Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.” (Salmos 121:1-2) RVR1960
Jesús fue juzgado injustamente siendo santo, sin pecado, habiendo vivido una vida intachable, pero a los religiosos y aun al pueblo que no creyó en su mensaje, les molestaba la verdad que Jesús proclamaba, y le levantaron calumnias para poder llevarlo a la muerte. Nada de esto sorprendió al maestro, pues Él conocía los corazones de cada uno de ellos; también conocía su propósito aquí en la tierra y caminó hacia el Gólgota, sabiendo que cumplía la voluntad del padre.
Cuando pensemos que nuestra vida ha sido o es injusta, miremos a nuestro Señor y escudriñemos su comportamiento, Él es nuestro mayor ejemplo de humildad. Cuando sintamos que nuestro sufrimiento es injusto, no olvidemos que hay muchas hermanas y muchas personas en el mundo, ahora mismo, viviendo bajo injusticias desgarradoras. La verdadera justicia viene de Dios; cuando creamos que vamos a desmayar, que no podemos más por alguna situación que estemos enfrentando, alcemos nuestra vista hacia el cielo y clamemos al justo, y de Él recibiremos la verdadera justicia, no esperando que nos dará conforme a nuestro corazón, sino conforme al suyo. Ten por seguro que te dará pies de ciervas y sobre las alturas podrás andar para continuar por ese Valle de sombra de muerte, por esa situación drenante, por esas circunstancias que producen tristeza, por esa enfermedad que nos debilita, por esas palabras que nos hieren; Él nos conducirá y nos sacará en victoria porque dentro de ese Valle, si clamamos a Él, aprenderemos a conocer su voz, aprenderemos a conocerle y a conocernos, seremos transformadas en humildad, aprenderemos el valor del sufrimiento. El que habita en los cielos fue juzgado injustamente, y conoce cada corazón, cada hija, y no ignora las aflicciones de ninguna de nosotras. Que nuestra oración sea siempre agradarle aun en medio de los días más oscuros, sabiendo que cada circunstancia pasa en nuestras vidas con un propósito eterno. Entreguemos en las manos de nuestro Salvador el juicio injusto, ya que Él es nuestro juez justo.
Jesús es poderoso para levantarnos y restaurarnos, y nos insta a tener fe, aunque las aguas sean profundas porque su promesa dice que no nos ahogaremos cuando pasemos por las aguas.
“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”. (Isaías 43:2). Reina Valera 1960.
Esta es una promesa maravillosa que nos hace mirar al cielo y saber que de Dios viene nuestro socorro, nuestra ayuda y nuestra liberación.