Este ha sido un tema muy controversial en algunas iglesias, sobre todo en aquellas de corte pentecostal. La confusión ha estado aparentemente en el siguiente versículo:
Deuteronomio 22:5 «La mujer no vestirá ropa de hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer; porque cualquiera que hace esto es abominación al SEÑOR tu Dios».
La preocupación de Dios en ese momento estaba centrada en el hecho de que el hombre y la mujer deben vestir de una manera que puedan ser claramente identificados como masculino y femenino. Esto así para que no haya confusión de roles, y que tampoco se vaya a formar un hombre con tendencia femenina o una mujer con tendencia masculina. La referencia del texto en Deuteronomio no es específicamente a pantalones, que ni siquiera existían, sino más bien a formas y estilos femeninos que pudieran ser usados por el hombre o formas y estilos masculinos que pudieran ser usados por las mujeres. Esto contribuiría a confundir a la población y crear amaneramientos en los hombres o, en el caso de las mujeres, a crear un estilo «amachado», como ha sido denominado en nuestra cultura.
Realmente los pantalones no necesariamente constituyen una vestimenta que haga lucir «amachada» a la mujer, y por tanto, no creemos que ésta es una prohibición en la vestimenta de la mujer. Sin embargo, una mujer pudiera usar pantalones y a la vez usar otras vestimentas, o tener ademanes, que pudieran hacerla lucir más como un hombre que como una mujer, y es en contra de eso precisamente que Dios estaba legislando en Deuteronomio 22. Lamentablemente este texto ha sido sacado de contexto y muchas son las iglesias que prohíben el uso de pantalones a las mujeres, pensando que esto es parte de la prohibición establecida en el Antiguo Testamento.