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Dar gracias por tener un trabajo

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“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto,
desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio
ni sombra de variación.”

(Santiago 1:17)

Mientras vivimos en un mundo caído, el trabajo, no importa en que consiste el mismo, será difícil. Dios nos dijo a través del castigo a Adán en Génesis 3:17-19, “Maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”.

Como Adán nos representó a todos nosotros, el castigo sigue en pie. No debemos sorprendernos con las dificultades sino levantarnos por encima de ellas. Como cristianas, nuestro testimonio brilla en medio de, y a pesar de las dificultades mucho más que cuando vivimos vidas fáciles. Dios está formándonos a Su imagen (Romanos 8:29) a través de las dificultades (Romanos 8:28) para caminar en las buenas obras que Él preparó de antemano (Efesesios 2:10).

Desde la creación del hombre, el plan de Dios era que necesitábamos trabajar para nuestro sostén. Lo que cambió con nuestra rebelión era que el trabajo cambió de algo fácil y placentero a algo arduo y difícil. Sin embargo, nuestro Dios es tan misericordioso y bueno, que ha dado a los cristianos la capacidad de brillar como luminares en un mundo torcido y perverso cuando trabajamos sin murmuraciones ni discusiones (Filipenses 2:14-15). Dios espera que seamos diferentes mientras transformamos nuestra mente (Romanos 12:2) y entonces Él obra a través de nosotras (Filipenses 2:13).

La realidad es que la pobreza ha aumentado durante la pandemia del COVID-19. Hay 97 millones de personas más en el 2020, viviendo con menos de 2 dólares diario por a causa de esta pandemia que traduce en un aumento en la tasa de pobreza de un 7.8% a un 9.1%. ¡Es decir, hemos perdido 4 años en el progreso que tuvimos en erradicar la pobreza extrema global! Y ¿por qué?, porque seguimos viviendo con la espalda a Dios y entonces el mundo sigue empeorando y nosotras las cristianas esperamos con ansias, su retorno porque cuando “se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7:14).

Para dar un ejemplo de cómo piensa el mundo, leí en Yahoo! a finales de diciembre del año pasado, de una mujer quejándose porque su novio de 3 años, no podía llevarla por motivo de su cumpleaños a un restaurante fino al cual ella estaba acostumbrada a ir, porque él había perdido su trabajo a causa de la pandemia y en el trabajo que encontró pagaban mucho menos. Siendo padre soltero, responsable, el gasto en ese momento estaba fuera de sus posibilidades. ¡Ella no solamente se quejó, sino que lo posteó en una página publica! Se que esto es un caso extremo, sin embargo, nos demuestra cómo piensa el mundo. Mi derecho, yo merezco, yo soy lo más importante etc., mientras como cristianas, nuestra actitud debe ser la de Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo (Filipenses 2:6-7). Y, ¿cómo hacemos esto?, no hagamos nada “por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.” (Filipenses 2:3-4). ¿Por qué?, porque todo lo que tenemos viene de la mano de Dios, ¡y no merecemos nada sino una eternidad en el infierno!

La salvación inmerecida debe estimularnos a transformar nuestra mente para que diariamente nos parezcamos más a Cristo y al hacerlo mostrarle al mundo a nuestro Señor. Esto es imposible sin la morada del Espíritu Santo, entonces depende de nosotras de si la tenemos.   Yo sé que el trabajo es difícil, yo sé que hay tiempos que no te agrada, esto es normal no algo inusual, sino que debemos considerarlo como un privilegio dado por Dios para que presentemos a Cristo a un mundo caminando en alta velocidad al infierno (Filipenses 1:29).

Daremos gracia a Dios porque “toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.” (Santiago 1:17)