Dios nos creó con la capacidad de decidir. Desde nuestra niñez empezamos a tomar decisiones que en nuestros años tiernos son simples, tal como el sabor de helado que queremos, o el crayón que usaremos para pintar…
A medida que vamos creciendo, las decisiones se van haciendo más complejas a la vez que afectan de una u otra manera nuestras vidas. Luego, puede ser porque tenemos hijos o porque nuestro trabajo así lo amerite u otras razones más, nuestras decisiones impactan no solo a nosotras, sino también a los que nos rodean. Nos pasamos la vida evaluando, escogiendo… para tomar las mejores decisiones en lo que entendemos nos conviene a nosotras o a aquellos que dependen de nosotras.
Vivimos en una sociedad donde somos arrastradas a tomar decisiones de acuerdo con los propósitos determinados por otros, para beneficio de otros, sin tomar en consideración todos los aspectos que debemos considerar al momento de decidir. El mundo nos empuja a decidir de acuerdo con sus reglas y ¡mientras más rápido mejor!… entonces, decidimos sin detenernos a pensar y nos dejemos llevar.
Si te pasa como a mí, muchas veces la cantidad de información que recibo para tomar decisiones es tanta que me abrumo y me lleno de ansiedad…. No importa si es una comida en un restaurante o cual carrera quisiera estudiar. Pero nuestro Dios es soberano, omnisciente y omnipresente, no hay NADA que se escape de Su control.
Cuando Dios abre nuestro entendimiento a Su mensaje y tomamos la decisión que tiene más impacto en nuestra vida de entregarle todo nuestro ser a Él, el mismo Señor nos llena con Su Espíritu Santo y nos capacita para que las decisiones que tomemos vayan de acuerdo con Su voluntad y sean guiadas por Su Palabra.
Los atributos comunicables de Dios son aquellos que se observan en los seres humanos, como criaturas hechas a Su imagen y semejanza. Uno de estos atributos comunicables es Su Bondad. ¡Dios es bueno… siempre! Su carácter es bondadoso, y la bondad está intrínsecamente ligada a todo Su ser. Desde el origen mismo de la creación, vemos que todo lo que Él hace es bueno en gran manera (Génesis 1:31) y así como Dios es bueno, Su voluntad es BUENA, agradable y perfecta (Romanos 12:2), para los que conforme a Su propósito fueron llamados.
“Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a su clamor” (Salmos 34:15)
La fidelidad de Dios hacia Su pueblo se hace evidente para todos sus hijos a través de las Escrituras. Él nos promete estar atento para responder a nuestras necesidades, las cuales no escapan de Su control.
Gracias a la Palabra de Dios, tenemos en nuestras manos el mejor manual de instrucciones para guiarnos en cada aspecto de nuestras vidas, Dios nos ha dado la clave para que no nos abrumemos ni muramos en el intento al decidir…
- Teme al Señor y espera en Su misericordia… Sus ojos estarán sobre ti
“He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, Sobre los que esperan en su misericordia,” (Salmos 33:18) - Reconoce tu condición de pecadora y Él te mostrará el camino
“Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.” (Salmos 25:8) - Ora a Dios y Su buen Espíritu te guiará por el camino correcto
“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.” (Salmos 143:10) - Lee y escudriña Su Palabra, en ella encontrarás la sabiduría que necesitas para andar por tu camino confiadamente.
“… no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo, y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará.” (Proverbios 3:21-23) - Pon tu confianza en Aquel que promete mostrarnos el camino por el cual debemos andar.
“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.” (Salmos 32:8)
La próxima vez que empieces a sentirte abrumada o perdida ante una decisión y no sepas cuál camino tomar recuerda que Dios es bueno y es fiel a Su Palabra. En ella nos asegura que, con sus ojos puestos en nosotras, ya ha determinado el camino por el que debemos andar. Obedece y confía en Dios, que Él nos promete que estará junto a ti y a mi… ¡hasta el fin!