Uno de los relatos de la vida de Jesus interactuando con otra persona, que cautiva de manera muy especial mi corazón, es este que encontramos en el evangelio de Mateo. Ella era una mujer gentil y era madre.
La mujer en esa época no tenía ningún valor; además, ella, en particular era gentil, cananea, excluida de la ciudadanía de Israel. Pertenecía a un pueblo que había sido enemigo y a los ojos del judio menospreciado por su idolatría; ¿Recuerdas a Jezabel, la terrible Jezabel?, pues ellas compartían nacionalidad, lo que la hacía impura y enemiga; ¡pero Dios la alcanzó!
Como madre puedo entender la desesperación que ella exhibía de que su hijita estaba poseída por demonios, experimentando la locura mental y las heridas físicas resultantes de esta.
Los tormentos de los hijos son las aflicciones de los padres. Los que amamos a nuestros hijos sentimos como si fuera en nuestra propia carne ya que los sentimos como prolongación de nosotras mismas. Carlota Elliot, escritora de himnos dice: “Los favores hechos a los hijos son como hechos a los padres, los favores hechos a los nuestros son favores hechos a nosotros».¡Cuanto amamos a aquellos que aman a nuestros hijos!
Algunas lecciones que no quiero olvidar de este pasaje al orar:
- Debo dirigirme a Cristo con Fe y reverencia. No tengo nada a que apelar, no hay derechos, méritos o esfuerzos sino que depende únicamente de Su misericordia y de Cristo.
La fama de Jesús se había expandido fuera de su área de ministerio y la manera en que esta mujer se acercó al Señor, encontrándose en otra región, nos habla de esta realidad. Ella se acerca, de manera abrupta y con urgencia pero se postra (humillada). Lo hace con reverencia, reconociendo quien Él es: ¡Oh Señor, Hijo de David!, reconoce Su autoridad, el esperado, el deseado; antes de pedir le adora, le reconoce y no tiene nada a qué apelar que no sea a Su compasión y misericordia; Debo recordarme de donde Jesús me saco, como indigna de la menor de la gracia divina. Igual que tu y yo que hoy siendo creyentes la necesitamos tanto como un no creyente, una vez Él nos encontró como a esa sirofenicia. “Alma mía recuerda todos tus beneficios”; (Salmo 103:2-4)
- No debo desalentarme al pensar que Jesús no me escucha. Usualmente EL tiene una respuesta incluso antes de que clame por mi necesidad. A veces me responde sin que termine mi petición porque ya la conoce.
Jesús conoce lo que hay en mi corazón y conoce que tan fuerte y resistente es la fe del que se acerca, conociendo quien con la gracia de Dios puede superar la espera hasta que llegue la respuesta. 1 Pedro 1:7: “ para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo”.
- Cuanto mayor es la angustia que siento en mi propia alma, tanto mayor es la insistencia con que debo suplicar. Nosotras, madres, debemos orar por nuestros hijos, orar con ellos, con constancia, especialmente cuando se alejan de los caminos del Señor. Llevarlos en oración, con fe y lágrimas pues Dios es el único que puede traerlos del camino. La salvación pertenece al Señor.
Esta mujer tenía fe. La fe que conmueve a nuestro amado Dios a tener misericordia, una fe persistente. Insiste en su petición a pesar de los aparentes rechazos de Jesús, ella continuó buscando su ayuda. Fue valiente, se acerca a Jesús sin importar lo que diga la gente y no se deja intimidar por el que diran (V.24). Fue humilde y mansa ante palabras que eran insultos, “perrillos”, no se aleja, no se ofende sino que continúa allí en espera, “quizás”, de la bendición de liberación para su hija. Fue sumisa, paciente y perseverante, aceptó las condiciones establecidas por Dios sin cuestionarlas aceptando Sus palabras. Recordemos que la Palabra de Jesús tiene poder, es la misma ayer, hoy y por los siglos de los siglos. Esta es una fe activa y genuina!. Nadie está demasiado lejos de Dios si se acerca con fe
La grandeza de la fe consiste especialmente en la firme y resuelta decisión de que mi vida es Cristo. De que estoy pegada a Él, porque sin Él nada puedo hacer, ni siquiera orar porque Él es mi intercesor 1 Juan 2:2. Esta mujer agrado a Dios porque sabía que ella le iba a encontrar y en ese encuentro ella sería conocida por El! ALELUYA!!!!
Señor, gracias porque nunca rechazas a los que vienen a ti con fe. A veces nos sentimos indignas o creemos que no podemos acercarnos a ti, pero hoy nos recuerdas que tu amor y misericordia están disponibles. Ayúdanos a confiar en ti, a perseverar en la oración y a compartir tu amor con aquellos que aún no te conocen. Amén