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Cuando la salvación necesita ser explicada otra vez

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “Cuando la salvación necesita ser explicada otra vez” basado en Gálatas 2:16-21.

El mayor problema del ser humano es el hecho de que Dios es santo y justo, pero nosotros no somos ni una cosa ni la otra. En la misma línea, el segundo problema más grande del ser humano es el hecho de que él no tiene la menor idea de cuán santo es Dios, ni tiene la más remota idea de cuán pecaminoso él es. Por consiguiente, él entiende que puede alcanzar su estado de justificación y santificación por sus propios esfuerzos. El hombre ha rechazado la oferta de salvación de parte de Dios la cual representa un yugo fácil y una carga ligera, y ha preferido un camino de salvación que no solo es imposible, sino que también es pesado.

Como hemos visto en los últimos mensajes, los judaizantes eran de tanta influencia entre los Gálatas que, cuando llegaron a la ciudad de Antioquía, Pedro fue influenciado por ellos hasta el punto de no querer juntarse con los gentiles, lo cual él estaba acostumbrado a hacer. Pablo confrontó esa actitud hipócrita de Pedro y, en Gálatas 2:16-21, procede a explicarle la salvación a los Gálatas una vez más como un intento de rescatarlos del error.

En el versículo 16, el apóstol Pablo menciona que no somos justificados por las obras de la ley sino por la fe o por haber creído en Cristo Jesús. Las obras de la ley es la ley puesta en práctica o la obediencia a cada uno de dichos mandamientos. Esto implicaba obediencia absoluta durante toda la vida sin comprometerla a ningún grado. Cualquier desviación de la media implicaba una transgresión, no simplemente contra la ley de Dios, sino también contra el carácter santo del dador de la ley. Hacer esto era una imposibilidad; esas condiciones solo fueron llenadas por Cristo y es por eso por lo que la salvación es por fe en Él.

Hermanos, el mejor de nosotros es una persona extremadamente frágil, vulnerable y fácil de caer en las garras de Satanás. La ley de Moisés era buena, santa y justa, pero había un “problemita” y era que nadie podía cumplirla. Es por eso que el Evangelio me brinda una esperanza que no depende de mí y de mi obrar, sino de la obra del mismo Dios en la persona de Su hijo, pero para mi beneficio.

Pablo cierra el versículo 16 con un negativo universal: “Puesto que por las obras de la ley nadie será justificado.” Esto es lo mismo que Pablo afirma en Romanos 3:20, “Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado.” La ley revela nuestro pecado y revela el carácter santo de Dios contra quien hemos pecado.

Bíblicamente hablando, el pecador no es declarado inocente, porque no lo es. El pecador es declarado “no culpable” a pesar de serlo. La ley me declara culpable una y otra vez cuando pongo mi confianza en ella porque ella misma me muestra que soy incapaz de cumplirla.Cristo, por otro lado, me declara no culpable cuando pongo mi confianza en la obra que Él realizó.No es simplemente que soy perdonado como un criminal que siempre tendrá un record histórico. Cuando Cristo me justifica, la evidencia es destruida. Si la ley fue clavada en la cruz y cancelada por Cristo, entonces la ley no me puede condenar.

En el versículo 17, Pablo hace una pregunta un tanto difícil de entender: “Pero si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros hemos sido hallados pecadores, ¿es Cristo, entonces, ministro de pecado? ¡De ningún modo!” Lo que Pablo está tratando de explicar es que, si al sentirnos salvos y seguros en Cristo comenzamos a pecar, ¿es Cristo el agente de pecado ya que Él fue quien nos justifico? ¡De ningún modo! Más bien, el pecador soy yo si no estoy considerando mi salvación como algo que debo honrar.

Pablo continúa su argumento en el versículo 18-19 diciendo, Porque si yo reedifico lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor. Pues mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios.”  Dicho de otra manera, si yo vuelvo a la ley que yo mismo dejé a un lado, yo voy a resultar otra vez transgresor porque nadie puede cumplir las obras de la ley.

Pablo se prepara para cerrar su argumento con estas palabras que leemos en Gálatas 2:20-21: “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Esta es una de las declaraciones más increíbles de toda la biblia. Nuestra identificación con Cristo es tal que, cuando Cristo cumplió la ley, la estaba cumpliendo por mí y, de esa misma forma, cuando Cristo fue crucificado, es como si yo hubiese sido crucificado. Es por esto que Pablo escribe, “Con Cristo he sido crucificado…”

Por otro lado, Pablo afirma dicha identificación con Cristo hasta decir que ya no es él quien vive, sino que Cristo vive en él y que ahora, esta vida que él vive en la carne, no la vive en el poder de la carne, sino en el poder del Espíritu. Pablo nos recuerda dos grandes verdades:

  1. La nueva vida en Cristo se vive por fe. Es el espíritu que vive en nosotros es quien nos permite vivir de esta nueva manera y no la carne.
  2. Quien hizo esto posible fue Cristo quien “me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

Pablo cierra el capítulo 2 de Gálatas diciendo, “No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano.” Lo que Pablo está tratando de comunicar es que él no va a anular la gracia de Dios, insistiendo en que la justificación o la salvación viene por medio de la ley. Si eso fuera cierto, entonces Cristo murió en vano por nosotros. Esa es la razón por la que leemos en Efesios 2:8-9 que la salvación es por gracia por medio de la fe y que esto no es de nosotros, sino que es un don de Dios.

En conclusión, la justificación implica una justicia que proviene de Dios y lograda independientemente del hombre, un don, y una gracia dada independientemente de las obras. Es imputada, dada a los pecadores y recibida por fe. La justificación es la persona y la obediencia de Cristo en Su obra de expiación hecha a favor mío.