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Agradecidas en toda circunstancia

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El 6 de octubre del año 2018 estaba muy emocionada, mi primer hijo se graduaba de la universidad. Había esperado por mucho tiempo este día y estaba muy contenta. Desperté temprano y salí a las 7 de la mañana rumbo al salón de belleza. Por naturaleza soy muy estructurada y tenía un horario lleno de actividades muy bien organizadas en mi mente, para que todo saliera perfecto. Pensaba que tenía el control, pero los planes del Señor eran otros, muy diferentes a los míos.

Una esquina antes de llegar a mi destino, de pronto sentí un gran golpe y un ruido ensordecedor. Un camión se había estrellado contra mi vehículo. Todo pasó en un instante, recibí un gran impacto y me sentía muy aturdida.  Muchas cosas surgieron después de esto: temas de salud, muchos problemas en el lugar donde laboraba en ese tiempo, asuntos familiares… A todas esas situaciones, se sumaba la tristeza de ver que la vida de unas de mis hermanas, que estaba batallando con cáncer desde hace 4 años, estaba llegando a su fin y todavía no había aceptado al Señor. 

“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de
Dios para vosotros en Cristo Jesús.”
(1 Tesalonicenses 5:18)

Dios nos manda a dar gracias en todo, sin importar cuál sea la situación. La gratitud es la esencia de la vida cristiana. Un cristiano ingrato va en contra de su nueva naturaleza y yo había aprendido a dar gracias independientemente de las circunstancias. Decía “Gracias a Dios por todo”, pero la insatisfacción que tenía internamente y la falta de gozo eran características de un corazón ingrato, aún aparentara lo contrario con “palabras de gratitud”.

Yo no puedo asegurar, en mi conocimiento humano y limitado el aprendizaje que Dios tenía para mí con esta aflicción, esto sería una especulación. No pude entender a cabalidad la trascendencia de lo que viví en ese tiempo, pero sí quedaron evidenciados pecados que tenía arraigados en mi corazón, como idolatría, falta de fe, orgullo, entre otros. También pude ver a Dios obrar de manera extraordinaria en mi vida, de forma que esta experiencia, que desde el punto de vista humano fue difícil, ha sido uno de los mejores momentos espirituales y de un gran aprendizaje que me han ayudado a crecer en un mayor conocimiento de Dios.

En la palabra de Dios aprendemos lo siguiente:

  1. Dios es quien obra en nosotras tanto el querer como el hacer.
    “Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (Filipenses 2:13)
    Nosotras no podemos hacer nada en nuestras propias fuerzas, pero unidas a Él en comunión y oración constantes, alimentándonos de Su palabra y sometiéndonos a Su Señorío podemos lograr ser agradecidas.
  2. Dios no nos ha dado lo que realmente merecemos.
    “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana: grande es tu fidelidad” (Lamentaciones 3:22-23)
    Cuando conocemos, entendemos y meditamos, que no hemos sido consumidos por Su misericordia y fidelidad, no tenemos otra alternativa que postrarnos a Él en agradecimiento independientemente de nuestras circunstancias.
  3. Todo obra para nuestro bien.
    “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito” (Romanos 8:28).
    Él sabe lo que es mejor para nosotros y eso no es siempre lo que nosotros vemos como bueno o lo que nos gusta. El bien verdadero es aquel que nos acerca mas a Él, a deleitarnos en Su presencia y a parecernos más a Su Hijo Jesús para Su gloria y nuestro bien. Por eso debemos dar gracias en toda circunstancia.
  4. La gracia de Dios es suficiente.
    “Y Él me ha dicho: ‘Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad’. Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.” (2 Corintios 12:9)
    Su gracia es suficiente. Cada momento difícil de nuestra vida, cada enfermedad, afrenta, necesidad, persecución y angustia, es una oportunidad para que Dios manifieste su gracia suficiente. Cada momento de debilidad nuestra, es una oportunidad para que Cristo muestre Su poder. 
  5. Recordar lo que Dios ha hecho en el pasado.
    “Él es el que perdona todas tus iniquidades, Él que sana todas tus enfermedades; El que rescata de la fosa tu vida, Él que te corona de bondad y compasión; Él que colma de bienes tus años, para que tu juventud se renueve como el águila.” (Salmo 103:3-5)
    Él ha perdonado nuestros pecados, que es nuestro mayor problema. Toda sanidad que experimentamos es por causa de Dios, ya sea que lo haga de manera sobrenatural o a través de medios ordinarios como los médicos o las medicinas. La habilidad que tienen los médicos de sanar es parte de la gracia común de Dios. Esto no quiere decir que todas las enfermedades las va a sanar, pero sí quiere decir que de todas las enfermedades que hemos sanado ha sido Él que lo ha hecho por Su gracia.
  6. Debemos hablarnos a nosotras mismas como nos muestra el salmista en el Salmo 42:11.
    ¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!” (Salmo 42:11)
    Una de las cosas que he aprendido, es a hablarme a mí misma lo que he aprendido de Dios en Su palabra. Nosotras acostumbramos a aconsejar a otras mujeres tomando la Biblia para estos fines, cuando están en necesidad o en situaciones difíciles, pero a veces nos olvidamos de hablarnos a nosotras mismas como el salmista nos muestra.
  7. Debemos hacer todo para la gloria de Dios.
    En 1 Corintios 10:13 vemos lo siguiente: “Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios”.
    Diariamente debemos meditar, ¿es Dios glorificado cuando no damos gracias en toda circunstancia?