«Yo he mandado a una viuda de allí que te sustente» (1 Reyes 17:9b).
La porción de este verso es parte de la historia de Elías en un tiempo de sequía en el cual el Señor le instruye que vaya a Sarepta porque allí tenía a una mujer que iba a cuidar de él. Esta breve instrucción incluye muchos aspectos que no se pueden pasar por alto, porque dejaríamos de ver la grandeza de Dios y Su poder no solamente obrando en una nación, sino que llega a los más sencillos y necesitados.
La palabra sequía en sí misma tiene muchas connotaciones y generalmente ninguna es alentadora. Esa falta de agua hace alusión a la escasez, a la dificultad, a un sentido de restricción y desesperanza porque no se sabe cómo se obtendrá algo tan básico como el alimento y la bebida. En la historia del pueblo de Israel, muchas veces esos momentos reflejaban su condición espiritual. La sequía podía ser una forma de castigo o juicio divino, en el que Dios interrumpe la bendición de la lluvia, lo que causa sequías y hambruna. Este castigo es a menudo una consecuencia de la desobediencia o el pecado de su pueblo. Él es quien cierra los cielos para que Su pueblo se arrepienta de su pecado y vuelva a Él (Deuteronomio 11:16-17; 2 Crónicas 7:13; 1 Reyes 8:35), y también es una demostración de Su poder y Su soberanía sobre la naturaleza. Dios manda y la tierra obedece.
Dios le reveló a Elías que por tres años y medio no habría lluvia ni rocío en la tierra (v.1); por lo tanto, lo que se avecinaba iban a ser tiempos muy duros para todos los habitantes. Pero en medio de esos tiempos tan difíciles, encontramos cómo la gracia y la bondad de Dios alcanzan a una mujer viuda para mostrarle Su provisión y Su cuidado de manera sobrenatural. Humanamente hablando, una viuda y extranjera en esos tiempos era una de las figuras más frágiles que se podía encontrar en la sociedad, pero Dios iba a ser su proveedor; sus circunstancias no eran desconocidas ante los ojos de un Dios que todo lo ve y todo lo conoce. Pero el encuentro del profeta con esta mujer cumplía un propósito mayor que la provisión de alimento físico; apuntaba a la necesidad de que su mente y su corazón conocieran al Dios verdadero.
¿Qué conocemos del Señor a través de este relato?
- No hay Dios como nuestro Dios. Esta frase la cantamos como parte de una alabanza reconociendo Su grandeza, pero tiene mayor peso cuando lo vemos en las circunstancias. El Señor tiene control sobre todo lo que acontece en la tierra, incluyendo los fenómenos de la naturaleza, y en ese tiempo era una forma de mostrar al pueblo que Su poder era mayor al de los ídolos a los que ellos se inclinaron para servir.
- Su elección es soberana. En medio de una crisis, la primera reacción humana es buscar a personas que tienen recursos o contactos para poder sobrevivir esos tiempos difíciles, pero aquí vemos cómo el Señor, en medio de una crisis nacional, elige de forma soberana a una mujer sin ningún recurso ni esperanza como instrumento para sostener a Su siervo: «Yo he mandado a una viuda de allí que te sustente». Esto nos da esperanza porque nos recuerda que Su elección y Su llamamiento no dependen de nosotros, sino de Dios, quien sostiene y equipa, como les dice Pablo a los hermanos de Corinto: «Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte… lo vil y despreciado del mundo, lo que no es, para anular lo que es, para que nadie se jacte delante de Dios» (1 Corintios 1:28-29).
- Su encuentro es personal. El profeta es enviado directamente hacia ella, con instrucciones claras de lo que tiene que hacer. El Señor sabía sus pensamientos, sus inquietudes, sus luchas y lo limitado de sus recursos. La encontró en el momento más frágil y sin esperanza. Como viuda, me resulta muy fácil identificarme con las emociones y luchas que esta mujer enfrentó en un tiempo tan difícil debido a la falta de agua. Lo que Elías le estaba pidiendo iba en contra de lo que ella ya tenía planeado: una última comida para ella y su hijo y, después de eso, la muerte. Pero es en ese lugar que Dios muestra Su poder y, a través de la provisión sobrenatural, cuida y restaura un alma perdida. El temor por la escasez no pasa desapercibido para el Señor. En Mateo 6:15-34, Jesús exhorta a no preocuparnos por las cosas más básicas porque el Señor conoce todas estas necesidades, pero sí nos pide que no seamos hombres (mujeres) de poca fe (v.30).
¿Cuál fue la reacción de esta mujer ante un mandato tan extraordinario? Decidió confiar en Dios y ser obediente, dejando a un lado sus planes, sus recursos y sus temores, evidenciando un acto de rendición total. Su obediencia la ponía en manos de Dios, quien es fiel y bondadoso para actuar en favor de los más débiles y necesitados.
Muchas veces en nuestro caminar puede que hayamos pasado por diferentes tipos de sequía: emocional, espiritual o incluso material. Estos tiempos de incertidumbre que nos toca atravesar serían mucho más fáciles si recordáramos que estamos en las manos de un Dios que quiere transformar las vidas de Sus hijos, aunque eso muchas veces pueda resultar doloroso o incomprensible. Un mismo evento está trabajando en las personas desde diferentes aspectos de acuerdo con la necesidad que Dios sabe que tiene cada una.
Considera dónde el Señor te tiene en este momento y ora para que tu mirada pueda estar en Aquel que todo lo puede y «sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder» (Hebreos 1:3). Dios te conceda honrarle a través de una vida en obediencia.