Este domingo, el pastor Luis Méndez predicó el sermón “Orando a nuestro padre celestial” basado en Mateo 7:7-11.
Una de las cosas más importantes que debemos recordar hacer como creyentes, es responder bíblicamente a las circunstancias ya que cada una está diseñada para acercarnos más al Señor. Entre todas las posibles respuestas que podamos exhibir, la oración viene a ser un elemento común. Oramos para dar gracias por las bendiciones y para suplicar fortaleza en medio de las aflicciones.
Cuando te detienes a considerar que Dios es: infinitamente fuerte, justo, bueno, sabio, y amoroso, las generosas invitaciones de Dios a que le pidamos con la promesa de que él nos las dará, son realmente increíbles. ¡Dios nos invita a orar para darnos y bendecirnos! La invitación más grande se nos extiende e, incomprensiblemente, nos volteamos hacia otras cosas.
Jesús tomó mucho de su tiempo para enseñar a sus discípulos a orar porque se requiere más entrenamiento para hablar con Dios que para hablar a los hombres. Debemos ser un pueblo que sabe y experimenta el poder de hablar con Dios en la oración. En Mateo 7, el sermón del Monte, Jesús trae el tema de la oración por tercera vez. Aquí vemos tres puntos a resaltar:
- El Mandamiento (v.7)
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Primero el texto dice “PEDID” lo cual implica que la oración es algo que demanda acción. El diccionario de la real academia define este verbo como: “Hacer un requerimiento como un favor”; es acudir a alguien en quien tu confías y quien piensas que puede suplir a tu necesidad. Es por eso que la oración es un acto de fe. Segundo, orar también demanda pasión: el texto dice “BUSCAD” lo cual le pone un sentido de urgencia a las peticiones hechas en oración (Jeremías 29:13). Finalmente, el versículo 7 dice “LLAMAD”; ahora el término no solo envuelve una petición y sentido de urgencia, sino también la necesidad de paciencia. Estamos hablando de pedir con un sentido de tanta necesidad, al cual tu no va a renunciar fácilmente. A menos que haya una respuesta.
Este texto nos da un sentido de progresión en la petición: vemos una intensidad progresiva que va de pedid a buscad a llamad. Jesús nos llama a tener intensidad, pasión y persistencia en la oración. La repetición quiere decir, “Yo quiero que oren.” También podemos ver que cada verbo está en tiempo presente imperativo lo cual indica una acción continua. Esta necesidad de ser persistentes al orar, está ejemplificada muy intensamente en las escrituras: 2 Corintios 12:8, Mateo 26:44 & Lucas 18:1.
- La Promesa (v.8)
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
La promesa es: ¡Dios responde a nuestras oraciones! La oración es como el pedir, en que simplemente hacemos nuestras peticiones conocidas a Dios, y todo aquel que pide, recibe. La oración es como el buscar en que buscamos a Dios, Su palabra, y Su voluntad; y el que busca, halla. Finalmente, la oración es como el llamar hasta que se nos abra la puerta, y buscamos la entrada a un palacio celestial para nuestro Gran Rey—la mejor recompensa de todas.
La palabra “todo” en el versículo 8 quiere comunicar que los hijos de Dios superemos nuestro temor e indecisión. Para éstos son las promesas: para aquellos que reciben a Jesús, cada uno de ellos que piden recibe cosas buenas de su Padre. Esto no es una promesa abierta donde un pueda suponer que Dios me dará “todo” lo que pida. Nosotros no recibimos todo lo que pedimos y no deberíamos recibirlo y desearlo porque tendríamos que llevar una carga de sabiduría infinita que no tenemos. Dios responde a veces responde con justo lo que pedimos; pero otras veces nos da algo diferente pero mejor, o en un tiempo mejor, o en una forma mejor.
No somos infinitamente fuertes, justos, buenos, sabios, y amorosos. Por lo tanto, es una gran misericordia hacia nosotros y hacia el mundo el que no recibamos todo lo que pedimos. Debemos orar conforme a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14), pedir en Fe (Santiago 1:6-7), y pedir sin egoísmo (Santiago 4:3).
- La Ilustración (v.9-11)
¿O qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?
No olviden que el Sermón del monte, fue predicado en Galilea donde los alimentos más comunes eran el pescado y el pan. La costa del mar tenía una gran cantidad de rocas de piedra caliza alisadas por el agua y una variedad de serpientes que se escondían entre las rocas. Las dos ilustraciones que Jesús usó aquí resultaban sumamente familiares para ellos.
Jesús quería enseñar con esas ilustraciones que Dios es un Padre Celestial. La implicación es que Él nunca nos dará lo que es malo para nosotros. Jesús nos motiva a orar al mostrarnos que nuestro Padre Celestial es mejor que nuestro padre terrenal y que por mucho nos dará mejores cosas que las que aquellos nos dieron. Dios siempre SABE que es lo mejor para sus hijos, está PREPARADO para dar lo que es bueno a sus hijos (2 Corintios 9:8), es PACIENTE con sus hijos (Isaías 49:15), y está CERCANO cuando sus hijos lo necesitan (Jeremías 23:23).
Sea en el gozo de la prosperidad o en el dolor de la aflicción, debemos abrazar la actitud que nos acerque más a Dios. Entre todas las posibles respuestas que podamos exhibir, la oración viene a ser un elemento común. Siempre será un buen momento para orar.