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Viviendo con expectativas reales en un mundo de pecadores

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Según el diccionario de la lengua española, la palabra expectativa (en latín, exspectātum) se define como la esperanza de realizar o conseguir algo, la posibilidad razonable de que algo suceda o de conseguir algo derivado de un suceso que se prevé.

Existen expectativas económicas, sobre el clima, y en otras áreas, pero quiero referirme especialmente a las expectativas sobre nuestras relaciones interpersonales, en medio de terrenos como: la vida familiar, de iglesia y social, ej.: el matrimonio, el trabajo, las amistades, la crianza, etc.  En estas áreas nacen, mueren y se “podan” muchas de las expectativas de nuestra vida.

Las expectativas pueden variar de una mujer a otra ya que tenemos personalidades, temperamentos y roles diferentes. Pero es común que todas tengamos expectativas altas, bajas, reales e irreales de cómo deben funcionar nuestras relaciones. Tener expectativas es aceptable e importante, pero cuando nuestras expectativas son respaldadas por nuestras raíces pecaminosas estás siempre nos conducirán por un camino de constante frustración y decepción.

«Seremos realistas y estables tan pronto enfrentemos el hecho de que vivimos en un mundo
caído, corrompido por el pecado. Dejaremos de tener expectativas de que las cosas pueden
mejorar y no nos asombramos cuando en algunas ocasiones empeoran. 
Ya no temeremos ante las malas noticias…»
Carolyn Mahaney

Las expectativas irreales erosionan nuestras relaciones, las expectativas bíblicas las mantienen. Considero que la calidad de nuestras relaciones es inversamente proporcional a las expectativas que tengamos de las mismas. Si nuestras expectativas son reales y sobre todo bíblicas habrá una posibilidad muy alta de que esas relaciones reflejen el amor de Cristo. Nuestra respuesta a las expectativas no cumplidas revela: falsos testimonios, orgullo, idolatría, arrogancia, resentimiento, ira, tristeza, etc. Si nos enfocamos en cumplir las expectativas de otros, surge vergüenza, temor y ansiedad, todo esto nos demuestra nuestra necesidad de evaluar nuestras expectativas y revela un denominador común; nuestro pecado. De igual manera también podemos experimentar conflictos cuando nuestras expectativas no son expresadas en las relaciones donde hay lugar para hacerlo p. ej.: dentro del matrimonio, la crianza, o el trabajo. Es muy posible que estas sean impuestas o mal asumidas por falta de comunicación.

Si Dios se ha revelado a tu vida, sabes que solemos idolatrar nuestras relaciones olvidando que donde hay pecadores habrá diferencias y dolor. Vamos a ofender y a pecar contra otros, el pecado que aún permanece en nosotras es una limitación para cumplir las expectativas que otros tienen sobre nosotros y viceversa. Pero si meditamos en la Palabra, reconocemos nuestra limitación y a la vez podemos mantener una relación unida practicando el perdón que hemos recibido de Dios. ¡Hemos sido perdonadas por Dios de una deuda impagable! (Efesios 4:32, Efesios 5:1, Mateo 18:23, Mateo 5:7). De esa manera nuestras relaciones glorifican a Dios cuando aprendemos a manejar bíblicamente nuestras expectativas.

Por medio de las Escrituras reconocemos que para los hijos de Dios la más alta expectativa debe ser la segunda venida de Cristo. En ella también encontramos sabiduría y poder para que nuestras expectativas sean transformadas a la realidad, de que estamos en este mundo caído pero que nuestra ciudadanía está en el cielo. Sin embargo, mientras continuemos respirando, nuestras expectativas estarán contaminadas por el pecado que aún permanece en nosotras, pero como creyentes nuestras expectativas serán reales cuando nuestra mente sea regenerada por un Dios vivo. ¡Gracias al Espíritu que nos ayuda por medio de la meditación en la Palabra a revelar y reajustar nuestras expectativas!

Proverbios 19:11

Pasar por alto la ofensa

Colosenses 3, 13

  • Abandonamos el enojo, la ira, la calumnia…
  • Revístanse de afecto entrañable, bondad, humildad, amabilidad, paciencia, perdón…

Efesios 4:1-6, 25-32

  • Vivan de una manera digna de la vocación con que fuimos llamadas
  • Con los frutos del espíritu: humildad, mansedumbre, paciencia
  • Soportándoos en amor, esforzándonos por preservar la unidad
  • Dejando la falsedad
  • Hablar la verdad con su prójimo
  • No se ponga el sol sobre vuestro enojo

Filipenses 2:2-4

  • Nada hagan por egoísmo o vanagloria
  • Actitud humilde considere al otro como más importante que a así mismo
  • Buscando los intereses de los demás.

Reflexionemos juntas:

  1. ¿Con cuáles expectativas irreales estás luchando?
  2. ¿Consideras que tus expectativas han sido respaldadas a la luz de la Palabra o a la luz de los estándares terrenales de este mundo? ¿Cómo se ha reflejado esto en tus relaciones?
  3. ¿Cómo manejas las expectativas no cumplidas dentro de tus relaciones?
  4. Piensa en tus relaciones en las siguientes áreas (amistades, familiares, matrimonio, crianza, trabajo, iglesia local, etc.) ¿existe alguna expectativa no expresada, que pueda tener lugar?