Dios creó a Adán y Eva sin pecado y a Su imagen y semejanza, pero cuando desobedecieron, murieron espiritualmente. ¿Por qué? porque transgredieron la ley de Dios, así adquiriendo una deuda moral contra Él, la cual solamente podía ser pagada por alguien que hubiese venido y vivido a la perfección, nunca pecando, cumpliendo a cabalidad toda la ley de Dios y muriendo en lugar del hombre. ¿Por qué tenía que morir? Porque eso fue lo que Dios dijo que debía ocurrir—Él le dice a Adán “el día que peques, morirás”. Adán murió espiritualmente y después de 935 años murió físicamente.
Alguien tenía que venir a cumplir la pena que realmente le tocaba a Adán, muriendo por su pecado, pero nadie que hubiese intentado de hacerlo hubiese podido cumplir, nadie aparte del Hijo de Dios. Él es quién nació y vivió sin pecado, siendo inocente fue a la Cruz y murió en el lugar de toda la humanidad. El Mesías fue y es el Salvador de los hombres ya que derramó Su sangre por el perdón de nuestros pecados. Él es la única persona que construye el puente entre Dios y el hombre.
Pero Cristo no vino solamente a perdonar nuestros pecados, sino también a anunciar un mensaje de buenas nuevas: Si aceptas tu condición de pecador y eres perdonado por Dios, Él puede perdonarte en base a lo que Cristo hizo; puede otorgarte vida eterna y nueva, solamente a través de Jesús.
Ninguna otra religión ofrece lo que Cristo ofrece; todas las demás ofrecen recibimiento en el reino de los cielos a través de obras de bien. El problema es que nuestras obras están teñidas de pecado, no pasan la justicia perfecta de Dios. Entonces, ¿quién me va a sacar del hoyo, de la perdición, de la corrupción, del alejamiento de Dios?¿quién me abrirá el paso para llegar hasta la presencia de Dios?
Cristo Jesus.
En el Antiguo Testamento, el pecador no se podía acercar directamente a Dios; tenía que ir al templo y tener un intermediario, el Sacerdote de Israel. En el templo y en el tabernáculo la presencia de Dios moraba en el lugar santísimo que estaba separado por una cortina donde nadie podía penetrar excepto el sumo sacerdote una vez al año. Pero cuando Cristo muere, ese velo se rasga en dos y crea una apertura para yo acercarme a Dios sin intermediarios. Eso solamente es posible porque Cristo, mi Salvador, logró vencer la muerte. Esa es la realidad de por qué Cristo tenía que venir como un Salvador.
Cristo no vino como educador porque nuestro problema no era educación; no vino como economista porque nuestro problema no era económico; no vino como un médico porque nuestro problema no era de salud. Cristo vino como un Salvador porque nuestro problema era de pecado, de moralidad y de muerte espiritual y solamente El, con Su sacrificio, podía sacarnos de esa condición.