Inicio Sermones El espíritu de la apostasía Contendiendo por la fe

Contendiendo por la fe

5409
0

Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “Contendiendo por la fe” basado en Judas 1-4.

En este sermón iniciamos la exposición de la carta de Judas cómo continuación de la serie El espíritu de la apostasía. Como dijimos anteriormente, las cartas de 2 Pedro y Judas tienen mucho en común hasta el punto tal que algunos piensan que Pedro consultó en el material de la epístola de Judas o viceversa. En fin, en ambos casos los autores estaban escribiendo en contra de los falsos maestros que se habían levantado y amenazaban la fe cristiana y, por tanto, la vivencia del cristiano.

Judas es una carta corta, intensa, desafiante, y con un llamado de alerta y con un gran sentido de urgencia. En el tiempo que fue escrita, había una corrupción doctrinal que algunos falsos maestros habían traído a la iglesia que negaba la autoridad y el señorío de nuestro Señor Jesucristo. Había una corrupción moral en estos maestros que convirtieron la gracia del Señor Jesucristo en una licencia para pecar.

En Judas 1-4, lo primero que podemos notar es la identificación del autor como se acostumbraba hacer en los tiempos antiguos. En este caso, el autor se identificó como Judas, un siervo de Jesucristo y el hermano de Jacobo. Entre los 12 apóstoles había un Jacobo pero la mayoría no cree que Judas se está identificando como hermano de la apóstol, sino como el hermano de parte de padre de Jesús que llegó a ser la cabeza de la iglesia en Jerusalén. Sabemos esto con claridad porque Marcos 3:21 nos dice que aún los hermanos de Jesús no creían en Él y nos dice que sus parientes, refiriéndose a sus hermanos que creían que Jesús estaba fuera de sí. Este tal Jacobo que no creyó en Jesús inicialmente, eventualmente le reconoció. Judas es hermano de este Jacobo, de manera que este Judas también fue hermano del padre de Jesús (Mateo 13:55; Marcos 6:3). Sin embargo, Judas no se identifica como hermano de Jesús sino más bien como siervo de Jesucristo, enfatizando la relación espiritual que él guarda con Cristo más que la relación biológica.

Inmediatamente después, Judas pasa a desear sobre ellos tres bendiciones de parte de Dios (v.2): “Misericordia, paz y amor os sean multiplicados.” Judas les desea misericordia que es otra manera de desearles que la bondad de Dios sea con ellos en medio de una sociedad carnal y antagonista a la fe cristiana. Además, es el deseo de Judas que, a pesar de la persecución, ellos pudieran tener paz. Judas estaba consciente de algo que los creyentes del nuevo testamento llegaron a creer: la paz que Cristo nos prometió no depende de las circunstancias a nuestro alrededor porque no es una paz conforme a como el mundo la da, si no conforme a como solamente Cristo puede darla.

Judas, además les desea amor. Estos hermanos bajo persecución tenían necesidad de experimentar el amor de Dios porque el mismo echa fuera todo temor y eso era importante en medio de la persecución. La Palabra establece que el amor viene de Dios, entonces era vital que ellos pudieran experimentar el amor del Padre de manera creciente para amarse los unos a los otros e, incluso a sus enemigos.

En cuanto a la audiencia a quien esta carta iba dirigida podemos decir sin temor a equivocarnos que esta era y es una carta con una audiencia universal a lo largo de los siglos. Sabemos esto por la manera como él identifica a quienes él le estaba enviando la carta (v.1): “Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo, a los llamados, amados en Dios Padre y guardados para Jesucristo:” La carta va dirigida a un grupo caracterizados como: los llamados, amados en Dios Padre y guardados para Jesucristo. En ese grupo estamos nosotros y todos los que verdaderamente son discípulos de Cristo porque hemos sido llamados, somos amados en Dios el Padre y por Dios el Padre, y porque estamos siendo guardados por Jesucristo y para Jesucristo. Estamos siendo guardados para recibir una herencia que no puede perecer (1 Pedro 1:4).

El versículo 3 revela el tema de toda la carta: “Amados, por el gran empeño que tenía en escribiros acerca de nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribiros exhortándoos a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos.” El deseo de Judas era enviarle una comunicación al pueblo de Dios en la cual él pudiera animarlos. Quizás Judas quería hablarles de cuán privilegiados son los que han sido elegidos para salvación. Sin embargo, Judas se vio en la necesidad o sintió la obligación de cambiar su tema y convertir el tema central de la carta en lo que es la defensa de la fe. Es por eso que él les habla de la necesidad que ellos y nosotros tenemos de contender por la fe que nos ha sido confiada o entregada de una vez y para siempre.

La frase, “entregada a los santos de una vez y para siempre” es vital porque con esta frase, Judas nos está diciendo que ya hoy no puede haber declaración doctrinal nueva; ya recibimos los principios de la fe cristiana por completo y para siempre. El lenguaje del Nuevo Testamento es que la fe cristiana es algo que hemos recibido y que, como ya lo hemos recibido, debemos mantenernos en pureza. Por eso Pablo dice en 1 Corintios 15, “Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí…” sugiriendo: “no lo he cambiado y no lo he alterado.”

Por otro lado, la palabra traducida como contender en nuestra versión, en el griego es, “epagonizomai” de donde deriva nuestra palabra agonizar. El prefijo “epa” intensifica el significado de la palabra sugiriendo una agonía que produce un dolor tan severo que es difícil de soportar. Así de intenso es el llamado que Judas nos hace en esta carta para defender la fe en contra de la corrupción teológica y moral de los falsos maestros.

El texto nos deja ver algunas de las características de los falsos maestros. Por ejemplo, ellos vienen anunciando la Palabra del Señor y por eso son llamados profetas o maestros. Muchas veces, la problemática está no en lo que dicen, sino en lo que no dicen.  En la época de Jeremías, Dios se quejó acerca a de ellos a través de Su profeta y nos dejó ver que los falsos profetas no hablaron al pueblo lo que tenían que hablar; no comunicaban la revelación de Dios (Jeremías 23:22). El maestro falso puede predicar del Espíritu Santo, pero lo que predica son ideas nuevas acerca del Espíritu de Dios. Están tan inmersos que no los puede reconocer por la manera como lucen o hablan sino por sus frutos.

En el contexto de la carta de Judas, precisamente los falsos maestros a los que Judas se está refiriendo habían tomado la gracia de Dios y la habían convertido en libertinaje, llevando a los hermanos a no obedecer los pasajes que nos obliga a obedecer la ley de Dios. Estos falsos maestros eran antinomianos; estaban en contra a la obediencia de los mandatos de Dios pensando que toda la fe cristiana puede reducirse a simplemente la palabra “gracia”. Con esa idea, nosotros podríamos vivir como queramos, contando con que la gracia de Dios nos perdonará en el futuro.

En el último versículo del texto de hoy, Judas explica la razón por la que él se siente compelido a escribir acerca de este tema: los falsos maestros habían infiltrado la iglesia (Judas 4). Se habían infiltrado encubiertamente, de manera secreta como termitas. De alguna forma, estos falsos maestros malvados, incrédulos, e impíos estaban pasando desapercibidos hasta el punto de que estaban banqueteando entre ellos y participando de la santa cena. Estos eran hombres inmorales hasta el punto de que abusaron de la gracia de Dios y la usaron para vivir libertinamente y hacían pecar a los creyentes a quienes estaban desviando del camino.

Pero Dios conocía a estos hombres desde hace mucho tiempo y los había marcado para condenación. Mientras que nosotros fuimos elegidos para salvación, estos hombres fueron marcados para condenación desde hace mucho tiempo atrás.