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Cuando tu ministerio es cuestionado

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “Cuando tu ministerio es cuestionado” basado en Gálatas 1:10-24.

La semana anterior comenzamos a explorar la carta del apóstol Pablo a las iglesias en Galicia. Esta fue una carta enviada con cierta prontitud debido a que los Gálatas habían sido seducidos por falsos maestros quienes los habían convencido de que, para recibir salvación, era necesario abrazar la ley de Moisés más el evangelio de Jesucristo. Esto conllevaría a la práctica de y participación en diferentes ritos típicos del judaísmo que quedaron atrás después de la muerte y resurrección del señor Jesucristo.  En Gálatas 1:6, Pablo habla de cómo él estaba horrorizado de que ellos fueron engañados y desviados del camino de la verdad en tan poco tiempo luego de haber escuchado el evangelio de parte de Pablo.

Habiendo comenzado por la gracia, los Gálatas ahora estaban caminando conforme a las obras de la carne. En el mensaje anterior, hablamos de algunas razones por las cuales es posible creer, abrazar, proclamar y aún vivir una verdad hoy y negarla en el día de mañana hasta el punto de alejarnos del Dios quien nos llamó por gracia en Cristo Jesús. Hablamos de cuán astuto es Satanás para presentarnos sus mentiras y de qué forma sus mentiras apelan a nuestras emociones, sentimientos y egocentrismo, llegando a ofrecernos sueños que no son realizables y que luego, al despertar, nos traen son consecuencias inevitables.

Dios nos dio su mayor regalo, Cristo Jesús, Su hijo, y de esa misma manera, nuestra peor consecuencia es la pérdida de Su presencia o de Su bendición. Para los gálatas, continuar confiando en las obras de la ley implicaría dos cosas: 1) daban muestras de que realmente no eran salvos o, b) eran salvos, pero sin la presencia manifiesta de Dios hasta que despertaran a la realidad de su salvación por gracia.

Habiendo dicho lo anterior enfoquémonos en el texto de hoy el cual representa una defensa del ministerio de Pablo en contra de sus acusadores. Gálatas 1:10-24 es una pequeña biografía del apóstol Pablo. La mayoría de los académicos están de acuerdo que este texto representa la defensa del apóstol Pablo en contra de aquellos que le estarían acusando de no tener la autoridad para contradecir su enseñanza acerca de la necesidad de seguir la ley de Moisés para obtener salvación. Ya Pablo había expresado lo horrorizado que él estaba con el abandono del Evangelio por parte de los Gálatas y ahora él quiere dejar en claro de dónde procedía su autoridad para enseñar y corregir.

Este texto es sencillo, pero tiene múltiples enseñanzas y aplicaciones para nosotros.

Enseñanza #1: Agradar a Cristo pasó a ser la ambición número uno del apóstol Pablo a lo largo de toda su vida después de su encuentro con el Señor y así debe ser con cada uno de nosotros

Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.
– Gálatas 1:10 –

En los versículos anteriores, Pablo acababa de decir que si alguien distorsionaba el evangelio, que fuera maldito. Esa clase de pronunciamientos no nos gana amigos en este mundo y, quizás por esa razón, Pablo les deja ver que, al hablarles de esta manera confrontadora, él dejaba en claro que su intención después de haber nacido de nuevo no era agradar a los hombres como él solía hacer cuando estaba en el judaísmo. Ahora, su única intención era proclamar la verdad aún si eso ofendía a algunos o le ganaba algunas enemistades.

Muchas veces nosotros callamos, distorsionamos, coloreamos o decimos media verdad con la intención de ganarnos el favor de los hombres. Pablo nos dice en Gálatas 1:10 que, si esa fuera mi intención, ya yo no sería un siervo de Cristo. Cristo no nos dejó en este mundo para ganar el favor de los hombres sino para ser testigos de su verdad y no hay manera de que tú puedas hacer eso sin ganarte la desaprobación o la condenación de los hombres.

Enseñanza #2: La autoridad y las enseñanzas de Pablo tuvieron un orígen en Dios y así debe ocurrir con cada maestro de la Palabra. La única diferencia entre Pablo y nosotros es que él recibió esa palabra directamente de Cristo y nosotros la recibimos de la palabra revelada.

