Muchas veces queremos controlarlo todo, queremos que las cosas funcionen a nuestra manera, que se haga todo bajo nuestro criterio, y al tener esta actitud terminamos muchas veces drenadas, y a veces también ofendiendo a otros. Es cierto que cuando vamos a recibir una visita queremos que nuestra casa esté recogida y limpia, pero no caigamos en el extremo de agobiarnos por deleitar los ojos de los demás; una actitud humilde refleja el carácter de Cristo, y en pequeñas cosas podemos reflejar su poder en nosotras. Los pequeños controles pueden revelar un mal más profundo dentro de nosotras. ¡Examinemos nuestros corazones!
Claro, evidentemente hay cosas más complejas y extremas en las que podemos querer controlar. A veces queremos controlar como esposa cada paso que da nuestro esposo, cada movimiento, cada acción, no tenemos paz. O como madres, controlar todo sobre nuestros hijos que ya han crecido. Pero vamos a detenernos un poco sobre lo que significa este control, ¿qué refleja esto en nuestras vidas? De seguro que no es seguridad, y es algo que debemos trabajar en oración con nuestro Señor. Pues, cuando queremos tener un control excesivo sobre nuestro entorno, ya sea nuestro hogar o nuestro propio trabajo, vivimos agobiadas, estresadas y muchas veces caemos en ansiedad.
Jesús llamó a Martha a no estar afanada por los quehaceres del hogar (no estoy diciendo con esto que no debemos tener nuestros hogares en orden). Jesús le llamó la atención para que se concentrara en la mejor parte de la vida, que degustara lo mejor de ese momento, las delicias de estar a sus pies.
“Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lucas 10:40-429). Reina Valera 1960.
Cuando estamos afanadas y turbadas por mantener el control, perdemos de vista la bendición que tenemos cerca y además de que estamos dependiendo de nosotras y no del Señor.
Y sabemos hermanas que hay situaciones en la vida que por más que “tengamos el control”, no vamos a cambiarlas, porque tener el control no significa tener la solución, porque para las cosas más difíciles o perturbadoras de este caminar, el único que puede aligerar nuestra carga y poner cada cosa en su lugar es nuestro salvador Jesucristo.
Vemos en Génesis 3 como Eva quiso tomar el control de su vida desobedeciendo a su Creador y no creyendo en su palabra. Ella recibió como consecuencia una vida difícil y triste al ver que su acción la separó de Dios.
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”. (Génesis 3:6-7). Reina Valera 1960.
Tenemos que aprender que nuestro control no es la solución para un esposo difícil, para un hijo rebelde, para un trabajo complicado, o para una familia compleja.
El Señor dice en su Palabra: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. (Mateo 11:29-30). Reina Valera 1960.
Cuando aprendemos a andar bajo su ligero yugo, soltamos toda carga y en medio de nuestra faena corremos en oración ante nuestro Señor, y entonces Él trae consuelo, ese que se necesita para poder tener el alma en paz. El Señor Jesús nunca nos deja solas, Él siempre trae esa mano de ayuda para cada momento; Él proporciona la dirección correcta y despeja el camino. Así que suelta el control de tu vida a Él porque Él no defrauda. Y aún en lo simple y sencillo, aprende a descansar y a hacerlo todo para la gloria de Dios y no para la gloria de ti misma, porque cuando buscamos nuestra propia gloria, podemos acarrear como Eva, un camino de muerte.