Inicio Sermones El espíritu de la apostasía El espíritu de la apostasía

El espíritu de la apostasía

11202
0

Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “El espíritu de la apostasía”basado en Hebreos 6:4-10.

La apostasía puede darse de parte de un individuo, de una iglesia y de toda una denominación y así ha ocurrido a lo largo de la historia de la iglesia. Es un concepto importante por más de una razón. Lo podemos ver desde el punto de vista escatológico (o de las últimas cosas): con relación al Anti-Cristo, Pablo dice en 2 Tesalonisenses 2:3, “Que nadie os engañe en ninguna manera, porque no vendrá sin que primero venga la apostasía y se ha revelado el hombre de pecado, el hijo de perdición.” En este contexto, Pablo hace una revelación monumental: el Anti Cristo no va a aparecer en la escena hasta que esta gran apostasía se de.

Desde el punto de vista práctico, la apostasía es un concepto también sumamente importante en vista de que aquellos que apostatarán de la fe no tendrán otra oportunidad de arrepentirse y regresar al camino. Esto no quiere decir que todo el que se enfría o se aleja de la fe es inmediatamente un apóstata. Básicamente, lo único que diferencia la apostasía y el enfriamiento espiritual es la prueba del tiempo.

En esencia un apóstata es alguien que se aleja y divorcia de la fe verdadera y que llega a abandonar aquellas creencias que el profesó creer en un momento dado. Apostasía pudiera definirse como un desafío a un sistema establecido o a una autoridad; una rebelión; un abandono de la fe.

El pasaje principal de hoy es Hebreos 6:4-6. Sin embargo, para poder entender todo el contexto y la preocupación del autor de esta carta con la posible apostasía de algunos, necesitamos leer más ampliamente, leyendo Hebreos 5:11-14 y Hebreos 6:1-12.

El autor del libro de Hebreos 5 está preocupado primeramente por un grupo de creyentes que, de acuerdo con su estimación, debían ya ser maestros de la palabra y, sin embargo, se habían estancado hasta el punto que volvieron a tener necesidad de que alguien volviera enseñarle las cosas elementales acerca de Dios. Luego, el autor continúa al inicio del capítulo 6 haciendo las mismas advertencias acerca de la necesidad de avanzar hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios. Ese estancamiento usualmente es una primera señal de que algo no anda bien en la vida de alguien que dice ser creyente. Menciono eso porque tan pronto él enfatiza de manera significativa la falta de madurez en el creyente, inmediatamente él pasa a la advertencia de la posibilidad de que algunos se convertirán en apóstatas de la fe.

En Hebreos 6:4-6, el autor primero habla de aquellos que fueron una vez iluminados. Para algunos, esta expresión “iluminados” implica convertidos pero, en realidad, ese no es el caso. Cualquier persona que oye el evangelio y lo entiende—e incluso pudiera memorizarlo y repetirlo —es una persona que ha recibido luz y puede ser considerada iluminada (Juan 1:9).

El segundo término con el que tenemos que lidiar es cuando el autor habla de aquellos que probaron el don celestial. Aunque no está claro lo que significa la palabra “probar”, si es muy posible que el autor se está refiriendo simplemente aquellos que han recibido bendición de parte de Dios porque en ese sentido probaron el don o dones celestiales (Salmo 34:8).

El tercer término que se hace difícil de interpretar es cuando el texto habla de aquellos que fueron partícipes del Espíritu Santo. Algunos han tomado esto de ser partícipes del Espíritu Santo como si estas personas fueran creyentes en quienes moraba el espíritu. Wayne Gruden, trabajando con el lenguaje original, muestra como realmente el ser partícipe del Espíritu Santo, en esencia, significa el estar asociado con la obra del espíritu de una manera cercana. Pudiéramos decir como aquellos que estuvieron alrededor de Jesús y que vieron la expulsión de demonios que Cristo hacía por medio del poder del espíritu ellos tuvieron una experiencia cercana con el poder del Espíritu de Dios y, sin embargo, en vez de creer dicho poder los rechazaron. Por eso es que, Cristo habla de que la blasfemia contra el Espíritu Santo no sería perdonada ni en esta vida ni en el siglo venidero. Si tú ves el Espíritu en acción, obrando milagros y tú rechazas lo que ves, pues en esencia has sido un participante de la obra del Espíritu, pero no has creído. De manera que esta gente no tiene que haber sido creyente, pero si debió haber estado expuesta a la obra del Espíritu.

Luego el autor habla de aquellos que gustaron la buena palabra. En la parábola del sembrador en Mateo 13:20, Jesús habla de un grupo de personas que recibieron la palabra con gozo, pero que esa semilla cayó en pedregales. Como no tenía raíz profunda, cuando llegó la aflicción y la persecución, enseguida tropezaron y cayeron. Esos gustaron de la buena palabra, pero el hecho de caer con la persecución puso de manifiesto que ellos no llegaron a creer la palabra que gustaron. Precisamente las personas a quienes el autor de Hebreos le escribe fueron personas bajo persecución.

Finalmente, el autor habla de que esta gente gustó de los poderes del siglo venidero. Esto suena a como que estas personas no eran creyentes, pero parecían serlo (Mateo 7:22-23). El día que el señor Jesús envió a los 70 de dos en dos y ellos regresaron diciendo “Señor hasta los espíritus se nos someten”, ese día, Judas formó parte de una de esas parejas de manera que él pudo “probar” los poderes del siglo venidero. El autor de Hebreos dice en Hebreos 6:6 que aquellos que disfrutaron de tan grandes bendiciones si después de esos privilegios ellos caen, “es imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento puesto que de nuevo crucifican para sí mismos al hijo de Dios y le expone a la ignominia pública.”

El punto que el autor de hebreos está tratando de hacer no es que Cristo no tiene la suficiente misericordia para perdonar este tipo de pecadores, sino que estos hombres profesaron la fe, pudieron gustar de la buena palabra, fueron partícipes de la obra del Espíritu Santo y hasta llegaron a ser partícipes de los poderes del siglo venidero al ser testigos oculares de la obra del Espíritu. Si terminan rechazando lo que ellos una vez creyeron, lo están haciendo porque han endurecido sus corazones que no los permite regresar a Cristo a pedir perdón porque ya no les interesa. Han preferido elegir un estilo de vida que en el aquí y en el ahora le produce más placer o satisfacción, sin tomar en consideración el mundo venidero y entonces abandonan la fe completamente.