«Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, Y que ninguno de Tus propósitos puede ser frustrado”.
– Job 42:2
Desde jovencita fui una persona muy disciplinada y responsable con mis obligaciones, ya fuera en mis estudios en el colegio, mis actividades extracurriculares, los deportes, y las artes. A medida que crecía, aprendí a manejar y llevar agenda y planificar. Usualmente, lo que me proponía lo lograba, y trabajaba con persistencia para conseguirlo. También tenía muy claro lo que quería estudiar como profesión, en qué área quería trabajar y desarrollarme, cuáles hobbies perseguir, hasta cuándo me quería casar y tener hijos. De la misma manera tenía la tendencia de establecer estándares excesivamente altos de desempeño y ser muy crítica conmigo misma y con otros. Esta búsqueda de la “perfección” generaba en mí una creciente preocupación de cometer errores, ansiedades y una constante frustración, sobrecargando mi vida y sintiendo un gran peso sobre todo lo que me ocurría a mí y a los demás.
Pensaba que debía tener todo bajo control… pero pasó un imprevisto, algo que estuvo muy fuera de mi agenda, y que nunca me imaginé: Dios iba a intervenir mi vida y a transformar mi agenda. Él escribía mi historia y haría cumplir Sus propósitos en mí.
«Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos” (Salmo 139:16).
¡Y no fue fácil ceder el control! Me costó entender la soberanía de Dios. A través de Su palabra y por la ayuda de Su Espíritu, El Señor me muestra las áreas que debo rendirle a Él. Me muestra la necedad y el orgullo de mi corazón que desea tener el control de todo, y que dice: “yo sé más que Dios”. Se hace evidente mi falta de fe y confianza, cuando acciono impulsivamente al no ver que las cosas cambian o cuando no tengo respuesta a mis peticiones, muchas veces manipulando a los demás para conseguir lo que quiero.
Leemos en Génesis 16:1-16 la historia de Agar, la sierva de Sara, quien no tuvo control de su propia vida. Sarah decidió tomar el control, ya que Dios “no” le daba hijos. Y actuando de manera desesperada porque no creyó en la promesa que Dios les había hecho muchos años atrás, la entrega a su esposo Abraham, para así tener descendencia, buscando el cumplimiento de dicha promesa por sus propios medios, sin consultar con Dios ni pedirle dirección alguna. Agar concibe a su hijo, y su cambio fue grande; se llena de orgullo y arrogancia. Se siente superior a su ama y la mira con desprecio. Esto trajo un gran conflicto entre ellas y a pesar de que Sarah se queja ante Abraham, soslaya su responsabilidad y deja la solución en las manos de ella. Agar es brutalmente maltratada y huye al desierto. Pero El Soberano, el que controla todo, la intercepta y le manda a regresar en sumisión a su ama. Finalmente, siendo Ismael un adolescente, durante el festejo por el destete de Isaac, se burla de su hermano, lo cual desagradó mucho a Sarah, haciendo que Abraham los despidiera definitivamente al desierto, pero esta vez contó con el permiso del Señor. Allí, nuevamente tomó Dios el control y Agar se rindió a sus designios en pos de las promesas que les fueron hechas, a ella y a su hijo (Gn.21: 8-21).La mayoría conoce esta historia, y cómo la decisión de Sarah trajo consigo muchas consecuencias desastrosas, incluso hasta nuestros días. Aun así, Agar forma gran parte de la familia de Abraham. Queda demostrada la grandeza de la misericordia de Dios y su amor. Dios había escrito la historia de Agar. El tenía el control sobre su futuro, Él sabía por qué las cosas tenían que suceder de esa manera.
«Muchos son los planes en el corazón del hombre, mas el consejo del Señor permanecerá.” (Proverbios 19:21).
Definitivamente nuestro Dios es sabio. Él es el único que sabe la verdad y cuál es la mejor forma de caminar en este mundo. Sus pensamientos no son los nuestros, ni Sus caminos nuestros caminos, así como los cielos son más altos que la tierra así mismo son más altos Sus caminos y Sus pensamientos (Isaías 55:8-9). Necesitamos confiar en nuestro Dios que es sabio sin medida, y es un Dios Bueno que quiere lo mejor para Sus hijos.
En Jeremías 29:11 dice: “Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza”.
Nuestro Dios es Señor Soberano. Él controla todo. Él es el único que puede, Él es el único que sabe cómo hacerlo y cómo usar todo para nuestro bien. Nada puede darnos más fuerza y confianza como el tener una comprensión de la Soberanía de Dios en nuestras vidas.
Podemos definir la soberanía de Dios como Su control independiente, completo y total sobre cada molécula en el universo, toda criatura, suceso y circunstancia en cada momento de la historia. Sujeto a ninguno, influenciado por nadie, absolutamente independiente. La Biblia dice clara y repetidamente que Dios controla todas las cosas «…que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad» (Efesios 1:11). Él no necesita permiso de nadie. Está presente en todo lugar y tiene todo poder; no existe nadie que pueda desafiar Sus planes. Como dijo Job: «Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, y que ninguno de Tus propósitos puede ser frustrado”. (Job 42:2). Todo lo que ocurre es causado o permitido por Él para sus propios propósitos perfectos.
¡Creer esto es liberador! Saber que servimos a un Dios que ve y oye todo, que nada escapa de Su control y que orquesta todos los eventos, aun los más difíciles de nuestras vidas. Él nos diseñó para vivir confiadas y rendidas ante Él con fe en cada etapa de nuestra vida. Esto nos debería traer gran consuelo y ayuda para aliviar nuestros temores. Él es Soberano y gobierna todas las cosas según Su buena voluntad; me hace comprender que a pesar de las dificultades Él sigue cuidando de nosotras. Saber que Dios está en control, es comprender que ni la vida ni la muerte nos pueden quitar lo que Su Hijo Jesucristo nos ha dado: Una vida en Él por toda la eternidad.