Inicio A la espera del Salvador Día 1: A la espera del Salvador como Job

Día 1: A la espera del Salvador como Job

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Job 9:25-35
Mis días son más ligeros que un corredor;
huyen, no ven el bien.
Se deslizan como barcos de juncos,
como águila que se arroja sobre su presa.
Aunque yo diga: «Olvidaré mi queja,
cambiaré mi triste semblante y me alegraré»,
temeroso estoy de todos mis dolores,
sé que tú no me absolverás.
Si soy impío,
¿para qué, pues, esforzarme en vano?
Si me lavara con nieve
y limpiara mis manos con lejía,
aun así me hundirías en la fosa,
y mis propios vestidos me aborrecerían.
Porque Él no es hombre como yo, para que le responda,
para que juntos vengamos a juicio.
No hay árbitro entre nosotros,
que ponga su mano sobre ambos.
Que Él quite de mí su vara,
y no me espante su terror.
Entonces yo hablaré y no le temeré;
porque en mi opinión yo no soy así.

Lucas 23:32-38
Y llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos con Él.
Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos. Y el pueblo estaba allí mirando; y aun los gobernantes se mofaban de Él, diciendo: A otros salvó; que se salve a sí mismo si este es el Cristo de Dios, su Escogido. Los soldados también se burlaban de Él, acercándose y ofreciéndole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también una inscripción sobre Él, que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

Hemos llegado a la época en que todo el mundo está a la espera de la celebración anual que hemos llamado “Navidad”. Esta es una celebración que tiene ver con el nacimiento del Salvador del mundo y así nosotros le conocemos, así le recordamos, así les celebramos.

Lo que muchos no conocen es que esta espera por el Mesías, alguien que podía restaurar al ser humano quien es caído y vive en su pecado, es algo que viene de antaño. Quizás el personaje que más pudiéramos recordar en este sentido, y el más antiguo de todos es Job.

En un momento dado, Job siente que está pasando por un desierto, una tribulación. En este instante, él no encuentra un sentido de justicia delante de Dios ni como sentirse limpio delante Él ya que tenía tres amigos que le acusaban continuamente.

Leamos algunos versículos del libro de Job para entender como Job anhelaba la llegada del Mesías y así, estaba a la espera de un Salvador. 

En Job 9:33, Job cuestiona si “No hay árbitro entre nosotros, que ponga su mano sobre ambos”. Aquí, Job se está preguntando: ¿no existe un intermediario que pueda ponerle la mano a Dios y al hombre y de alguna manera mediar el pecado, la separación, que el hombre tenía con su Dios?

Es bueno pensar sobre esta pregunta que Job plantea ya que la respuesta es una que conocemos ahora y es que sí existe un árbitro: Cristo Jesús, Dios hecho hombre, Dios encarnado. Él le puso la mano a Dios Padre y le puso la mano al hombre y, a través de Su sacrificio, hemos sido perdonados.

Job continúa haciendo otra pregunta: “¿Cómo puede un hombre ser justo delante de Dios?” (Job 9:2) Esta es una pregunta teológica de extrema profundidad y también la responde el personaje de Cristo.

Yo creo que Job entendió el dilema de que Dios es el Santo y Soberano Juez y que, por otro lado, nosotros somos pecadores y estamos condenados. Ninguno de nosotros podemos cumplir, hemos cumplido ni podremos cumplir la ley de Dios. Entonces, si no puedo cumplir, ¿quién me puede declarar justo delante de Dios?

Es increíble que la respuesta a ambas preguntas que se hizo Job, antes de la llegada del Mesías, se responde con una persona: CRISTO.

¿Hay un árbitro entre nosotros? Cristo Jesús. ¿Quién me puede declarar justo delante de Dios? Cristo Jesús. ¿Cómo lo hizo? Él vino cumplió la ley de Dios a cabalidad, de principio a fin, y una vez la cumplió, eso lo calificó para ser el sacrificio perfecto. Cristo se ofreció en el calvario y allí derramó sangre por el pecado de los hombres. Entonces, desde allí, Él ofrece a Dios una oración que dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

De alguna manera, entonces, en el devenir del tiempo, Dios Padre estaba perdonando a aquellos por quienes Cristo estaba intercediendo desde la cruz. Aquellos que el Padre había elegido desde la eternidad pasada en la cruz fueron justificados y eventualmente perdonados.

Podemos ver que Job estaba anhelando y estaba a la espera de lo que hoy nosotros ya conocemos. Ahora que miramos atrás, podemos entender mucho mejor que ese anhelo era Cristo Jesús siendo anunciado desde la eternidad como alguien que vendría a encarnarse, que caminaría entre nosotros y que eventualmente, después de muerto, resucitaría y ofrecería perdón de pecados y salvación a todos los hombres. 

Que así le podamos recordar en este tiempo de navidad.