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¡Separadas de Él no podemos hacer nada!

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“el que permanece en Mí y yo en él,
ese da mucho fruto, porque separados de Mí
nada pueden hacer”
(Juan15:5b)

A lo largo de la vida y ministerio de Jesús, Él mismo afirmó que era Dios. Cada vez que Jesús dijo: “Mi Padre”, estaba afirmando que Él tenía la misma naturaleza que Dios, que era igual a Dios. Otra manera en que hizo esto fue cuando tomó el nombre de Dios “YO SOY”, y lo aplicó a sí mismo. Hay una serie de estas afirmaciones a lo largo del evangelio de Juan. Él dice con firmeza: “Yo soy el pan de la vida” (6:48), «Yo soy la Luz del mundo” (8:12; 9:5), “Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7), “Yo soy el buen pastor” (10:11), “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25), “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (14:6). La afirmación más contundente es: “En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, YO SOY” (8:58). Así de breve y conciso: ¡Él existe eternamente!

Entonces… al final del ministerio de nuestro Señor, en la última noche con Sus discípulos, esperando ser prontamente apresado por sus enemigos, Él les hace otra declaración poderosa de Su naturaleza divina, y dice: “Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en Mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado. Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer” (Juan 15:1-5).

Jesús usaba este tipo de metáforas para enseñar y comunicar una verdad espiritual de manera más memorable. El cultivo de la Vid era muy predominante en la tierra que Dios prometió a Su pueblo, y que desde el inicio fue uno de los factores de su prosperidad. Dada su importancia, la vid se convirtió en un símbolo de Israel como nación (Salmos 80:8-19). Pero como consecuencia de su propio pecado, Su pueblo no pudo cumplir con lo ordenado por Dios, de ser una nación santa, apartada, que fuera Luz en medio de las demás naciones, dando fruto de justicia para Él (Isaías 5:1-7). Ahora bien, Dios no iba a abandonar su proyecto de «cultivar uvas». De hecho, estaba poniendo en marcha una producción de uvas mucho mayor, de más calidad y que llegaría a todas las partes del mundo. Viene entonces Jesús, la vid verdadera de Dios, a ser Luz y cumplir Su misión de sostener a los creyentes que producen buen fruto, para lo cual es necesario que permanezcan en Él.

Pero ¿por qué hacer esta declaración en medio de ese momento de tristeza, temor, miedo, confusión y traición de parte de Judas?

Nuestro Señor utilizó la vid como una metáfora para explicar a sus discípulos la naturaleza de Su relación con quienes desean seguirle. Él aprovechó esta ocasión para mostrarles cómo debían vivir si deseaban seguir siendo Sus discípulos. Él quiere enfocar sus esfuerzos en prepararlos para la misión que ellos tendrían frente al mundo después de Su ascensión al cielo.

Así mismo Dios quiere ensañarnos a través de esta metáfora, cómo vivir la vida cristiana, estando firmemente arraigadas en Él y en Sus enseñanzas, para que podamos dar frutos, ¡y mucho fruto!  Si nuestras vidas no están en armonía con Su palabra, es poco probable que demos fruto, al igual que la rama cortada no da fruto.

Por otro lado, nos enseña que aun cuando llevemos una vida «recta», nos hace falta el Labrador, quien nos conoce bien y al ver nuestro pecado, nuestras necesidades y debilidades, puede limpiarnos, podarnos y purificarnos.  Ciertamente, en ocasiones, la poda puede resultar difícil de sobrellevar, pero sólo a través de ese proceso podemos rendir más fruto, un fruto que da gloria a Dios, porque nos lleva a parecernos más a nuestro Salvador, y nos trae gozo. Nuestro Padre está profundamente interesado en nuestra «prosperidad» espiritual, a fin de que seamos cada vez, más fructíferas. Él siempre está pendiente a nuestras necesidades, y comprometido con ellas. Sabe cómo tiene que preparar y cuidar la tierra, y cuándo y cuánto tiene que podar. Él quiere obtener de nosotras un fruto de calidad, y sí, el Labrador sabe lo que debe hacer, y aquí está la garantía de nuestro crecimiento y rendimiento.

Nosotras somos “los pámpanos conectados a la Vid”, llevando fruto para la gloria de Dios.  Podríamos decir que, a través de Sus pámpanos, Cristo extiende Sus brazos para ofrecer este fruto por medio de Su iglesia, pero sólo Él es la vid verdadera. Nosotras, en medio de nuestro entorno que nos ha tocado vivir e impactar, tenemos el deber de dar a conocer a través de nuestros frutos, toda la vida, gracia, bondad y poder que hay en la Vid, esto es, en Cristo.

Como decíamos al principio, a través de su afirmación de «Yo soy», Jesús enfatiza ser eterno, confiable, perdurable; de tal manera, que cualquiera de nosotras que se acerque y permanezca en Él quedará plenamente satisfecha, ¡porque separadas de Él no podemos hacer nada! Él es la fuente de toda verdad y bondad.