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¿Qué caracteriza la Navidad en los hogares cristianos?

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La vida moderna es rápida. Los tiempos de sentarse en el hogar para contemplar, meditar y hasta para orar han desaparecido y cuando vienen todas las obligaciones extras durante las festividades, disminuye el poco tiempo que hay y por ende aumenta el estrés.

Los anhelos imposibles de lograr y la perfección, producen un sentir de angustia, ansiedad y culpabilidad, llevando a muchos a la tristeza y hasta la depresión. Ir a las tiendas luchando contra los tapones e imprudencias para encontrar ese regalo que un hijo quiere; esperar las filas kilométricas mientras se preocupan en como se pagará la tarjeta de crédito cuando llegue el fin de mes; arreglar la casa y el arbolito para estar en la competencia de quien tiene lo mas bonito y lo de ultima moda, de nuevo roba tiempo de compartir con la familia. 

Lo increíble es, que lo hacemos con la supuesta meta de agradar primero al Señor y luego a la familia, y resulta que todas las tradiciones que hemos incorporado en nuestra familia nos imposibilitan lograr ninguno de los dos anhelos, de nuevo produciendo inquietudes, tristeza, culpabilidad y un vacío existencial. 

La meta de agradar al Señor y testificar a nuestra familia no creyente de Su bondad, nunca se materializa porque estamos demasiado ocupados con los trajinares y las exigencias de preparar todo, resultando en que no hay tiempo ni deseo de compartir cuando el momento se hace realidad.  Estamos siendo hijas de Marta cuando Jesús nos mandó a imitar a María.  

Meditemos ahora sobre la primera Navidad para observar el contraste. Recordemos que un ángel se le presentó a María, una jovencita todavía virgen que estaba comprometida con su novio José, avisándole que saldría embarazada por Él Espíritu Santo. Imagínense las emociones de ella en este momento; tendría que notificar tanto a su familia como a su novio que estaba embarazada antes de casarse; con toda probabilidad su novio la dejaría y sería el objeto de chismes por varios meses o hasta años; y por la ley judía pudiera hasta perder su vida apedreada.

Llegado el tiempo en que el parto se estaba acercando, César Augusto decretó un edicto para hacer un censo y María y José tuvieron que salir de Nazaret para ir a Belén, la cuidad de donde la familia de José procedía. Traten de imaginarse viajar de 4 a 7 días con el peso de un embarazo de termino en los días donde no había transportación cómoda.  Cuando llegan, uno esperaría que como este niño es El Mesías tan esperado por generaciones que el parto sería glorioso, pero resulta que encuentran que no había lugar para ellos en el mesón, y María dio a luz a su hijo primogénito en un establo y tuvo que acostar a su bebecito en un pesebre.  No solamente fue un sitio muy incomodo para dar a luz ¿y la higiene? Imagínense todas las expectativas, los anhelos y sueños que ella tenía sobre este bebé, ¿Crees que esto es lo que ella esperaba?  ¿Qué tuvo ella que hacer con todos sus sueños?  Y ¿Cuándo José tuvo el sueño de huir a Egipto porque Herodes buscaría matar el niño? ¿Crees que ellos habían imaginado todas estas dificultades?

¿Donde esta la casa preparada bonita para la llegada del Rey? ¿Dónde esta la mesa esplendida para la familia? ¿Dónde están todas las reuniones para celebrar? La realidad es “Como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”  (Isaías 55:8)

María y José tuvieron que aprender esta realidad y nosotras también. No hay nada malo en celebrar, pero… debemos distinguir entre las costumbres del mundo y lo que es bíblico y haremos lo que honra a Dios. Si estamos tan ocupadas con costumbres del mundo, que en si no son malas, pero nos hacen desenfocarnos, entonces pausemos, meditemos y evaluemos, cuales son las costumbres que queremos y podemos mantener para que Cristo, Él Emanuel se mantenga como la razón de la época.  

Esto es un tiempo hermoso donde podemos compartir la llegada de Nuestro Señor y sus implicaciones. En nuestro país, todo el mundo conoce de Jesús, aunque muchos no lo conocen como El Cristo. Podemos utilizar mejor nuestro tiempo, testificando que la razón que Cristo vino fue para morir por cada uno de nosotros en sustitución nuestra, pagando nuestra deuda y abriendo la puerta del cielo para que pudiéramos disfrutar la eternidad con Él. No estamos celebrando Su nacimiento sino Su muerte y la obra redentora que Él hizo en la cruz.

Bendiciones,