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Cada día… agradece a Dios Su misericordia y fidelidad

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Amada hermana, ¿Alguna vez, estando en medio de una crisis o tensión, has sentido que Dios está lejos de ti o ajeno a tu situación? En las Escrituras podemos encontrar ejemplos de personas que se han sentido como tú, y a través de sus experiencias podemos aprender cómo debemos reaccionar de una manera que honre a Dios.

El libro de los Salmos es un compendio de cánticos sagrados o himnos escritos por diferentes autores (David, Salomón, Asaf, entre otros), con el fin de guiar al pueblo de Israel a reconocer la soberanía de Dios sobre el universo y moverlos a adoración. En los salmos encontramos no solo la exaltación de Dios, sino la ejemplificación de las vidas de los autores desnudas ante los ojos del Señor.

“Por siempre cantaré de las misericordias del Señor; con mi boca daré a conocer Tu fidelidad a todas las generaciones. Porque dije: Para siempre será edificada la misericordia; En los cielos mismos establecerás Tu fidelidad.” (Salmos 89:1-2 NBLA)

El Salmo 89 es un tipo de salmo denominado “masquil”, escrito por Etán Ezraíta, levita y cantor del templo que vivió en la época del reinado de David. La palabra masquil (del hebreo maskil: canción o poema contemplativo) indica que este salmo fue escrito con el propósito de llevarnos a meditar, para volvernos prudentes o entendidos en cuanto a la situación que el autor presenta en el salmo.

Históricamente, este salmo está relacionado con un período de crisis nacional, en el cual el salmista llega a la conclusión de que Dios ha abandonado a Su pueblo escogido y entonces apela, a través de su oración, a la misericordia y fidelidad del Señor, sin tomar en cuenta la infidelidad recurrente de Israel. En medio de su queja y dolor, Etán reconoce que Dios es inmutable y su misericordia y fidelidad, por lo tanto, nunca cambiarán.

Etán conocía bien el carácter de Dios y, aunque él entendía que Dios les había abandonado, él centra su argumento en el leal amor del Señor, el cual es digno de ser proclamado de generación en generación.

“Así dice el Señor: «No se gloríe el sabio de su sabiduría, Ni se gloríe el poderoso de su poder, Ni el rico se gloríe de su riqueza; Pero si alguien se gloría, gloríese de esto: De que me entiende y me conoce, Pues Yo soy el Señor que hago misericordia, Derecho y justicia en la tierra, Porque en estas cosas me complazco», declara el Señor.” (Jeremías 9:23-24)

De este pasaje del libro de Jeremías aprendemos que Dios valora en gran manera que tengamos un conocimiento profundo de Su carácter, pues este entendimiento nos ayudará a responder en todas las circunstancias de nuestra vida con un corazón agradecido y adorarle por lo que Él es.

Ahora quiero invitarte a que reflexionemos juntas sobre estas verdades que muestran la grandeza de nuestro Dios y a las cuales el salmista se aferró: ¡Nuestro Dios es misericordioso y fiel!

La misericordia de Dios se relaciona de manera íntima a la expresión pura de Su amor hacia nosotros. La palabra en hebreo utilizada mayormente en el Antiguo Testamento para definir la misericordia es “HESED”, que significa bondad, gracia, amor entrañable y fidelidad. Implica compasión llevada a la acción. Dios no solo se compadece de nosotros, sino que activamente busca hacernos el bien.

Por otro lado, la palabra que mejor transmite el significado de fidelidad es “AMAN”, y se refiere a firmeza o estabilidad. La fidelidad de Dios se evidencia en las Escrituras a través de Sus promesas.

“Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda Su pacto y Su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos;” (Deuteronomio 7:9)

Dios nos dio la muestra más grande de Su amor y misericordia al rescatarnos, dándonos la oportunidad de recibir el perdón por medio del sacrificio de Su Hijo en la Cruz. Cuando confesamos a Cristo nuestros pecados y le reconocemos como nuestro Señor y Salvador, somos limpiados de toda culpa y perdonados, porque Jesús llevó sobre sus hombros el castigo que merecíamos y nos abrió el camino al Trono celestial donde encontramos gracia y misericordia cada día.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados), y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:4-7)

Tanto la misericordia como la fidelidad de Dios son partes intrínsecas de Su divina naturaleza. Él no tiene que hacer ningún esfuerzo para mostrar Su misericordia, sino que de manera natural forman parte de lo que Él es. ¡Su compasión y bondad nunca fallan!

“Compasivo y clemente es el Señor, Lento para la ira y grande en misericordia. No luchará con nosotros para siempre, Ni para siempre guardará Su enojo. No nos ha tratado según nuestros pecados, Ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades. Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, Así es de grande Su misericordia para los que le temen. Como está de lejos el oriente del occidente, Así alejó de nosotros nuestras transgresiones. Como un padre se compadece de sus hijos, Así se compadece el Señor de los que le temen.” (Salmos 103:8-13)

Al abrir nuestros ojos cada mañana, podemos tener la certeza de que Dios ha renovado Su misericordia y fidelidad hacia nosotros. Podemos cometer errores y caer, pero Dios siempre permanecerá fiel a nuestro lado, mostrándonos su eterna bondad y fidelidad.

“Que las misericordias del Señor jamás terminan, Pues nunca fallan Sus bondades; Esto traigo a mi corazón, Por esto tengo esperanza: Son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! (Lamentaciones 3:21-23)

Paul David Tripp, en su libro devocional Nuevas Misericordias Cada Mañana, escribe: “Una de las realidades más asombrosas de la vida cristiana es que, en un mundo donde todo está en algún estado de descomposición, las misericordias de Dios nunca decaen […] Son hechas a la medida de los retos, las decepciones, los sufrimientos, las tentaciones y las luchas internas y externas contra el pecado…”

Querida hermana, cuando estés en medio de la prueba siempre recuerda que, como el salmista, debemos agradecer al Señor por Su gran misericordia y fidelidad, de las cuales no somos merecedoras y como quiera, ¡nos la otorga cada día en la medida de nuestra necesidad… nunca nos sobrará, pero tampoco nos faltará!

“Porque los montes serán quitados y las colinas temblarán, Pero Mi misericordia no se apartará de ti, Y el pacto de Mi paz no será quebrantado», Dice el Señor, que tiene compasión de ti.” (Isaías 54:10)

Piensa que, a pesar de que en nuestra vida cristiana tenemos altas y bajas, nunca hemos dejado de recibir Su misericordia y fidelidad a favor nuestro… Responde entonces, agradecida cada día por Su gracia y amor inmerecido en tu vida y confía en que Sus promesas están establecidas en los cielos y Él las cumplirá.

Profundiza en las Escrituras:

  • Deuteronomio 7:9
  • Nehemías 9:17
  • Salmo 103: 17a
  • Jeremías 3:12