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De una vida de deshonra a una de honra para la gloria de Dios

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“Y él hará volver a muchos de los hijos de Israel al señor su Dios. E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías PARA HACER VOLVER LOS CORAZONES DE LOS PADRES A LOS HIJOS, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto” (Lucas 1:16-17)

El evangelio de Lucas nos presenta la historia del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista (1:5-24). Su padre era un sacerdote llamado Zacarías y su esposa era Elisabet, una de las descendientes de Aarón. De ambos se nos dice que eran justos delante del Dios, y que se conducían de forma intachable en todos los mandamientos y preceptos del Señor.

Esa descripción de las vidas de Zacaría y Elisabet nos hace pensar que se trata de vidas que cualquiera de nosotras soñaríamos tener, porque al final del día, nuestra meta como cristianas debe ser precisamente vivir de manera justa delante de nuestro amado Señor y deleitarnos totalmente en Él. Su realidad era un tanto diferente; es cierto que ellos vivían para agradar a su Señor, pero en sus corazones albergaban, como todas nosotras, anhelos humanos insatisfechos.

Ellos deseaban convertirse en padres, pero la providencia del Señor no les había satisfecho ese anhelo. Elisabet era estéril. Su anhelo de convertirse en madre era imposible de satisfacer, ya que era simplemente una imposibilidad humana para ella. Además, ambos eran de edad avanzada. Quizás muchas de nosotras estamos enfrentando en nuestra vida el dolor, la ansiedad y el desánimo que también enfrentó Elisabet. Quizás piensas que nunca podrás alcanzar aquello que por tanto tiempo has anhelado secretamente con cada una de las fibras de tu ser.

Durante el tiempo en que Elisabet y Zacarías vivieron, era visto como un juicio de Dios que una familia no tuviera hijos. Esto añadía el peso adicional de la vergüenza a todo aquel mar de emociones, que ya la esterilidad misma traía consigo. Ahora miremos nuestras vidas y preguntémonos: ¿Cuántas críticas hemos recibido por no haber alcanzado ya aquello que la sociedad dictamina que deberíamos haber obtenido?, ¿Cuántas veces nos hemos sentido discriminadas, presionadas o burladas por la ausencia de los logros que esperaban de nosotras?

Sin embargo, Dios conoce el momento preciso en que debe intervenir en nuestra historia, y es especialista en llamar a lo que no es como si fuera (Romanos 4:17). Su amor por nosotros es tan grande, que obró en la vida de esta pareja en su tiempo oportuno.  Un ángel del Señor se le apareció de repente a Zacarías mientras ejercía su ministerio sacerdotal. Ese ángel apareció con noticias sorprendentes en el tiempo de Dios, quizás cuando ya habían perdido hasta la última esperanza desde hacía mucho. El ángel les dijo que el Señor les concedería el cumplimiento de su anhelo. Pero esta promesa no solo traería con ella la bendición de cumplimiento de un sueño terrenal familiar, sino que traería consigo incalculables bendiciones espirituales para la vida de su familia por todas las generaciones. Este hijo prometido de forma sobrenatural sería Juan el Bautista, el precursor del Mesías, Jesús, nuestro Señor y Salvador, quien vino por obra y gracia del Espíritu Santo (Lucas 1:26-35; Mateo 1:21; Isaías 9:6).

 Todo aquello que en un momento era motivo de vergüenza, ahora se convertiría en su más grande gloria y alegría.  Su sufrimiento y el tiempo de espera pronto serían olvidados porque ahora se convertirían en un instrumento de bendición para que muchos llegaran a conocer el poder de Dios.

No sé por cuáles pruebas estés atravesando en este preciso momento y qué tan grande es tu dolor. Pero déjame animarte, al recordarte que Aquel que abrió la matriz estéril de Elisabet, sigue siendo el mismo Soberano misericordioso, que transforma vidas el día de hoy.

Tu dolor y sufrimiento, rendidos a sus pies, pueden convertirse en un maravilloso testimonio del poder transformador del evangelio. Deposita en Él tus anhelos, sigue buscando su rostro de forma intencional, escucha con atención su Palabra y haz lo que Él te ha llamado a hacer, sirviéndole con dedicación.

Chuck Swindoll dijo en su libro “Jesús la vida más grande de todas”: “Dios estaba dando un mensaje al mundo con Juan el Bautista “lo que hice a través de Elisabet, haré para la humanidad entera. La matriz estéril de Israel dará a luz un hijo” No importa cuán incompetente te sientas, o si no estás viendo el propósito en este momento de dificultad que estás atravesando; en las manos del Señor, en su tiempo oportuno, tu vida será utilizada para ser testimonio a otros de lo que Él hizo por ti y de cómo lo imposible fue posible. Mientras eso sucede, es importante que le sigas buscando de todo corazón y te deleites en su Palabra.

El ángel dijo a Zacarías: “No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan” (Lucas 1:13).  Nuestras peticiones siempre son escuchadas por el Señor, aunque algunas veces su respuesta no llegue en el momento y en la forma que esperamos. Pero tenemos la certeza de que como nos dice el apóstol Juan: “si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye” (1 Juan 5:14).

Perseveremos hasta el final en nuestra fe, busquemos su rostro y escuchemos al maestro de sabiduría que nos dice: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento” (Proverbios 3:5). Confiemos en Él y busquemos su dirección, porque a su tiempo veremos sus propósitos cumplirse en nuestras vidas en su forma y para Su Gloria.