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¿Hay algo imposible para Dios?

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Mi padre era un hombre honesto pero muy escéptico. Mi madre, mis hermanos y yo nos habíamos convertido al cristianismo, llevábamos varias décadas en la fe, pero él continuaba con su escepticismo. No iba a la iglesia y no quería que le habláramos de ese tema. Un día, tratando de buscar el momento oportuno me le acerqué y le dije: Papi sé que no te gusta hablar de esto, pero por favor dime ¿En qué crees? Y su respuesta fue: «si realmente Dios existe, no puede ser como ustedes se lo imaginan, un Ser a quien se debe adorar y con quien se puede conversar. La religión es un invento de hombres para poder someter y dominar a otros hombres».  Y me agregó que le daba pena el tiempo y la energía que nosotros gastábamos en rendirle culto a ese Dios. En ese momento sentí como si me hubieran clavado una espada en el corazón. Sabía que él no era creyente, pero nunca imaginé que estaba tan lejos de la verdad. Lo que tampoco sabía ni me imaginaba es que muy pronto me enfrentaría a la pena de saber que le quedaba poco tiempo para convertirse.

Meses después empecé a notar ciertas actitudes extrañas en su comportamiento. Su forma de hablar se hacía ininteligible y se tambaleaba al caminar. En ese momento le recomendé visitar a su médico, pero se negó rotundamente, hasta que un día, al fin cambió su decisión y yo misma fui con él. Después de hacerle muchos estudios se determinó que tenía un tumor cerebral. Nos angustiamos mucho con esa noticia, pero teníamos la esperanza de que dicho tumor fuera benigno. Uno de los pastores de mi iglesia que se enteró se ofreció para visitarle, estuvo con él hablándole y predicándole, pero papi seguía sin entregarse a Cristo. Se notaba muy asustado por la cirugía, pero él no era el tipo de persona capaz de convertirse tan solo por temor. Cuando llegó el momento de la operación, lo primero que hice fue orar con él y en ese momento vi como brotaban lágrimas de sus ojos. Aunque salió bien de la intervención quirúrgica, solo pudieron extraerle una pequeña parte del tumor que estaba dañando su cuerpo, un tumor que al realizarle la biopsia resultó ser canceroso. Se trataba de un Glioblastoma Multiforme, un diagnóstico mortal.

Yo amaba mucho a mi papá. Me angustiaba el hecho de que muriera sin estar en Cristo. Mientras el tiempo corría, su posición era la misma: totalmente reacio a todo lo que tuviera que ver con la fe. Entonces, como familia, comenzamos a orar por un milagro, o mejor dicho por dos: uno era que papi se convirtiera y el otro que el Señor lo sanara de su enfermedad. Desde el punto de vista humano, las dos cosas eran imposible. Por un lado, nosotros teníamos más de 20 años orando por su conversión, y por otro, el diagnóstico de su enfermedad no ofrecía posibilidad alguna de sanidad. Pasaron días, semanas y meses sin ver en él ningún aparente cambio espiritual. Pero nosotros continuábamos orando y esperando en Dios.

De repente un día mi padre aceptó a Cristo como su Salvador y su Señor. Yo no lo podía creer. Aquello era un verdadero milagro. Más adelante, y por la gracia de Dios pude hacer devocionales con él todas las mañanas durante unos dos meses. Alcanzamos a leer el evangelio de Juan entero y también el libro de Los Hechos. No puedo explicar el gozo que fue para mí poder compartir la Palabra con mi padre. Finalmente, Dios se lo llevó. Aunque no me concedió el milagro de la sanidad física, me había concedido el mayor milagro: el de la sanidad espiritual, el de la salvación de su alma. Confieso que ese no era el primer milagro que el Señor me había concedido. En varias ocasiones había podido experimentar en mi propia vida y en las de mi familia que nada es imposible para Dios. Eso es lo que él mismo afirma en Su palabra. La Biblia está llena de relatos de sus milagros.

