El Padre Nuestro es, sin lugar a duda, la oración más conocida de toda la Biblia. Para Martín Lutero, esta es «la mejor oración que jamás haya llegado a la tierra o que alguien pudo haber pensado». Para Juan Calvino, en el Padre Nuestro «el unigénito de Dios pone palabras en nuestros labios que liberan nuestra mente de toda vacilación». Para el puritano Thomas Watson, «la exactitud de esta oración está relacionada a la dignidad del autor». Según Watson, «una obra tiene el elogio de su artífice y esta oración tiene el elogio de Su autor. De la misma manera que la ley moral fue escrita con el dedo de Dios, de esa forma esta oración salió de los labios del Hijo de Dios».
La oración modelo (como también se le conoce al Padre Nuestro) ha ganado su nombre no por lo extensa que es, sino por su sencillez y al mismo tiempo por la forma en que comunica grandes verdades de una manera extremadamente breve en contraposición a las letanías de los gentiles. De hecho, antes de dar este modelo de oración a Sus discípulos, Jesús les enseñó lo siguiente:
«Y al orar, no usen ustedes repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no se hagan semejantes a ellos; porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes que ustedes lo pidan» (Mt. 6:7-8).
Para Jesús, la oración fue prioritaria en Su misión de redentor. Y si lo fue para Él, mucho más debería serlo para nosotros Sus discípulos al tratar de vivir por Su causa y el honor de Su nombre.
Esta oración fue dada por Cristo por primera vez a Sus discípulos en el Sermón del Monte (Mt. 6:9-13), pero hubo una segunda ocasión en que Jesús compartió este modelo de oración en respuesta a una pregunta directa. Esto lo vemos en el relato de Lucas que comienza así:
«Aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de Sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos”» (Lc. 11:1).
Evidentemente, la reverencia con la que Jesús oró, la frecuencia de Sus oraciones, el tiempo que Jesús pasó en oración y la manera como Él lo hizo llamó la atención de Sus discípulos. Al parecer su conclusión había sido que no sabían orar y por eso acudieron a Él para que les enseñara a orar. La verdad es que muchos de nosotros podríamos concluir de la misma manera porque muchas veces no sabemos orar. No sabemos:
- qué orar;
- por qué orar;
- cuándo orar;
- qué esperar al orar;
- cuál es el propósito de la oración;
- cuándo dejar de orar y simplemente esperar;
- y no sabemos cuándo orar e inmediatamente actuar.
Dicho todo lo anterior, entremos de lleno en el análisis del Padre Nuestro. Y lo primero a notar es que Jesús comienza diciendo «oren de esta manera». Jesús no dijo «oren esto» porque solo estaba proporcionando un modelo de oración y no necesariamente una oración que haríamos repetitivamente como si fuera un cliché. Entonces, si Jesús les dijo que oraran de cierta manera, la pregunta que debemos hacernos es: ¿cuál es la forma en que Jesús quería que Sus discípulos oraran, independientemente de las palabras que usaran? La respuesta a esta pregunta es importante porque si bien es cierto que no creemos que Jesús estuviera enseñando una forma sofisticada de orar, tampoco creemos que estuviera enseñando que no importa cómo oremos al Padre.
La estructura del Padre Nuestro es sencilla: tiene una introducción y seis peticiones. Las primeras tres peticiones tienen que ver con Dios y Su honor; y las tres últimas peticiones tienen que ver con el hombre y sus necesidades.
La oración modelo nos permite ver que al iniciar nuestras oraciones, el enfoque debe estar en Dios primero y en nosotros en segundo lugar, porque lo que Dios quiere darnos espiritualmente es más importante que lo que nosotros deseamos recibir de Él. Sin embargo, cuando oramos, a menudo vamos directamente a las peticiones porque consciente o inconscientemente hemos llegado a creer que la oración se trata fundamentalmente de pedirle a Dios que nos otorgue cosas. Pero en realidad, orar es mostrar nuestra dependencia de Dios y enfatizar nuestra confianza en Él.
Cuando oramos reflexivamente, crece nuestro entendimiento del carácter de Dios y crece nuestro carácter. Cuando oramos como debemos orar, nuestra fe o confianza en Dios también crece porque ejercitamos nuestra dependencia de Él. Por otro lado, cuando damos gracias a Dios en oración, crece nuestro sentido de gratitud y, finalmente, cuando santificamos Su nombre, también crece nuestra reverencia hacia Dios.
1 Citado por Kevin DeYoung en The Lord’s Prayer: Learning from Jesus on What, Why, and How to Pray (Wheaton, IL: Crossway, 2022).
2 Ibid.
3 Thomas Watson, The Lord’s Prayer (Banner of Truth, 1960).
4 Ibid.
5 Thomas Watson, The Lord’s Prayer (Banner of Truth, 1960).
6 Ibid.