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Dar gracias por las personas difíciles en mi vida

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Cuando acepté escribir de este tema, a mi mente llegaron aquellos rostros cuya presencia puede resultar pesada: personas orgullosas, pretenciosas, maledicentes, irresponsables, chismosas, victimistas, iracundas, holgazanes, quejumbrosas, abusadores, sabichosos; y cada adjetivo anterior tenía rostros específicos de gente a mi derredor. Cuando terminé mi galería de juicio una pregunta me congeló el corazón: ¿Serás parte de la lista de LOS DIFICILES de alguien más?

¡Uyuyuy! El Señor me hizo memoria de varios episodios de mi vida en los que había antepuesto mi orgullo y razón, en los que estaba lejos de parecerme a Cristo. Así que, llevada al taller del Maestro, se me recordó una cualidad que debe tener todo creyente, LA EMPATÍA.

“Soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes.”
(Colosenses 3:13 NBLA)

Entender que todos tenemos limitaciones, que actuamos como actuamos porque nos falta más de Cristo, que es nuestro pecado que ha distorsionado las cosas, que «el corazón del problema es el problema del corazón», me hace tener la perspectiva de que esas personas difíciles en mi vida lo son por su naturaleza caída y sus circunstancias vividas.

Otro pasaje brilla para ilustración en nuestra vida:

“El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre.”
(Proverbios 27:17 NVI)

Esa pareja orgullosa, esos padres intensos, esos hijos desobedientes, esos compañeros pedantes u holgazanes, esos amigos víctimas… Todos están en el camino para afilarnos en santidad y para limar el fruto del Espíritu en nosotros: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio.

Así que ahora, cuando estoy ante la presencia de LOS DIFICILES procuro no ser una, entender por qué somos como somos, me dirijo y los dirijo a Cristo, y busco cuál es la parte del fruto del Espíritu que se está ejercitando en ese momento para llevarme a la estatura del Varón Perfecto (Efesios 4:13)… Y así, al final de cuentas, ¡termino dando GRACIAS AL SEÑOR por ellos!