Tan solo por recordar algunos de ellos:

  • En Génesis 18, Dios le promete a un hijo a Sara. En ese momento lo único que a ella se le ocurrió fue reírse porque veía aquello sencillamente imposible. Ya tenía noventa años y como es natural, la menstruación le había cesado hacía ya mucho tiempo. Pero el Señor le respondió: «Hay algo demasiado difícil para el Señor?» Gén.18:14. Ante la voz del Señor ella decidió creer, confió en Su palabra y por la fe pudo concebir.  En Heb. 11:11 podemos leer que por la fe Sarah recibió fuerzas para concebir porque creyó que Dios era fiel en cumplir lo que había prometido.
  • Éxodo 7-11. Dios sacó a su pueblo de Egipto sin que ellos tuvieran que pelear, enviándole plagas que obligaran a los egipcios a dejarlos salir.
  • Éxodo 14:21-25. Dios dividió el mar en dos para que Su pueblo, que venía huyendo de los egipcios, pudiera cruzar pisando sobre tierra seca.
  • Éxodo 16. Alimentó a ese pueblo con maná del cielo durante cuarenta años mientras hacían su travesía por el desierto.
  • Josué 6. Dios derribó los muros de la ciudad de Jericó de forma milagrosa para que Su pueblo pudiera tomar dicha ciudad.
  •  1 Samuel 17. Derrotó al gigante Goliat usando a un pequeño como David.
  • Daniel 3. Salvó a Daniel del horno ardiente cuando el rey Nabucodonosor lo condenó a morir carbonizado. A Daniel no se le quemó ni un hilo de su ropa.
  • Mateo 1:18-25. Dios se hizo hombre en la persona de Jesús, se encarnó y nació   de una mujer virgen.
  • Marcos 1:41, Marcos 5:1-20, Marcos 5:21. Dios, hecho hombre en la persona de Jesús, en su paso por la tierra sanó enfermos, liberó endemoniados y resucitó muertos.
  • Mateo 28. Después de crucificado, Jesús, el Hijo de Dios, resucitó al tercer día dejando la tumba vacía.
  • Juan 1:12. Como consecuencia de su resurrección nos ha perdonado y nos transforma de ser enemigos suyos a hijos amados.
  • Hechos 9. Convirtió a Saulo (Pablo de Tarso), de perseguidor de la iglesia, a mártir gozoso entregado a la causa de Cristo

Estos son tan solo algunos ejemplos. La Palabra de Dios está llena de narraciones de sus obras milagrosas. Él quiere que conozcamos Su Poder, que confiemos y dependamos de Él no importa qué tan dura o difícil sea la situación que estemos atravesando. A veces (no siempre), ese es el propósito mismo de la prueba, que le conozcamos mejor o experimentemos el poder o la grandeza de alguno de sus atributos.  ¿Cómo vamos a experimentar el poder infinito de Dios en nuestras vidas si nunca nos encontramos en situaciones difíciles o imposibles? ¿Cómo vamos a conocer a Dios como nuestro sanador si nunca enfermamos? A través de toda la Biblia Él se nos ha revelado como el Dios todopoderoso.

Amada amiga, no se cual sea tu caso. Quizás te estés enfrentando a una situación que te parezca difícil o imposible de resolver desde el punto de vista humano.  Quizás tengas un esposo, un hijo o algún familiar inconverso por el que has estado orando por años sin ver resultado positivo, quizás sea una enfermedad, una necesidad económica, alguna situación conflictiva en la que ya has perdido la esperanza. Querida hermana, aférrate a Dios. Ora a tu Padre celestial con fe sabiendo que en El reside todo el poder, que está lleno de misericordia y bondad. Que, si al final no recibes aquello por lo que estado pidiendo, no sea porque no oraste o no tuviste la fe suficiente sino porque no era Su voluntad. Nuestra fe juega un papel muy importante en ver concedidas nuestras peticiones.

Lee Santiago 1:6-7. En este pasaje se te manda a orar con fe, a no ser mujer de doble ánimo. Pide, pide con fe. Es cierto que la respuesta de nuestro Padre a veces es no, pero eso no lo sabrás hasta el final. A ti te toca orar y esperar en sumisión. Su parte es responder de acuerdo con Su propósito.

En mi caso Dios no sanó a mi padre físicamente, aunque estuve orando por eso hasta el momento final. Pero lo salvó espiritualmente y eso es aún mejor. Dios siempre responde mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, y Su respuesta es siempre lo mejor para nosotros porque Dios es un Padre bueno. Confía en tu Padre Todopoderoso. Para él nada es imposible.