Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó un sermón especial reflexionando en el décimo aniversario del incendio de nuestro templo titulado “Para conocer a Dios íntimamente requiere sufrir proporcionalmente”.
El 14 de agosto del año 2008, la IBI fue sorprendida con la noticia de que hubo un incendio que destruyó el templo por completo. Lo único que no fue afectado fue el púlpito y una Biblia que estaba abierta sobre dicho púlpito. Fue uno de esos sucesos que nadie esperaba y que levantó todo tipo de preguntas en nuestras mentes; pero pudimos ver la gracia de Dios en medio de la destrucción. Hubo pérdidas materiales, pero ninguna pérdida humana; la membresía se volcó en ayuda y seis meses después, dada la providencia de Dios, estábamos reunidos nuevamente en el mismo lugar básicamente con los mismos elementos. El fuego no era un mero accidente; creemos en un Dios de propósito quien, en Su soberanía estaba buscando enseñarnos o hacer algo en nosotros. La pregunta no era si Dios tenía o no un propósito con esto que había ocurrido, pero, ¿cual era ese propósito? El fuego sirvió para ayudarnos revisar nuestras vidas y ponernos a cuenta con Dios, así como también nos llevó a no invertir en una facilidad que nos iba a agregar 100 sillas y nos forzó a comenzar a construir en el lugar donde estamos hoy más rápidamente.
Conocer a Dios íntimamente requiere sufrir proporcionalmente ya que, a mayor sufrimiento, mayor conocimiento de Él, siempre y cuando hayamos aprendido a sufrir bien. En Filipenses 3:10, Pablo dice que la única forma de llegar a conocer el poder que levantó a Cristo de entre los muertos era si él pasaba por experiencias tan debilitantes en su vida que solo el poder de Dios pudiera sostenerlo. Aquí, la palabra “conocer” significa conocer a alguien más íntimamente a través de vivir experiencias cercanas con esa persona. Pablo quiere tener nuevas experiencias con Cristo, cada vez mas íntimas y más profundas, pero está consciente que esas experiencias solo pueden ser vividas siendo capacitado por medio del poder que resucitó a Cristo entre los muertos.
El poder de su resurrección no es un hecho histórico del pasado solamente. Es un poder dinámico que Cristo ejerce sobre nosotros vía la morada de Su Espíritu y que pone a nuestra disposición precisamente para formar Su imagen en nosotros; a esto es que llamamos santificación. Pablo parece insinuar que la manera como yo experimento el poder de Su resurrección es a través de la participación en Sus padecimientos. Es ese poder que me permite soportar y conquistar las dificultades por las que atravesamos (2 Corintios 4 7-10). Romanos 5:3-4b dice, “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado…”
Quisiera ver un aspecto del personaje Job. Todos conocemos la historia de Job de cómo lo perdió todo en un solo día y todavía responde adorando al Señor. Luego Satanás afecta la salud de Job y lo atormentaba severamente durante las noches (Job 4:13). Eventualmente, los tres amigos de Job que estaban supuestos a ser sus muletas se convirtieron en sus acusadores estando seguros de que sus argumentos teológicos eran los correctos (Job 42:7). Durante los argumentos, las opiniones de Job sonaban débiles; pero al final, Dios afirmó que el único que opinó bien de Dios fue Job y Dios termina reprendiendo a sus amigos. Job formó esa idea de Dios que sus amigos no tuvieron a través de sus experiencias de dolor.
Nosotros podemos tener preguntas; pero Dios no nos debe respuestas porque Su propósito número uno no es que yo conozca por qué Él hace lo que hace, sino revelar Su carácter porque es el conocerle lo que llena todas mis insatisfacciones y todas mis necesidades y anhelos. Dios gobierna el universo con una sabiduría inescrutable (Romanos 11). No sabemos lo que Dios está haciendo porque Él es indescifrable.