“Pues quiero que sepan, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según el hombre. Pues ni lo recibí de hombre, ni me fue enseñado, sino que lo recibí por medio de una revelación de Jesucristo.”
– Gálatas 1:11-12 –

Aquí, Pablo suaviza un poco su lenguaje y se dirige a los Gálatas como hermanos. Pablo había estado con ellos hace poco tiempo y le había proclamado el Evangelio como el mensaje de salvación, por gracia en la persona de Cristo. Ahora él está enfatizando algo que ya les había comenzado a decir en Gálatas 1:1, que el evangelio no se originó en el hombre y no es según el hombre para usar según su terminología. En otras palabras, el evangelio no es el camino de salvación que el hombre se imaginó, sino que es el camino de salvación que Dios proveyó para el hombre. Las demás religiones representan el camino ideado por el hombre de una supuesta salvación; el hombre crea ese camino que lo llevaría a Dios, pero al final es camino de muerte. En el cristianismo, la salvación viene de Dios y, por tanto, es Dios quien sale a buscar al hombre y le provee un camino.

Enseñanza #3: La manera de vivir del apóstol Pablo antes de conocer a Cristo fue radicalmente diferente a su encuentro con Él y así debiera ocurrir en tu vida y en la mía.

“Porque ustedes han oído acerca de mi antigua manera de vivir en el judaísmo, de cuán desmedidamente perseguía yo a la iglesia de Dios y trataba de destruirla. Yo aventajaba en el judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos mostrando mucho más celo por las tradiciones de mis antepasados.”
– Gálatas 1:13-14 –

Antes de su conversión, Pablo testifica que él perseguía la iglesia desmedidamente y que seguía las tradiciones del judaísmo más intensamente que muchos de sus compatriotas. Pablo era mas judío que cualquier judío. 

No sé si notaste en esta narración su forma anterior de vivir como Pablo habla de “mi antigua manera de vivir,” “yo perseguía a la iglesia,” “yo trataba de destruirla” y “yo aventajada en el judaísmo a muchos”. Pregúntate, ¿Con qué frecuencia al conversar acerca de tu vida haces uso del primer pronombre “Yo”? Decimos, “yo no creo,” “yo entiendo,” “yo necesito” y “yo no hago eso.” El hombre o la mujer piadosa trata de no ser el referente en sus conversaciones y prefiere referirse en términos generales, bíblicos, de valores, de convicciones bíblicas y de hablar mucho menos en términos personales. Debemos, en ese sentido, imitar a Pablo porque, si hay algo que sale a relucir en sus cartas es que, para el hombre o la mujer de Dios, las frases “lo que yo pienso,” “lo que yo creo,” “lo que yo siento,” etc., pierden su valor. Para Pablo había una sola frase que sustituyó todas las anteriores, “lo que glorifica a Dios.” Hasta que no aprendamos a vivir de esa manera estamos viviendo para nosotros mismos.

Enseñanza #4: El lenguaje de Pablo cambió desde que recibió la salvación. El “Yo” despareció de su lenguaje. Cuando eso no ocurre en nosotros, hay algo que está radicalmente mal con nuestro entendimiento de la salvación

“Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por Su gracia, tuvo a bien revelar a Su Hijo en mí para que yo lo anunciara entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco.”
– Gálatas 1:15-17 –

¿Notaste cómo cambió el sujeto? Ahora ya el sujeto no es “YO,” sino Dios. De repente en esta autobiografía de Pablo el pronombre cambio de yo a Dios. Como yo hablo revela para quien estoy viviendo y como estoy viviendo.

En el versículo 15 Pablo revela que Dios le llamó desde el vientre de su madre, pero la realidad es que Dios lo llamó desde toda la eternidad pasada, revelando tácitamente la doctrina de la elección. Pablo fue elegido, llamado, interceptado en el camino, ordenado al ministerio y guiado “para que yo lo anunciara entre los gentiles…”

Dios no nos salva simplemente para evitarnos el infierno. Cuando Dios nos llama la salvación, junto con su llamado, hay un propósito para el cual él me concibió en la eternidad pasada, me hizo nacer en esta generación, me colocó en la familia donde nací, me colocó en las relaciones a las que Él me llamó y me llevó al cuerpo de Cristo donde él me colocó. Necesitas conocer tu propósito de vida, pero te adelanto que no tiene nada que ver contigo, ni de como tú concibes la vida, la felicidad, la satisfacción, el éxito, ni como las cosas deberían ser.

Dios mostró Su propósito a Pablo, y en adelante él murió asimismo y vivió agradecido de Dios en todas las circunstancias que le tocó vivir. 

Enseñanza #5: Notemos la prioridad del apóstol Pablo de consultar con Dios antes de consultar con cualquier hombre. Así deberíamos nosotros proceder.

“no consulté enseguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco.”
– Gálatas 1:16-17 –

Con esto Pablo estaba enfatizando otra vez el hecho de que él no recibió el evangelio de parte de ningún hombre, ni fue discipulado por ningún hombre, ni siquiera fue discipulado por aquellos que eran apóstoles antes que él. Más bien, él se fue a Arabia y regresó otra vez a Damasco.

