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Tú Señor sacas mi vida del pozo…

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“Descendí hasta las raíces de los montes, la tierra con sus  cerrojos me ponía cerco para siempre; pero tú sacaste de la fosa mi vida, oh SEÑOR, Dios mío”. (Jonás 2:6). (LBLA).

Muchas veces andamos como Jonás, sumergidas en nuestro propio mundo, con nuestras propias convicciones, justificadas ante nuestro propio corazón, exigiendo un juicio justo para nosotras, y es en ese momento de nuestra existencia, donde muchas veces podemos caer en ansiedad y desesperación, e inclusive en amargura, porque si no logramos entender el propósito y el fin por el cual el Señor ha permitido que atravesemos por ciertas circunstancias, podemos hasta alejarnos de Dios y correr por caminos oscuros y descender hasta las raíces de los montes y poner a desfallecer nuestra alma,  lejos de la palabra de Dios.

Pero es ahí donde entra la mano divina, su poderoso amor hacia sus hijos, haciendo que aun en medio del valle de la aflicción, y la desobediencia en la que nos podemos encontrar, su mano se extienda y nos alcance para darnos aliento y nueva esperanza.

Muchas veces Dios permite que atravesemos por valles de aflicción y por caminos de muerte, no porque Él no sea un Dios bueno, compasivo y clemente, sí no, porque en su soberanía Él entiende que solamente viéndonos ahí es que vamos a poder clamar a Él y aceptar esa transformación del alma y de mente que cada hija suya necesita. 

Y entonces al igual que Jonás, diremos:

Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová,

Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.

Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia  abandonan.

 Más yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;

Pagaré lo que prometí.

La salvación es de Jehová”. (Jonás 2: 7- 9). Reina Valera (1960).

Te aseguro que muchas de nosotras hemos sentido ese desfallecimiento, creer que no podemos más o que no damos más, y es ahí el momento oportuno para acordarnos de aquel que dio su vida por nosotras y levantar una oración que llegue hasta su Santo templo; es el momento de reconocer que las cosas de este mundo son, no solo transitorias, sino ilusorias, son vanidades, y que solamente la misericordia del Señor, que nunca nos abandona, es eterna; entonces es por eso que debemos ofrecerle sacrificios de alabanza y de rendición completa.  Así que, cantemos alabanzas a nuestro Dios y en medio de esta alabanza, rindamos todo aquello que nos separa de Él, porque Él extiende hoy su oportuno socorro que no es efímero, sino que trasciende hacia la eternidad.

Renunciemos hoy a nuestros pensamientos y recitemos cada día lo que el Señor ha proclamado sobre nosotras; mantengámonos constantemente reflexionando su Verdad, admitamos nuestra insuficiencia, y que nuestro objetivo diario sea vivir para la gloria de su nombre y para la pequeñez nuestra, ya que nuestro corazón a diario nos engaña, diciéndonos mentiras que tenemos que callar para no terminar arruinadas en la desesperación. 

Ignoramos muchas cosas, pero nuestro Padre es conocedor de todo. Por eso, vayamos a Él para que podamos retener el llamado a vivir una vida santa, integra y orientada hacia el bien de nuestras almas. No sigamos vanidades ilusorias, éstas solo nos afligen; reconozcamos al autor de nuestra salvación y proclamemos que la salvación solo viene de Él, y así como Jonás fue rescatado del gran pez, de lo profundo del mar, nosotras podemos ser rescatadas de las profundidades del mal que habita en nosotras.

¡Aleluya!

Maranata!

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Esposa de Pedro Jiménez, madre de tres hijos. Miembro de la IBI desde el 2007. Apasionada por su Señor Jesús. En la actualidad sirve en el ministerio de los jóvenes profesionales y ministerio de mujeres de la Iglesia Bautista Internacional. Escribe también para el ministerio mujeres de esperanza de Radio TMG RD.