“Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones.”
2 Pedro 1:19
La Palabra de Dios fundamenta la “Carrera de la Fe” y debemos perseverar en ella diariamente para poder seguir sus instrucciones; de tal manera que si aún fuéramos torpes, no nos extraviemos al correr esta “Carrera”.
Es importante resaltar que esta carrera se inicia conociendo La Palabra de Dios. Ella es la que nos hace renacer; En 1 Pedro 1:23 leemos: “Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece”. Es esa misma Palabra de Dios que vive y permanece, la que nos ayuda a crecer, madurar, dar fruto y a perseverar en esta nueva vida.
¡Perseverar en la Palabra de Dios es nuestra seguridad de correr hasta el final y correr bien!
La Palabra de Dios ilumina el camino, como lumbrera (Salmo 119:105) y es la palabra profética más segura dándonos certeza al andar, aun sea por el lugar más oscuro (2 Pedro 1:19). Es una palabra activa y eficaz logrando el propósito para el cual nuestro Dios la envía. La Palabra de Dios cambia completamente nuestra vida. Nos trae a la realidad de Dios. Entendemos la vida y la existencia tal como es. Nuestros pensamientos son cambiados y podemos vivir la vida que a Dios le agrada, enseñándonos quiénes, realmente somos en Cristo.
La Palabra de Dios santifica. En la oración sacerdotal en Juan 17:17; el Señor Jesús le pide a Su Padre que santifique a sus discípulos en la Verdad especificando que Su Palabra es verdad. Él oraba por nosotras también en ese día y es una oración que se hace realidad para nosotras en el presente. La verdad de la Palabra de Dios nos aleja más del pecado. El Espíritu Santo produce santidad en aquellos que creen, atesoran y obedecen esta Palabra. Por esto es imprescindible que:
- Nuestras mentes sean renovadas para poder ser transformadas y conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas (Romanos 12:2).
- Que nuestros patrones de pensamiento traídos del mundo sean cambiados al estándar de la palabra de Dios.
- Que el deseo de nuestros corazones se vaya alineando progresivamente a los deseos de Dios.
- Que entendamos que somos llamadas a desvestirnos de lo viejo y vestirnos de lo nuevo (Efesios 4:22-24, Colosenses 3:5-17).
Cuando dejamos que nuestros pensamientos sean dirigidos por La Palabra, esto nos ayuda a perseverar en ella, sin confusión y el resultado es Paz. Isaías 26:3 dice, “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera”.
Pero de manera práctica,
¿Qué podemos hacer cada día para perseverar en la Palabra durante toda la carrera?
- Leer La Palabra. Es nuestro alimento espiritual diario que nos mantiene nutridas y fuertes. Ella nos limpia y nos hace conocer los atributos y obras de Dios.
- Meditarla. Reflexionar y ver todas las implicaciones que ella tiene para nuestra vida, cambiando el enfoque de nuestra mente.
- Obedecerla. Aplicándola a nuestra vida, no siendo sólo oidores sino hacedores de la misma.
Redirigir el accionar del corazón y de la naturaleza pecadora, cuya primera reacción es inclinarse al mal y no a la obediencia a Cristo, es una tarea que requiere perseverancia. Nuestro Dios no es ajeno a esa realidad, y nos manda a que nos esforcemos y que seamos valientes. Josué 1:8 dice: “Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito”. Recordemos que Josué tenía delante de sí la gran misión de guiar al pueblo de Dios a la tierra prometida; nosotras también tenemos la misión de correr la carrera y así alcanzar la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, nos entregará en aquel día (2 Timoteo 4:8).
Esta pandemia llegó sin avisar y quizás estamos en un momento difícil de nuestra carrera a causa de ella. Nuestras labores en casa se han potencializado y el cansancio nos arropa. Los niños, ya no sólo son hijos, se han convertido en alumnos. Nuestro rol de esposa no ha variado, se ha enriquecido. La soledad, el temor y el silencio es palpable para algunas de nosotras. PERO Dios conocía dónde estaríamos en este momento de nuestra carrera.
Con todos los quehaceres que nos han tocado en este tiempo de cuarentena quizás no encuentres el momento de tranquilidad para alimentarte con suficientes nutrientes espirituales, ¡PERO hazlo! incluso a sorbos, porque “La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento” (Salmo 19:7 NVI). ¡Ella es la que te levanta!
Además, hay algo maravilloso que está ocurriendo en medio del Pueblo de Dios. Vemos nuestra incapacidad y vemos entonces la fuente verdadera que nos da la fortaleza necesaria para vivir cada día: la Palabra de Dios. ¡Para tiempos como estos es que debemos estar preparadas!
Los padres han abrazado Deuteronomio 6:7 diligentemente enseñando a sus hijos y Proverbios 1:8, el padre instruyendo, la madre enseñando. La Palabra que mora en abundancia en nuestros corazones está consolando, exhortando, amonestando, enseñando unos a otros.
Es maravilloso ver mujeres, hijas de Dios, accionar, no sólo leer sino poner por obra estos versos de Proverbios 31, porque Dios había estado obrando en sus corazones, preparándolas a través de Su palabra. El versículo 26 dice “Abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua”. ¿De dónde viene su sabiduría y su bondad? De conocer la Palabra de Dios.
Amadas no dejemos de “desear como niños recién nacidos, la leche de la Palabra dada sin engaño” (1 Pedro 2:2a). La Palabra nos acompaña desde el inicio de la carrera hasta el final. Que podamos perseverar en ella cada día, “para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2b).