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Mujer de fe: Caminando en el propósito de Dios 

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Y Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; ve en paz”. (Lucas 7:50 NTV) 

Muchas de nosotras enfrentamos una lucha silenciosa, buscando equilibrio entre lo que el mundo exige y lo que nuestro espíritu anhela. Hoy, quiero invitarte a que juntas reflexionemos a través de una historia poderosa que nos habla de fe, perdón y transformación, una historia que puede iluminar nuestro propio camino. 

En Lucas 7:50, Jesús pronuncia palabras cargadas de gracia y esperanza a una mujer que se acercó a Él con un corazón humilde y vulnerable y El le dijo: «Tu fe te ha salvado; ve en paz.» Definitivamente, no era una fe pasajera o superficial; era una fe viva que la liberó de las cadenas de su pasado y la guió hacia una vida renovada. Esta mujer, cuyo nombre no conocemos, dejó una huella imborrable en las Escrituras por su valentía y devoción. Rechazada por la sociedad, no permitió que el juicio ajeno la detuviera. Con lágrimas en los ojos, se postró ante Jesús, lavó Sus pies, los secó con su cabello y los ungió con un perfume costoso. Este acto, tan sencillo y profundo, fue mucho más que un gesto: fue una declaración de fe, un reconocimiento del poder redentor de Dios y una entrega total a Su amor. 

De esta historia nos llevamos algo esencial: el anhelo profundo de escuchar de nuestro bondadoso Dios estas palabras sobre nuestras vidas:  “Ve en paz, tu fe te ha salvado.”  Anhelamos que nuestra fe se refleje en cada paso de nuestro andar, y que esa paz, la que sobrepasa todo entendimiento y que solo nuestro Padre Celestial puede dar, habite en nosotras mientras vivimos el propósito que Él ha diseñado para nosotras. 

Pero, ¿cómo llegar ahí? Las Escrituras mismas nos ofrecen pautas claras y prácticas para fortalecer nuestra fe y caminar conforme a Su voluntad: 

  1. Abrazar el reto de alimentar cada día nuestra fe con la Palabra viva de Dios.  

“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” – (Romanos 10:17)   Nuestra fe no crece sola, necesita ser nutrida con la verdad. Aprovechemos que contamos con tantos medios que nos permiten no solo tener acceso a la lectura de la palabra, sino también a escuchar la palabra de Dios en todas las versiones e idiomas disponibles. No permitamos que otras voces dirijan nuestras vidas. Seamos intencionales en hacer el espacio cada día para escuchar la voz de nuestro Padre Celestial. 

  1. Invitar a la humildad a hacer morada en nuestros corazones, para abrazar el arrepentimiento y el perdón en nuestro diario vivir. Vivir arrepentidas no es vivir acusadas, sino rendidas, permitiendo que el perfecto amor y perdón de Dios nos transforme. “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.” (Hechos 3:19) 
  1. Nuestra fe: Una declaración de vida. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” – (Romanos 10:9.) Confesar a Jesús como Señor es abrazar una vida nueva, rendidas a su amor y guiadas por su verdad.  
  1. Descansar en la gracia que nos sostiene.  “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” – (Efesios 2:8-9) No se trata de lo que logremos, sino de lo que Dios ya hizo por nosotras. Su gracia ha sido, es y será suficiente. Recibámosla, confiemos y caminemos seguras de que nuestra salvación es un regalo, no una meta por alcanzar. 

Esa misma oportunidad de transformación está disponible para ti y para mí. Nuestra fe no se trata solo de creer en silencio; es un motor que nos impulsa a actuar con confianza y obediencia, a acercarnos a Jesús tal como somos, con nuestras imperfecciones y cargas, sabiendo que Él no solo nos perdona, sino que nos invita a caminar en el propósito único que ha trazado para cada una.  

Caminar en el propósito de Dios no significa hacerlo todo, sino hacerlo con Él. En medio de las demandas de la vida moderna, Su Palabra nos recuerda que “todo tiene su momento oportuno” (Eclesiastés 3:1), y que no estamos llamadas a la perfección, sino a la fidelidad. Jesús nos mostró cómo vivir con propósito, paso a paso, sin prisa y con obediencia. 

Al soltar las cargas que no nos corresponden y enfocarnos en lo que Él nos ha confiado, encontramos descanso. Recordemos que si Dios nos ha llamado, también nos ha equipado (2 Pedro 1:3). Podemos vivir con intención, sabiendo que nuestra paz no proviene de lo que logramos, sino de en quién confiamos. 

Como Jesús, que al final de Su misión pudo decir “Consumado es” (Juan 19:30), nosotras también podemos avanzar con la certeza de que, al caminar con Él, todo cobra sentido eterno.