Inicio Sermones El espíritu de la apostasía El espíritu de la apostasía (2da parte)

El espíritu de la apostasía (2da parte)

4588
0

Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó la segunda parte del sermón “El espíritu de la apostasía” basado en Gálatas 1:1-10 & 2:11-14.

La semana pasada hablamos sobre el espíritu de la apostasía e hicimos referencia a aquellos como Judas, Simón el mago y Demas quienes apostataban de la fe de manera individual. También vimos como esto no ha ocurrido solo con ovejas, sino con múltiples pastores a través de la historia. Hablamos, incluso, de las personas que, de acuerdo con Hebreos 6, no tienen la posibilidad de arrepentimiento después de haber abandonado la fe aún habiendo sido iluminados y de habiendo gustado de la Buena Palabra (1 Juan 2:19).

Hoy estaremos hablando de espíritu de la apostasía a nivel eclesiástico. ¿Cual es el peligro de una iglesia que comienza a alejarse de la verdad o del evangelio?

En el Nuevo Testamento, las iglesias de Gálatas tipificaron como una iglesia comienza a alejarse del evangelio. En Gálatas 1:6-10 podemos ver la reacción de Pablo al distanciamiento de los creyentes de la verdad del evangelio. Pablo está escandalizado, alarmado y asombrado porque veía que las iglesias de Gálatas estaban dejando a un lado al Dios que los llamó por la gracia de Cristo. Comenzaron por gracia y querían seguir por las obras de la ley—fueron de la gracia al legalismo.

En su carta, Pablo consciente que lo importante es el mensaje del evangelio; el mensajero, ya sea él o un ángel del cielo, deben ser malditos si cambian ese mensaje. Pervertir el evangelio no es una falta pequeña, es traicionar a Cristo como Judas lo hizo. Por eso es que Pablo habla de que “Si alguno os anuncia un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema.” Para Pablo, abandonar el evangelio era traicionar a Cristo mismo… ¡por eso le duele tanto!

El problema en las iglesias de Gálatas inició cuando unos Judíos salieron de la iglesia y comenzaron a convencer a los Gálatas de que la salvación no era solo por gracia, sino que incluía obras de la ley. Esto, como sabemos, es totalmente contrario a las enseñanzas del Nuevo Testamento. De hecho, esto es una herejía.

Ireno, una figura que vivió del 130-202 aC dice esto de cómo se prolifera la herejía: “De hecho, el error nunca se expone de forma desnuda, no sea que, una vez expuesto, pueda ser detectado de inmediato. Sino que está elegantemente adornado con su apariencia exterior, le haga parecer a los inexperto (por ridículo que parezca la expresión) más verdadero que la verdad misma.” Nadie está exento de esto; cualquiera puede ser arrastrado. La sana doctrina siempre ha estado bajo asedio. Sabemos esto por el número de veces a la que Pablo se refirió a la necesidad de tener una predicación doctrinal.

La doctrina importa porque el alejamiento de la Palabra…

  • produce inmadurez espiritual (Hebreos 5:11-14; 1 Corintios 3:3-5),
  • enfría mi amor por Dios (Apocalipsis 2:1-4),
  • permite que doctrinas falsas penetren el interior de la iglesia (Apocalipsis 2:13-16),
  • mata la iglesia (Apocalipsis 3:1-3), y
  • Nos hace confiar en nuestra suficiencia (Apocalipsis 3:4; Apocalipsis 4:14-19).

Entonces, ¿cómo mantengo una sana doctrina? 2 Timoteo 1:14 dice, “Guarda, mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el tesoro que te ha sido encomendado.” Necesitamos la llenura del Espíritu Santo para discernir la verdad del error, ver los peligros y piedras de tropiezos, mantener encendida la llama de mi fe, y tener el querer como el hacer. El Espíritu de Dios nos da las palabras para defender el Evangelio cuando sea necesario y la gracia en el momento oportuno para enfrentar las amenazas.