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Lo que tu lista de tareas pendientes no puede lograr 

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Jonathan Edwards solía orar y pedir que Dios «estampara la eternidad en mis globos oculares». Esta oración también se ha convertido en la petición de mi propio corazón. 

Cuando tus ojos están fijos en el horizonte de la eternidad, afecta tu visión de la maternidad.  

Necesitamos tener ojos para ver una visión de Dios que es tan grande y tan gloriosa que transforma nuestra perspectiva de la maternidad. En el contexto de la eternidad, donde Cristo está haciendo su obra de reinar sobre el cosmos, necesitamos ver nuestros momentos mundanos por lo que realmente son: adoración. En el trabajo diario (y nocturno) de la maternidad, se nos dan docenas de invitaciones para adorar a Dios mientras nos recuerda la esperanza que tenemos debido a su evangelio.  

Mi oración es que vean que el evangelio es una buena noticia para las, no solo en nuestro «cumpleaños de nacer de nuevo», sino todos los días. 

La maternidad es un regalo de Dios, pero a veces puede ser abrumadora. Reorientando a las madres agotadas a la gracia de Dios que satisface el alma, Gloria Furman ayuda a los lectores a aprender a atesorar a Cristo en los momentos mundanos de la vida. 

El ministerio del Espíritu Santo incluye alinear nuestras inseguridades subjetivas como madres con la realidad objetiva de nuestra seguridad eterna en Cristo. Como madres, necesitamos entrenarnos para enfocarnos en las cosas que son invisibles y eternas (2 Corintios 4:18). Mientras luchamos por mantener esta perspectiva e incluso cuando fallamos en luchar, cediendo a la tentación hacia la apatía, debemos mirar la Palabra de Dios y creerla, incluso cuando no podemos sentirla.  

Necesitamos ser mujeres de la Palabra de Dios cuya petición diaria es: «Enséñame tu camino, oh, Señor, para que pueda andar en tu verdad; une mi corazón para temer tu nombre» (Salmo 86:11). Al caminar en la verdad de Dios, también sentimos las invitaciones del Espíritu a orar. Aunque escritas a pastores, las palabras de Martyn Lloyd-Jones sobre la oración son relevantes para nosotras: 

Siempre responda a cada impulso de orar. . .. ¿De dónde viene? Es la obra del Espíritu Santo (Filipenses 2:12-13). . . . Así que nunca te resistas, nunca lo pospongas, nunca lo hagas a un lado porque estás ocupada. . .. Tal llamado a la oración nunca debe considerarse como una distracción; siempre responde de inmediato, y agradece a Dios si te sucede con frecuencia. 

El trabajo de una madre es santo para el Señor. 

Como madres miramos a Jesús no sólo como nuestro ejemplo; también vemos que él es nuestro poder para amar a Dios y a nuestros hijos. Debido a que Cristo ha hecho por nosotras lo que nunca podríamos hacer por nosotras mismas, con su poder podemos pedir perdón a nuestros hijos cuando pecamos contra ellos, porque Dios en Cristo nos ha perdonado (Mateo 6:12-15Marcos 11:25; Colosenses 3:13). Con su poder podemos humillarnos en nuestro trabajo como madres, porque nadie mostró más humildad que nuestro Redentor cuando abandonó su derecho a permanecer en el cielo y murió la muerte que merecemos (Filipenses 2:3–8). 

Necesitamos tener ojos para ver una visión de Dios que es tan grande y tan gloriosa que transforma nuestra perspectiva de la maternidad.  La obra de Dios en nuestro nombre 

Con su poder podemos luchar por nuestra familia con amor sacrificial, porque el Hijo se sometió alegremente a la voluntad del Padre (Juan 5:20, 23; 14:30-31). E incluso cuando fallamos en amar como él ama, él es nuestra justicia. Jesús ha hecho por nosotros lo que nunca podríamos hacer por nosotras mismas. Jesús es nuestra ancla, y nos ha anclado en su amor; nada, nada, nada nos separará del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor (Romanos 8:39). 

El evangelio está por encima y más allá de todas las filosofías más prácticas, familiares o rentables de la maternidad. Las buenas nuevas de Jesucristo son superiores a nuestras listas de tareas pendientes y trofeos metafóricos de madre del año. Esto se debe a que el mayor problema que tiene una madre no es la falta de creatividad, logro o habilidad, sino su incapacidad para amar a Dios y a los demás como Jesús la ama (Juan 13:34). Sin un mediador que hable por nosotras, nuestro pecado seguramente nos separará de nuestro Dios santo, tanto ahora como para siempre (Romanos 3:23). Si nunca te has alarmado por esa idea y posteriormente te ha consolado la cruz de Jesucristo, entonces te animo, por favor a seguir leyendo. 

No hay una lista de tareas pendientes sobre cómo ser una buena madre. Se trata de nuestro buen Dios y de lo que Él ha hecho. La gracia irresistible de Dios ata nuestro corazón errante a Sí mismo y nos libera para amarlo y desbordar de amor a nuestro prójimo. Hemos sido rescatadas del pecado y de la muerte y se nos ha dado vida eterna por la preciosa sangre de Cristo (1 Pedro 1:18–19). Y debido a la obra de Cristo en la cruz, podemos vivir el camino de amor de Dios en nuestros hogares y en el mundo, aun cuando nuestras manos estén llenas (Gálatas 5:16–26Efesios 4:17–6:18). 

Este artículo está adaptado de Treasuring Christ When Your Hands Are Full: Gospel Meditations for Busy Moms por Gloria Furman. 

Traducido por el equipo de Ezer con autorización de crossway.org.