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Esta semana, Enrique Crespo predicó el sermón “La gran omisión” sobre nuestro llamado de ir a las naciones y predicar el evangelio, basado en Juan 20:21.

El texto está ambientado en la noche del domingo de la resurrección. Los discípulos habían visto a Jesús crucificado, algo que era muy difícil de procesar. En Lucas 24:37 vemos que todos tenían miedo, estaban turbados y dudaban ya que su líder y Mesías habían sido asesinado. Cuando vemos este contexto, es fácil pensar que los discípulos eran débiles, a diferencia de nosotros que tenemos una iglesia y comunidad que nos fortalece. Pero esa iglesia que tanto amamos ha tenido una comisión que ha descuidado: id y haced discípulos. Una tercera parte de la humanidad no conoce el nombre de Jesús y el 60% de la humanidad profesa no ser seguidores de Cristo. Hoy en día, sabemos más y tenemos más recursos que muchas personas en la historia, pero aun así no hemos dado nuestro mejor esfuerzo por la gran comisión.

Dios es infinito y eterno; cuando lo ofendemos a Él, merecemos consecuencias infinitas y eternas. Por eso Cristo murió en la cruz por nosotros, y por eso tenemos que predicarles a las naciones: no hay otra forma de que el hombre sea salvo que a través de Cristo Jesús. Nuestra responsabilidad es orar con carga por misioneros, nuestros hermanos, nuestra iglesia, no con la levedad con la cual lo hacemos. Es necesario reconocer que todo lo ocurrido y todo lo que va a ocurrir, sea de tribulación o no, es parte del plan de Dios; Él nos dice que debemos tener paz y gozo (Juan 20:19). No estamos solos en esta tarea. Es por esto que salir a las naciones debe ser un gozo: porque conocer a Dios nos da paz y gozo a pesar de las dificultades.  

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