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Jesús, como ser humano único y prodigioso.

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“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la carne, Vindicado en el Espíritu. Contemplado por ángeles, Proclamado entre las naciones, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16).

En este versículo el apóstol Pablo, con seis frases concisas le explica a su discípulo Timoteo el “ministerio de la piedad”, refiriéndose a la encarnación humana de Jesús, Su misión en la tierra, y cómo después de Su padecimiento, crucifixión y muerte, Su resurrección y posterior ascensión, el creyente debe comportarse en la iglesia, la cual es baluarte y columna de la verdad.  Es mostrar con nuestro estilo de vida que Jesús es realmente único; nuestro estándar, a quien debemos reflejar.   

Este misterio se refiere, pues, al Cristo personal, Dios mismo revelado al mundo; esto es un misterio indiscutiblemente muy grande, o sea, que está más allá de toda duda.  Su propósito y resultado es dar fruto de piedad. Según leí, la estructura de estas palabras de Pablo sugiere que estaba citando un antiguo himno o confesión de fe. 

Esto significa que todas nosotras, por fe, debemos reconocer lo que Pedro dice en 1 Pedro 3:18“Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu.” Es decir, nuestra vida debe ser un reflejo de Su amor.

Jesús, la Palabra encarnada, quien estaba desde el principio con Dios creando este universo, <<Todas las cosas fueron hechas por medio de Él y nada fue creado sin Él. La Palabra le dio vida a todo lo creado>> (paráfrasis vv. Juan 1:1-4).  Jesús el Salvador vino a los suyos, a Su pueblo Israel, ellos no lo recibieron, el mundo que Él mismo había creado lo rechazó.  

Jesús fue 100% Dios y 100% humano; y como humano nacido en una familia humilde, tuvo que obedecer y estar sujeto a sus padres, crecer y aprender (Lucas 2:41-52); tuvo hambre, sed, se cansó, fue tentado (aunque no pecó), sufrió todo tipo de desprecio y oprobio; su propia familia no le entendía ni creía en Él (Juan 7:3-5); sus amigos más cercanos no le acompañaron a orar, fue traicionado, abandonado y negado por sus discípulos, a los cuales llamo “amigos” (Juan 15:15). Por eso Jesús nos entiende, conoce nuestras expectativas, los sueños que tenemos para el futuro, los problemas y las luchas que enfrentamos en este mundo hostil. Por eso debemos alinear nuestra voluntad a la Suya.

Los lideres religiosos, de diferentes sectas, manifestaron una fuerte oposición contra las enseñanzas y las actividades de Jesús; finalmente reunidos todos en consejo decidieron matar al Señor, y para ello contaron con la colaboración de Judas Iscariote; Jesús desde un principio sabía quién le iba a traicionar (Juan 6:64, 70). Sabemos que fue apresado y juzgado, de forma ilegal; luego lo llevaron ante el procurador romano Poncio Pilato, porque querían su muerte y el procurador era el único que podía autorizarla.  Pilato entendió que toda esa acusación era tan solo envidia, reconocía que Jesús era inocente, quiso evitarle la muerte, ejerciendo su costumbre de conceder gracia a un condenado, pero el pueblo pidió que soltasen a Barrabás.  Incluso lo envió a Herodes, quien se burló de Cristo y lo devolvió a Pilato.  Éste se lavó las manos para expresar que no estaba de acuerdo con el dictamen de los sacerdotes, pero le puso en sus manos <<para que fuese crucificado>>, después de azotarle (Mateo 27:1- 2, 11-26).

Ahora, todo esto aconteció para que se cumpliera lo que Pedro nos deja ver en su discurso: 

“pero Dios sabía lo que iba a suceder y su plan predeterminado se llevó a cabo cuando Jesús fue traicionado. Con la ayuda de gentiles sin ley, ustedes lo clavaron en la cruz y mataron;” (Hechos 2:23). (NTV).

Dios tiene el control de todas las cosas; todo lo que acontece y acontecerá ocurre por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios.  Desde la eternidad, (2 Timoteo 1:9) Dios nos muestra Su gracia a través de Cristo; El predeterminó que Jesús moriría una muerte en expiación como parte de su plan preparado de antemano; las manos de los inicuos crucificaron a Jesús (Hechos 4:27).

“Todas las cosas hechas por el Señor tienen] su propio fin, Hasta el impío, para el día del mal”(Proverbios 16:4). ¡Asombroso!  ¿No es así?, sin embargo, aunque el inicuo viene a este mundo por un plan predeterminado por Dios, estos darán gloria a Dios el día en que sean juzgados y consignados al castigo eterno. (ver Romanos 9:17-23).

De una cosa tengo certeza, Dios es bueno, nunca es injusto al tratar con Su pueblo.  Como creador soberano, tiene el derecho de actuar de acuerdo con Su voluntad, ya sea en el ejercicio de Su compasión (Romanos 9:14-16), o en el ejercicio de Su ira. Así que, debería ser nuestro propósito cada día, enfocarnos en Jesús, pues Dios el Padre nos ve a cada una de nosotras a través de Su Hijo. 

¡Dios les bendiga rica y abundantemente!