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El matrimonio homosexual

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Este es el tercer artículo tratando el tema de la homosexualidad. El primero trataba la relevancia de la homosexualidad, y el segundo la esperanza para el homosexual. 

Como hemos venido hablando, la homosexualidad es un comportamiento secundario a una elección humana que ha sido muchas veces influenciada por el entorno familiar y la sociedad permisiva de nuestros días. Esto hace al hombre responsable ante Dios. Al no entender la homosexualidad como una conducta que es posible cambiar, las personas homosexuales deciden no indagar acerca de sus estilos de vida y simplemente asumen que esa es la manera como Dios quiere que ellos vivan. Peor aún, muchos entienden que Dios ni siquiera existe o que, si es real, ese Dios no tiene el derecho de regular las vidas individuales de los seres humanos porque sólo el individuo mismo puede hacer eso. Ese es el momento histórico que estamos viviendo, donde las parejas homosexuales quieren que se les reconozcan los derechos legales del matrimonio e incluso que se les permita la adopción de niños. Pero la realidad es que las evidencias indican que las parejas o matrimonios homosexuales son radicalmente diferentes a las parejas o matrimonios heterosexuales.

En primer lugar, las parejas homosexuales promedian mucho menor tiempo involucrados en una misma relación monógama. El censo en línea de los consumidores Gays y lesbianas examinó, entre el 2003 y 2004, los estilos de vida de 7,862 homosexuales. De aquellos que estaban comprometidos, solo un 15% reportaba tener relaciones de más de 12 años de duración. Comparemos ese 15% con las estadísticas del estudio del Centro Nacional para las Estadísticas de la Salud, que nos dice que en el 2001 el 66% de los matrimonios tenían una duración de 10 años o más, y que el 50% de los matrimonios duran más de veinte años. Las estadísticas son lo que uno esperaría, puesto que un estilo de vida que surge de patrones de crianza disfuncionales, o con un trasfondo emocional de trauma e inestabilidad, no puede dar lugar a relaciones sanas, estables y duraderas.

El segundo punto a revisar tiene que ver con el nivel de fidelidad en la pareja homosexual. Un estudio de la revista AIDS reporta que hombres homosexuales con un compañero estable tenían un promedio de ocho parejas por año. La revista homosexual GENRE encontró que el 24% de los encuestados dijeron que habían tenido más de cien parejas sexuales en su vida. El Journal of Sex Research publicó un estudio basado en el perfil de más de 2000 homosexuales mayores. Este estudio reveló que la mayoría reporta haber tenido de 101 a 500 parejas sexuales. Entre un 10.2% a 15.7% tuvo de 501 a 1000 parejas y de nuevo entre un 10.2% a 15.7% reportaron haber tenido más de mil parejas sexuales en su vida. Reconocemos que estos no son todos los casos, pero estas estadísticas sí revelan la gran inestabilidad que presentan estas relaciones.

A pesar de que un grupo ha tratado de transmitir de diversas formas que las parejas homosexuales son tan estables como las heterosexuales, un estudio canadiense de hombres homosexuales que habían estado en una relación de compromiso de más de un año encontró que solo el 25% de los entrevistados había permanecido monógamo. De acuerdo al autor de este estudio, Barry Adam, “la cultura gay le permite a los hombres explorar formas diferentes de relaciones más allá de la monogamia”.

Muchos plantean que la falta de legislación y regulación no ayuda a promover la estabilidad en las parejas homosexuales. Sin embargo, cuando revisas países o estados donde estas uniones han sido legalizadas, te encuentras por ejemplo que en Vermont, Estados Unidos, solamente un 21% de las parejas homosexuales que viven juntas han decidido casarse legalmente, y por tanto, el estar registradas. El cuadro es aún peor en Holanda y en Suecia donde solamente un 2.1 y un 2.8% respectivamente de las parejas homosexuales que viven juntas, han decidido legalizar su unión. Para poder comparar estas cifras, el número de parejas heterosexuales casadas oficialmente, en los Estados Unidos supera el 50%, que es triste, pero comprensible, dado que el matrimonio está en uno de sus peores momentos como institución.

Un tercer punto de comparación entre las parejas homosexuales y las heterosexuales lo vemos en las diferencias en el modelo familiar. La comunidad gay nos dice que entre un hogar homosexual y uno heterosexual no hay gran diferencia, y que es un ambiente tan propicio como cualquier otro para criar niños. En respuesta a esto, creo que en primer lugar debemos preguntar por qué solo una minoría de los hogares de gays y lesbianas tienen niños. Revisemos las cifras: el Reporte Especial del Censo del 2000 publicado como “Demografics”, en su página 141, nos dice que de la población estimada homosexual, el 29% convive en un hogar como pareja y solo el 8% convive en un hogar con niños. Esos niños pueden ser adoptados o que nacieron de uno de los miembros de la pareja, pero viven dentro de una pareja homosexual. Esto nos demuestra que dentro de la comunidad homosexual hay poca disposición a convivir con otros en un hogar, algo requerido para la crianza de un niño.

Finalmente, un último aspecto comparativo entre la pareja homosexual y la heterosexual tiene que ver con el grado de violencia que se han reportado en ambos tipos de hogares. Las cifras son las siguientes: el porcentaje de violencia física entre parejas lesbianas es de 11.4% y entre hombres homosexuales es de 15.4%. Por su parte, en los hogares de matrimonios heterosexuales, el porcentaje es de 0.31%. Un estudio de las parejas lesbianas reportó en el Manual del Desarrollo e Intervención Familiar, que el 54% había sido víctima de 10 o más incidentes violentos, que el 74% entre 6 o más incidentes, que el 60% reportaba un patrón de abuso y el 71% reportó que con el este patrón empeoraba. En su libro “Hombres que golpean a los hombres que aman: gays abusados y la violencia doméstica”, los autores Island y Letellier postulan que “la incidencia de la violencia domestica entre hombres gay es casi el doble que entre la población heterosexual”.

Lo que estamos viendo con todo esto es que las vallas protectoras de la sociedad, que han estado ahí por cientos y miles de años, están siendo removidas poco a poco. Decía Peggy Noonan, una periodista muy conocida en Estados Unidos y quien fuera ayudante personal del ex-presidente Ronald Reagan, que antes de nosotros quitar una valla protectora de la sociedad, tenemos que preguntarnos por qué había sido colocada allí en el primer lugar.

Si el reconocer o no los matrimonios homosexuales fuera simplemente un asunto de papeles, y de una firma legal, entonces quizás, desde el punto de vista de la sociedad, no debiera haber tantos problemas. Pero cuando consideramos las implicaciones emocionales, psicológicas, sociales y de salud que traería sobre la sociedad una ley como esta, entonces estamos hablando de algo a lo que todo el mundo debiera oponerse, para la supervivencia de la sociedad.

Podemos terminar con esta última cita que nos hace pensar, de Cristina Lopez Schlichting, periodista española conductora del programa en cadena COPE: “El matrimonio es la suma de dos principios: heterosexualidad de los cónyuges y unión de dos personas. Si se prescinde del primero, ¿por qué no se puede prescindir del segundo y dar paso a la poligamia, que es una forma de barbarie?”.

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