Enseñanza #6: Pablo no fue un rebelde que no quiso consultar con carne ni sangre, ni fue un llanero solitario, ni fue alguien que rehusó rendir cuentas. Eso hubiese sido tan anti-bíblico como cualquier otra cosa.

Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo, el hermano del Señor.”
– Gálatas 1:18-19 –

Jerusalén era la iglesia madre y allí había dos líderes principales: Pedro y Jacobo, el medio hermano del Señor. Pedro fue quien predicó el primer sermón apostólico y que causó que 3,000 nuevos creyentes se unieran a la iglesia el día de Pentecostés. Pedro predicó el segundo sermón apostólico que encontramos en el libro de los Hechos capítulo cuatro. Pedro fue a Samaria junto con Juan a confirmar que el señor realmente había traído salvación a los samaritano y les había dado el mismo don que les había dado a ellos en Pentecostés. El don de lenguas se manifestó en Samaria en la llegada de Pedro confirmando que tanto judíos como samaritanos sería en salvos. Pedro abrió la puerta para que los gentiles fueran evangelizados cuando le predicó el sermón a Cornelia después de haber recibido una visión.

De manera que era importante para Pablo que había recibido el apostolado para los gentiles conversar con Pedro acerca de lo que el señor le había enseñado a él y a los demás discípulos. El texto nos dice que Pablo pasó 15 días con Pedro y luego pasó algún tiempo con Jacobo quien quedó como líder de la iglesia de Jerusalén cuando Pedro ya no estaba allí.

Enseñanza #7: En todo momento, Pablo estuvo dispuesto a llamar a Dios como su testigo como una forma de endosar la veracidad de lo que afirmaba. Si fuésemos veraces, estaríamos dispuestos a invocar el nombre de Dios en cualquier momento para llamarlo como juez de lo que estamos afirmando.

“En lo que les escribo, les aseguro delante de Dios que no miento.”
– Gálatas 1:20 –

Dios es el testigo universal de todo lo que decimos y hacemos y, por tanto, teniendo la conciencia limpia, todos nosotros debiéramos ser capaces de afirmar lo que sea e invocar al mismo tiempo a Dios como testigo de lo que decimos. Eso solamente lo pueden hacer dos tipos de personas:

  1. alguien que teme a Dios de manera reverente y se atreve a invocar su nombre como juez, y
  2. alguien que no teme a Dios y, por tanto, se atreve a mentir y a invocar el nombre de Dios al mismo tiempo.

Enseñanza #8: Antes de Dios darte a conocer delante de los hombres, tienes que estar dispuesto a pasar como desconocido delante de ellos.

“Después fui a las regiones de Siria y Cilicia. Pero todavía no era conocido en persona en las iglesias de Judea que eran en Cristo.”
– Gálatas 1:21-22 –

Eso fue cierto de Moisés quien pasó 40 años en el desierto siendo un “don nadie” para luego pasar a ser un “don alguien” bajo la mano de Dios por los próximos 40 años. Eso fue cierto de Juan el Bautista quien simplemente fue una voz que clamaba en el desierto y quien dio paso al Cristo. Eso fue cierto de Cristo quien pasó un primer año como desconocido antes de tener un segundo año de popularidad y, finalmente, un tercer año de rechazo. Pablo afirma que él era un desconocido en las iglesias de Judea que correspondía a la parte sur de Israel donde estaba Jerusalén. Los que conocían de él simplemente los conocían como perseguidor de la iglesia (Gálatas 1:23).

Enseñanza #9: Pablo pasó de perseguidor a predicador y su transformación fue tan pública y radical que llevó a muchos a glorificar el poder de Dios que es capaz.

“Ellos solo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir».”
– Gálatas 1:23 –

Fue capaz de dar vida a los muertos, de convertir un criminal a un creyente, de un perseguidor de la iglesia a un predicador para la iglesia, de un pescador del mar a un pescador de hombres… de un negador de Cristo a un crucificado por Cristo.

Pablo termina esta porción de su testimonio diciendo que, cuando otros vieron lo que Dios había hecho con él y la transformación de vida que había causado, esto fue lo que ocurrió: “Y glorificaban a Dios por causa de mí.” (Gálatas 1:24)

Creo que es una buena pregunta para cada uno de nosotros: ¿Qué dicen de nosotros y como responde la gente que más nos conoce cuando ve la manera como estamos viviendo? ¿Se maravillan los hombres al ver el cambio de vida que hemos experimentado?

Todo los que conocieron de Pablo llegaron a saber lo que era y en qué se convirtió. Preguntémonos, con los años, ¿En qué te has convertido? Y ahora, ¿En qué te estás convirtiendo?