La decoración de los hogares es una de las tradiciones navideñas en nuestra sociedad. Adornamos con figuras que representan el nacimiento de Jesús. Los Reyes Magos son una de las figuras más características de esta decoración. Normalmente los situamos caminando hacia el pesebre donde nació Jesús o bien delante de él adorándolo. Se dirigen en camellos ayudados por los pajes reales y van vestidos con trajes largos aterciopelados, llevan grandes capas y corona, excepto Baltasar que lleva un turbante. Melchor es el mayor de los tres y se le representa como un anciano de pelo largo y barba blanca. Gaspar es el más joven de ellos, moreno y con barba oscura. Baltasar de raza negra, normalmente aparece sin barba, aunque también podemos encontrarlo con ella.
Es un hermoso cuadro ver a estos majestuosos reyes arrodillados sobre el heno junto a los pastores entre los bueyes y el ganado, todos adorando a un bebé en un pesebre. Excepto que esto no fue lo que realmente paso.
¿Quiénes eran realmente estos tres hombres sabios de la historia de Navidad? ¿De dónde venían? ¿Llegaron a ver el establo? ¿Verdaderamente eran tres? Las respuestas a estas preguntas pudieran no ser lo que esperas.
¿Qué dice la Biblia sobre estos hombres sabios en la historia de la Navidad?
Los hombres sabios son mencionados en Mateo 2:
“Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios del oriente llegaron a Jerusalén, preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos Su estrella en el oriente y lo hemos venido a adorar” (Mateo 2:1-2).
Mateo deja constancia de la búsqueda de Jesús por parte de ellos. Se dirigieron a la corte del Rey Herodes y le preguntaron dónde encontrarían al “rey de los judíos” que había nacido. En respuesta a esto, Herodes llamó a los sumos sacerdotes y maestros de la ley, que determinaron que, de acuerdo con las profecías del Antiguo Testamento, el Mesías nacería en Belén.
Descubrieron a Jesús en una casa (no en un pesebre) en Belén de acuerdo con las profecías y le dieron regalos. Entonces Dios les advirtió en un sueño no permitir que el rey Herodes supiera donde estaba Jesús, así que ellos regresaron a su lugar de origen sin decirle nada a Herodes, quién estaba secretamente conspirando para matar a Jesús.
Aquí vemos que estos sabios o reyes como le llamamos no pertenecen realmente a la escena del pesebre que tanto admiramos. Hay datos que sugieren que llegaron bastante tiempo después del nacimiento de Jesús en un establo. El Evangelio de Mateo no incluye detalles de si eran verdaderamente reyes, si eran exactamente tres y si su llegada fue poco después de su nacimiento. De acuerdo con Mateo 2:2 y 9 estos sabios fueron guiados por una estrella visible que los llevó hasta Jerusalén y luego hasta Belén exactamente al lugar donde estaba el niño. Algunos han sugerido que Jesús pudo haber tenido entre 1 y 2 años por el hecho de que el Rey Herodes ordenó la matanza de todos los niños menores de 2 años.
Los sabios viajaron desde lejos y le trajeron regalos a Jesús porque ellos creían que Él era un rey y digno de adoración.
El evangelio de Mateo registra que estos sabios vinieron con regalos especiales para el rey recién nacido: “Entrando en la casa, vieron al Niño con su madre María, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra”. (Mateo 2:11)
Estos tres regalos que trajeron los sabios a Jesús eran muy costosos y por lo tanto lo mejor que se le podía dar a un rey. Estos eran tradicionalmente importados de la Península Arábiga o de África que significa que los hombres sabios estaban trayendo lo mejor de su tierra natal. En la actualidad los cristianos apuntan más a razones simbólicas, lo cual estos sabios pudieron o no tener originalmente esa intención. Mateo no nos da ninguna explicación.
El oro es un símbolo de la divinidad, apuntando a la identidad de Cristo como el Hijo de Dios.
El incienso era con mucha frecuencia quemado como una ofrenda a Dios. Esto pudiera simbolizar el hecho de que Jesús se daría a Sí mismo como un sacrificio.
La mirra es una especie que se usa para embalsamar a los muertos. Simboliza amargura y sufrimiento. Esto podía simbolizar como Jesús crecería para sufrir y morir.
La visita de los sabios, independientemente de donde venían específicamente, vinieron de lejos. El nacimiento de Jesús no solamente fue importante para los judíos; era importante para el mundo entero.
Los hombres sabios honraron la realeza y el reino de Jesús mucho antes de que la mayoría se diera cuenta de quién Él era. Los magos del Este le dieron a Jesús la adoración que se merecía como un rey, mostrando un destello de Su majestad. Esto puso al Rey Herodes tan temeroso de su propio poder que trató todo para asesinar a Jesús – y falló.
Nosotras como estos sabios debemos vivir en asombro agradecidas por la maravilla del amor de Dios que lo llevó a hacerse carne en un bebé. Este regalo de parte de Dios es demasiado grande, demasiado maravilloso, ¿qué podemos nosotras dar a cambio? Lo que podemos es darnos nosotras mismas en adoración. Estos hombres, eruditos, ricos, magos del Este, no judíos y probablemente paganos, arrodillados a los pies del pequeño niño, del Dios verdadero, se dieron a sí mismos, se arrodillaron y adoraron dicen las Escrituras.
El desafío para nosotras hoy es que el amor de Dios se refleje en nuestras vidas mientras le adoramos con todo lo que tenemos.