Estamos en el mes de febrero en el cual se ha convertido en una tradición en muchos países del mundo celebrar el día del amor. Para hacerlo aún más comercial recientemente lo vienen mercadeando como el día del amor y la amistad y así se incluyen a más personas y por lo tanto más venta de artículos de regalos. En vista del auge y la popularidad de esta fecha es bueno que como mujeres cristianas podamos tener claro tanto el significado como una comprensión bíblica de la palabra amor.
Todos los seres humanos anhelamos amar y ser amados porque nuestro Creador, Dios, es amor (1 Juan 4:8) y fuimos creadas a imagen y semejanza de Él (Génesis 1:27).
El amor es uno de los temas más tratados en la literatura, el cine y la música. Hay infinidad de libros, canciones y poemas dedicados a él. Pero es una realidad que esta palabra “amor” se ha usado en toda la historia de la humanidad y se sigue usando con un sentido superficial. El amor como tal ha sido distorsionado a través de los siglos. Muchos lo equiparan con el sexo; otros, con el sentimiento de poder y control sobre otra persona. Pero ¿Qué es en realidad el amor? ¿Cómo lo definimos?
La definición de la palabra amor
La palabra amor aparece 686 veces en la Nueva Versión Internacional de la Biblia, 425 en el Antiguo Testamento y 261 en el Nuevo Testamento. Tanto el dictionary.com como Merriam-Webster definen el amor ante todo como un sentimiento afectuoso. El problema de definir el amor principalmente como un sentimiento es que los sentimientos son inconstantes.
Recientemente escuché a mi Pastor decir en un sermón de domingo basado en Gálatas 5:22-23 que el amor es la marca del cristiano y que es vital a la vida cristiana. Otros han dicho que nada es más importante para la vida cristiana que el fruto del amor. Sin amor, aseguran muchos, nos somos nada. Aseguraba el Pastor Miguel en su sermón que amar es un deseo desinteresado de llenar las carencias de otro y al estudiar el tema encontré que al abordar Pablo el tema del amor subrayó claramente que el amor cristiano es una entrega sacrificial, que busca el mayor bien del otro.
Cuando a Jesús le preguntaron: “¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?” (Mateo 22:36), él respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (v.37). Cristo añadió un segundo mandamiento que se deriva directamente del primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v.39). Jesús enfáticamente proclamó el amor como el mandamiento más importante para obedecer.
Leemos en la Palabra en 1 Juan 4:7-8: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.” Jesús caminaba en amor y demostró perfectamente la declaración que encontramos en el versículo 16 del capítulo de 1 Juan 4 que dice “Dios es amor”. Son muchas las evidencias que podemos encontrar en la Biblia donde Jesús actuó en amor.
En la Biblia encontramos un capítulo maravilloso donde leemos lo que puede considerarse como la mejor definición del amor. Es el de 1ª Corintios 13. En los versículos del 4 al 8ª vemos cómo debe ser, y cómo no debe ser el amor: “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.”
Podemos ver que si queremos aprender qué es el amor, las Escrituras tienen todas las respuestas.
¿Dónde encontramos ese amor?
“El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16b). Dios es el único que nos puede dar la capacidad de amar con tanta bondad y altruismo como nos pide en Su Palabra. Él es nuestro ejemplo de lo que es el amor verdadero. Dios nos amó tanto que envió a Su Hijo Jesús a este mundo para que a través de Su muerte y resurrección fuéramos reconciliados con Él por la eternidad. Lo hizo porque quiso, sin pedirnos nada antes. Y lo hizo por amor.
Conclusión:
Vivir una vida guiada por el amor de Dios nos permite andar en el espíritu a un nivel más alto en la bendición y en el poder de Dios. Pero si deseamos vivir en amor, tenemos que tomar la decisión de rendirnos a la fuerza del amor que se encuentra en nuestro interior. Tenemos que rechazar las tendencias egoístas de la carne y decidir llevar una vida guiada por el amor. Para esto solo tenemos que mantener una relación íntima con Dios -en comunión con él, leyendo la Palabra, orando y permaneciendo arraigadas a Él.
Para desarrollar nuestra fe, tenemos que entender cuán grande es el amor de Dios por nosotras. Meditemos en la verdad de que Dios nos ama tanto como ama a Jesús y que depositó ese mismo amor poderoso en nuestro interior para que podamos amar de la misma forma en que Él ama.
Llenas del amor de Dios podemos sobrellevar bien el dolor, disipar el temor, perdonar libremente, evitar la contención, renovar la fortaleza y bendecir y ayudar a los demás.
En la actualidad estamos viviendo una situación atípica con relación a la pandemia COVID-19 que se ha levantado como un enemigo invisible y nos ha hecho adoptar un estilo de vida diferente. No permitamos que el temor a ser contagiados impida que mostremos el amor de Dios y su cuidado por la gente a través de charlas por Zoom, mensajes de WhatsApp, llamadas telefónicas, aunque no sea lo mismo que dar un abrazo o el compañerismo de una comida.
Que Dios nos dé sabiduría cada día a medida que buscamos formas de compartir y mostrar Su amor en la actualidad en un mundo de mascarillas y de distanciamiento social.