Este domingo el pastor Héctor Salcedo predicó el sermón “Padres controlados por el Espíritu” basado en Efesios 5:18-6:4.
Sin duda, la familia es vital, fundamental en el orden divino. Pero lamentablemente, el pecado hace que las familias, incluso las “cristianas”, mal funcionen. Por un lado, las esposas luchan con someterse a sus maridos como al Señor y en lugar de ser ayudas idóneas, introducen pesar, cuestionamiento, crítica y manipulación a la relación matrimonial. Por su parte, los esposos no aman de manera servicial a sus esposas. Se nota un desdén para liderar, una negligencia para involucrarnos en los asuntos emocionales de nuestras familias. En este ambiente, los hijos tampoco funcionan bien ya que esposos que no funcionan según el diseño de Dios, difícilmente ejercen su paternidad según el diseño de Dios.
Efesios 6:4 es quizás el versículo más específico con respecto a la crianza de toda la Biblia y el más completo en cuanto a lo que nos corresponde hacer como padres. Iremos frase por frase y “desempacando” todo lo que encontramos aquí con relación a la crianza.
Primero, debemos determinar el quien de la crianza (Efesios 6:4). En el original, la palabra para “padres” está en masculino. No obstante, esta palabra también era usada para referirse a ambos padres (Hebreos 11:23). Pablo convoca a Papá y Mamá a involucrarse en la tarea de criar a sus hijos. En varios pasajes, la Biblia asume que la formación de los hijos recae en ambos padres, no es la iglesia, ni el colegio, ni el terapeuta. Según el diseño bíblico para la familia la mujer será la que más tiempo pase con sus hijos, pero esto no implica que ella es la responsable de la crianza de los hijos. Es decir, el hombre, aunque quizás esté menos tiempo en la casa, está llamado a estar pendiente y a participar de las decisiones de crianza. Ambos padres involucrados, el hombre como cabeza, responsable de los asuntos de la crianza, ayudado cercanamente y proactivamente por su esposa. Esta dinámica incluye todo tipo de decisiones, grandes y pequeñas.
Un aspecto de vital importancia es que el primer aporte que haga los padres a una buena crianza es un matrimonio que funcione según el diseño de Dios. No es casual que antes de este verso de crianza, Pablo se habló sobre el funcionamiento de la relación matrimonial (Efesios 5:22-5:33). Les habló a las esposas de su sometimiento en todo a sus maridos como al Señor. Les habló a los esposos de su amor entregado y sacrificado como Cristo lo hizo por su iglesia. En otras palabras, un matrimonio malo boicotea una crianza saludable.
Segundo, se habla de la forma de la crianza en Efesios 6:4 donde dice, sean sensibles a como se sienten sus hijos, consideren el efecto emocional que tiene su método de crianza. Esto era algo extremadamente chocante para la cultura a la que Pablo le escribe donde los padres romanos tenían la total autoridad sobre sus y podían hacer lo que ellos quisieran. El mandato es contracultural y, de hecho, todo el contexto en el que este pasaje se encuentra, resulta transformador para las relaciones de subordinación de la familia y de la sociedad del momento. Dios quiere que en todas nuestras relaciones prime el trato humilde los unos con los otros. En el caso específico de los padres, se le llama a un trato tal que no genere ira en sus hijos (Colosenses 3:21).
La idea es que los padres pueden crear un ambiente de tanta exigencia, tan demandante, tan crítico, que los hijos sientan que es imposible agradar a los padres o que agradarlos no hace ninguna diferencia o que, de hecho, que disgustar a los padres es divertido. El espíritu del mandato de Pablo es prevenir que provoquemos una ira que no es necesaria producir y que pudimos haber evitado con el simple hecho de cambiar la forma como procedemos con nuestros hijos.
El tercer aspecto qué hacer de la crianza es el que hacer de la crianza (Efesios 6:4). En sentido general, hoy en día se entiende que criar a nuestros hijos es proveerles económicamente, educarlos académicamente y divertirlos lo más que se pueda. Pero a partir de este pasaje, es claro que la crianza para los padres cristianos es algo que tiene un contenido muy específico. Fíjense que estamos llamados a criar [levantar] a nuestros hijos en la disciplina [“entrenamiento”] e instrucción [“enseñanza”] [“que proviene”]del Señor.
Nuestro rol fundamental es conducir a nuestros hijos de tal forma que conozcan y amen al Señor. El problema es que, como padres, no podremos hacer esto bien y de manera consistente a menos que no estemos llenos del Espíritu. La llenura del Espíritu produce en el creyente un estado de sujeción mutua que incluye padres dispuestos a criar a sus hijos de la forma amorosa y comprometida que Pablo instruye. Una buena crianza bíblica comienza con mi santificación como padre y mi rendición al control de Dios en mi vida por medio de Su Palabra.