmar su mensaje y su mensajero, como utilizando señales y prodigios que han estado presentes en mayor o menor grado dependiendo de la época. Pero la señal que ha sido una constante cuando Dios está obrando es el cambio de vidas; esta es la mejor evidencia de un ministerio auténtico. En el texto de hoy vemos señales claras de un ministerio respaldado por Dios en el caso de la vida del apóstol Pablo y de lo que es un ministerio falso donde el Espíritu de Dios no tiene ninguna participación. Veamos cuatro puntos claves sobre el pasaje:
1. Notemos como Dios usó las señales y prodigios para autentificar el ministerio del apóstol Pablo. El texto no dice que Pablo hacía milagros, sino que Dios hacía milagros por medio de Pablo (Hechos 19:11). El mensajero de Dios nunca es el hacedor de los milagros como afirman muchos de los falsos maestros. El hombre de Dios es simplemente el instrumento por medio de quien Dios obra sus milagros. Notemos algo más: el texto no nos dice simplemente que Dios hizo milagros por mano de Pablo, sino que hizo milagros extraordinarios. Lucas enfatiza el hecho de que estas cosas que ocurrieron no fueron ordinarias o cotidianas; no eran obras que debíamos esperar que continuarán ocurriendo de la misma manera y con la misma frecuencia.
Éfeso era una ciudad caracterizada ampliamente por sus prácticas ocultistas y la presencia de poderes provenientes de huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales. En ese contexto, Dios obró de formas que no obró a través de otros ni en otras épocas. En esa época, las personas usaban pañuelos que tuvieron contacto físico con algo que consideraban poderoso para sanar a los enfermos, algo que obviamente es una práctica errónea. Pero el obrar de Dios para autentificar a Pablo fue tal que aún cuando la gente llevaba pañuelosque habían tenido contacto con su cuerpo a los enfermos, se sanaban.
Esto se parece a lo que leímos en Hechos 5 de que la gente ponía a sus enfermos en las calles esperanzados en que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cayera sobre ellos, se sanarían. Imagínate el orgullo de los milagreros de nuestros días, si eso ocurriera hoy. Cuando los corintios cuestionaron el apostolado de Pablo, él apeló a estos milagros extraordinarios que Dios hizo por medio de él como una de las marcas genuinas de su apostolado (2 Corintios 12:12).Estas señales nunca volvieron a Pablo orgulloso, iracundo, aislado, elitista, ni ninguna otra cosa similar.
Ojo, esto no justifica la práctica de algunos falsos maestros que han vendido pañuelos de color verde haciendo alardes con la intención de que otra persona lo tocara y que eso le conferiría algún poder especial. Tampoco justifica la práctica de tomar pañuelos y con ellos tocar un crucifijo y esperar que estos lleven consigo algún poder milagroso. Estos milagros no eran ordinarios, no eran tan frecuentes como muchos imaginan hoy y no eran predecibles para anunciar campañas de milagros como algunos hacen hoy.
2. La ausencia del poder del Espíritu es la marca distintiva de un ministerio falso. Este punto es importante porque es posible hacer ministerio en el nombre de Cristo en el poder del Espíritu Santo, como también es posible hacer el mismo ministerio en nombre de Cristo desprovisto del poder del Espíritu. Los falsos maestros usan el nombre de Cristo en un contexto errado; predican el evangelio distorsionado y dicen hacer grandes milagros, pero apuntan a sus personas y no a la persona de Jesús.
En la época de Jesús, vemos esto a través de los supuestos exorcistas. Estos abundaban y trataban de exorcizar a aquellos que estaban poseídos a través de una serie de magias y prácticas ocultistas. De manera que cuando ellos vieron a Pablo exorcizar a algunos poseídos, pensaron que esto era otro truco más que hacía uso del nombre de Jesús para llevar a cabo la liberación del demonio. La diferencia es que estos exorcistas quisieron hacer uso del nombre de Jesús como si tuviera un poder mágico a la hora de liberar al hombre.
En este pasaje específicos, vemos a siete exorcistas, todos hijos de un sacerdote judío llamado Sceva. Cuando estos comenzaron a lidiar con un endemoniado se percataron rápidamente de que ellos estaban lidiando con una realidad superior a su habilidad. El primero en reconocer la falsedad de estos exorcistas es el demonio mismo que respondió: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois? El demonio se vio forzado a confesar la autoridad de Jesús y la autoridad delegada en Pablo pero cuestionó la autoridad de estos siete hijos para someterse a ellos.
Cuando Cristo ascendía a los cielos, dijo a aquellos que estaban presentes: toda autoridad me ha sido dada en los cielos y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones. Nosotros no tenemos autoridad en nosotros mismos; sino que nuestra autoridad ha sido delegada por Cristo y radica primordialmente en la predicación de Su Palabra.
Entonces, el hombre endemoniado asaltó a los siete hijos de Sceva y ellos salieron corriendo, desnudos, heridos y humillados. Este texto es un recordatorio de que es una gran osadía hacer uso del nombre de Dios de forma irreverente como lo han hecho hombres como Benny Hinn, Guillermo Maldonado y su esposa, Cash Luna y muchos otros. Ministerios como esos desaparecerán en la medida en que la luz de Cristo penetre la oscuridad de nuestro continente como ha comenzado a ocurrir.
3. Cuando Dios hace Su obra evidente, el temor del Señor frecuentemente se apodera de aquellos sobre quienes Dios está obrando. Los hechos de Hechos 19:17 produjo dos efectos: primero, el nombre de Jesús fue exaltado—en otras palabras, la gente aprendió a honrar el nombre de Jesús y a respetarlo. Segundo, el temor del Señor se apoderó de la población. El temor del Señor es ese sentido de reverencia, honor, respeto y asombro que experimentamos cuando consideramos todo lo que Su persona representa. Si perdemos el temor del Señor, perdemos rápidamente el temor al pecado y esto nos lleva a alejarnos de Dios (Salmos 36:1-4).
4. La vida del que ha nacido de nuevo experimenta un cambio radical que frecuentemente conlleva un alto costo (Hechos 19:18-19). La confesión y el arrepentimiento marcan la vida del que ha nacido de nuevo y es seguido por un cambio en las prácticas de vida.Lo que caracteriza a un creyente no es el arrepentimiento de sus pecados, sino que su continuo arrepentimiento día tras día. En Hechos 19, la gente se arrepintió de sus práctica oculistas y, eventualmente, aquellos que practicaban la magia juntaron sus libros y terminaron quemándolos sin importar el valor monetario que tenían. Esa fue una evidencia de que el reino de las tinieblas había sido forzado a replegarse porque el reino de la luz invadió a la ciudad de Éfeso. Así crecía poderosamente y prevalecía la palabra del Señor (Hechos 19:20). El efecto que la Palabra tuvo sobre las poblaciones creció de manera impresionante.
Ciertamente nadie pudo haber anticipado los cambios monumentales vistos en el primer siglo simplemente por la predicación de la Palabra. Esto es especialmente cierto cuando consideramos las limitaciones del primer siglo y la persecución y opresión hacia la iglesia primitiva. Hechos es un libro asombroso sobre la extraordinaria historia de una iglesia sencilla capacitada por un Dios soberano con una Palabra omnipotente. Al ver lo que la predicación de la Palabra de Dios fue capaz de hacer en estas antiguas ciudades, los creyentes podemos tener esperanza para completar nuestra misión.