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A la manera de Dios, no a la mía

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“Puedes hacer todos los planes que quieras,
pero el propósito del Señor prevalecerá”.

(Proverbios 19:21)

¡Ay, Jonás!… y a la vez: ¡Ay, Sandra!

Jonás, con un propósito de vida de anunciar Buenas Noticias y Esperanza de parte de Dios a un pueblo muy malo, pero arrepentido, entendió que su plan era mejor que el de Dios y que el pueblo de Nínive no era digno de recibir la oportunidad de redención. Ante la orden directa de Dios de ir a anunciar Su Favor, Jonás arrancó huida en dirección opuesta. Oh, ¡Cuántas veces actuamos así!… ¡Qué osadía la nuestra! ¡Cuánta obstinación!

He estado muchísimas veces en los zapatos de Jonás. Dejándome seducir por la «seguridad” o por el orgullo que me da el corazón a lo que entiendo como correcto u oportuno, me alejo del consejo de Dios que resulta más beneficioso.

En los primeros años de matrimonio, atravesamos limitaciones económicas. Recuerdo días de oración ferviente por el milagro de providencia de Dios. Pero, había un detalle: en ocasiones no me gustaba el vehículo que Dios utilizaba para proveer las entradas a mi hogar (mis padres y amigos). Cuánto pesar, vergüenza y amargura traía a mi corazón el hecho que las manos cercanas estaban enteradas de nuestra situación. 

Buscando resolver las cosas a mi manera aumentaba mis horas de trabajo, por ende, bajaba mi rendimiento en casa, como madre y como esposa. Ni hablar de mi corazón insatisfecho que infectaba a todos sin quererlo así. 

Pero como siempre, Dios en Su detalle me recordó el taller para con mi vida, que nada ocurre porque sí; que fue Él que me llevó al desierto; que un mal momentáneo en Sus manos me lleva a un bien mayor, aunque no entienda nada estando en el ojo del huracán. Me recordó este pasaje en Deuteronomio que educó mi orgulloso corazón, que Él en Su Soberanía y como dueño de mi vida, sabe cuál es la condición oportuna para hacerme más como Cristo, la meta más gloriosa que todo humano puede anhelar:

  1. Recuerda cómo el Señor tu Dios te guio por el desierto durante cuarenta años, donde te humilló y te puso a prueba para revelar tu carácter y averiguar si en verdad obedecerías Sus mandatos.
  2. Sí, te humilló permitiendo que pasaras hambre y luego alimentándote con maná, un alimento que ni tú ni tus antepasados conocían hasta ese momento. Lo hizo para enseñarte que la gente no vive solo de pan, sino que vivimos de cada palabra que sale de la boca del Señor (Deuteronomio 8:2-3 NTV).
  3. En todos esos cuarenta años, la ropa que llevabas puesta no se gastó, y tus pies no se ampollaron ni se hincharon.
  4. Ten por cierto que, así como un padre disciplina a su hijo, el Señor tu Dios te disciplina para tu propio bien.
  5. Por lo tanto, obedece los mandatos del Señor tu Dios andando en Sus caminos y temiéndolo. 
  6. Pues el Señor tu Dios te lleva a una buena tierra, con arroyos y lagunas, con fuentes de agua y manantiales que brotan a chorros de los valles y las colinas.
  7. Es una tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granadas, de aceite de oliva y miel.
  8. Es una tierra donde abunda el alimento y no falta nada. Es una tierra donde el hierro es tan común como las piedras y donde el cobre abunda en las colinas. 
  9. Cuando hayas comido hasta quedar satisfecho, asegúrate de alabar al Señor tu Dios por la buena tierra que te ha dado.

Las cosas a mi manera:

  • Son dirigidas por un corazón cambiante y orgulloso. 
  • Soy altamente potencial a fallar, ¿qué asegura que mi plan sea efectivo?
  • Sólo puedo ver en mi perspectiva humana, limitada… Sólo veo el desierto, no conozco su trayecto o duración, por ende, quedo viciada por la impotencia y ansiedad. 
  • El resultado es desastre, desobediencia, amargura, que para colmo afecta a otros. 

A la manera de Dios:

  • Él es inmutable, como no cambia, Su plan es seguro. 
  • Él es Omnipotente. Imposible fallar. Está en dominio total de la situación. Me da paz. 
  • Él es Omnisciente. Conoce el antes, durante y después de mi desierto; así como también la razón y el resultado de mi travesía. 
  • Él es misericordioso, Su plan siempre trae mayor bien a mí y a otros. 
  • Se revela mi carácter ante la situación vivida, me deja en evidencia dónde reposa la confianza y así reestablecerme.
  • Produce obediencia y beneficio de un final estable, glorioso, de tierra de abundancia. 
  • Queda sabido que al servirle no vivimos por el pan que llega seguro a nuestras manos y por nuestras fuerzas… Que Él es nuestro proveedor perfecto, oportuno. 
  • Él está al tanto de nuestra necesidad, y la suple. 
  • Su disciplina me trae bien. 

Qué bueno que mi destino no descansa en mí, en mi estado de ánimo, en mi voluntad, en mi corazón y sus deseos… En fin, no descansa en mi montaña rusa, en mi inestable decisión. Descansa en el ÚNICO Y SABIO DIOS. 

Y nos recuerdo esto para que la ansiedad que causa nuestro deseo de control sea llevada a calma: 

“Puedes hacer todos los planes que quieras,
pero el propósito del Señor prevalecerá
.”
(Proverbios 19:21 NTV)

Termino con esta porción de una hermosa canción que Dios usa como medio de gracia para recordarme sus propósitos en los desiertos… Que me recuerda que A SU MANERA Y NO A LA MÍA, es lo mejor que me puede pasar: 

«… Solo que a veces oras mal
y no he podido darte
lo que has pedido porque yo
conozco qué es lo mejor,
porque tus miras el presente,
pero el futuro miro yo.
Si quieres vivir en victoria
ten mi palabra en tu memoria.
Yo siempre permanezco fiel.
Soy quien le respondió a Moisés
Cuando se hallaba frente al mar
Y el enemigo más atrás,
pero a mi nombre él llamó,
tocó el mar se dividió.
Entonces, qué dificultad
tendría para en ti obrar?
Descansa en mí, tendrás alivio.
Aprende que saldrá mejor al modo mío.»