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A los hombres… en el Día de la Mujer

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Cuando Dios creó al hombre y la mujer los bendijo con dones, talentos, habilidades, formas de ser y formas de ver la vida distintas. En el matrimonio, estas diferencias deben verse como una bendición y no de una forma antagónica, como frecuentemente se ve en la sociedad de nuestros días.

Quisiera aprovechar la ocasión de la celebración del Día Internacional de la Mujer para hablarle a los hombres, y especialmente a los esposos acerca de cómo podemos bendecir a nuestras esposas. La mejor forma de hacerlo es conocer cuáles son las responsabilidades que tenemos con ellas.

Quisiera referirme a siete responsabilidades de los maridos:

1. Liderazgo espiritual.

Efesios 5:23 inicia hablándole al esposo acerca de su responsabilidad en el liderazgo de la pareja y le dice: “El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es la cabeza de la iglesia, siendo el mismo el Salvador del cuerpo”. En esta ocasión quiero enfatizar que el llamado del hombre a ser cabeza conlleva una responsabilidad sobre su esposa, que tiene que ver con el liderazgo espiritual de esta unión.

Ese liderazgo no se limita simplemente a aquellas cosas “espirituales” como la oración, el tiempo de devocional, asistir a una iglesia en particular, etc. Esas son cosas importantes, pero secundarias. Este texto está refiriéndose al hecho de que en una pareja, se supone que la esposa debería estar siendo llevada por el liderazgo del esposo, en la dirección de la imagen de Cristo, la imagen de Dios en él, o en ella. Es decir, que el liderazgo del esposo, su conducta, sus palabras, sus decisiones, su estilo de vida, sirvan de inspiración a la esposa, de tal manera que después de 5, 10, 15 o 20 años de matrimonio, esa esposa pudiera parecerse más a Cristo por haber sido llevada por él.

2. Amor incondicional

Efesios 5:25 nos dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella…” Eso quiere decir que amar es una responsabilidad del hombre sobre la mujer.

Y no significa que la mujer no está supuesta a amar a su marido también de una manera incondicional, pero sí nos da la idea de que los maridos debemos modelar primero ese amor incondicional antes de pedirlo o exigirlo. Mi ejemplo es Cristo como cabeza de la iglesia, y aunque ciertamente la iglesia necesita amar a Cristo incondicionalmente, fue Cristo quien la amó primero. Ese es mi modelo.

En el mismo texto de Efesios, a partir del versículo 28 dice: “Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia.”

¡Qué comparación! Porque cada uno de nosotros tiene un cuidado de su propio cuerpo, que puede ir desde la higiene que mantiene hasta la forma en cómo lo alimenta, y Cristo está diciendo: De la misma manera que a ti nunca se te olvida cuidar de tu cuerpo, porque continuamente estás pendiente de tus necesidades, de esa misma manera, debes estar tan pendiente de las necesidades de tu esposa.

3. Contribuir con la santificación de la esposa.

El esposo necesita entender que Dios lo ve como un agente santificador en la vida de su esposa.

Según Efesios 5:26, ese amor incondicional debe llevarme a la santificación de mi esposa. Fue Cristo quien santificó a la iglesia y la lavó de su pecado, pero como esposo debo tomar ese ejemplo y tratar de ir tras sus pisadas, haciendo lo mismo con mi esposa.

Ahora yo tengo un mayor peso sobre los hombros, porque no se me llama solamente a liderar a mi esposa, sino que se me exige a contribuir con su santificación.

4. Ser comprensivo

Aunque ambos en el matrimonio tienen la necesidad de comprender al otro, el apóstol Pedro, de una forma particular ordena al esposo a “convivir de manera comprensiva con vuestras mujeres” (1Pedro 3:7)

Pedro nos ayuda a entender, por inspiración del Espíritu, que de alguna manera hay una fragilidad en el género femenino, que tiene que ver con sus emociones, con su corazón, con la forma que Dios la estructuró para ser una madre, para nutrir, para amamantar. Como nosotros tendemos a ser más ásperos, menos sensibles, Pedro nos llama de manera particular, a tratar de comprender a ese otro ser, hecho a la imagen de Dios, en su fragilidad, para entonces nosotros poder tratarla de una forma diferente a como muchas veces tratamos a otro hombre.

Y yo creo que eso es algo que en la sociedad de nuestros días se ha perdido. La forma cómo comúnmente vemos al sexo masculino referirse al sexo femenino, carece de delicadeza. Debemos recordar que la forma en que le hablamos a nuestra esposa debe ser muy diferente a la manera en que conversamos con un amigo.

5. Honrar a la esposa

En el mismo pasaje, Pedro termina diciéndome como esposo: “…dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.”

Pedro le advierte al esposo, que tiene un llamado a honrar a esa esposa, recordándole que ella no es inferior ni tiene menos dignidad, ella es coheredera, no simplemente heredera, sino coheredera de la gracia. Y que una consecuencia de no cumplir ese llamado es que sus oraciones no tendrán el poder que de otra forma pudieron haber tenido.

Proverbios 31:10 nos recuerda a los hombres que la mujer virtuosa es un regalo para su esposo: “Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas”.

Dios es quien trae a tu vida a tu esposa, y ese mismo Dios es quien te dice que esa mujer hacendosa, esa mujer que contribuye a hacer el hogar, que forma parte de esa relación contigo, tú debes considerarla con un valor superior a cualquier otra cosa que pudiera encontrarse en este mundo del aquí y del ahora.

6. Ser proveedor

La Biblia no dice explícitamente en ningún texto que el hombre es el principal proveedor del hogar, pero al revisar la historia redentora, no es difícil concluir que ciertamente nosotros somos los proveedores primarios. En Génesis 3:19, inmediatamente después de la caída, a la hora de Dios maldecir a Adán y Eva, se refirió a cada uno en direcciones diferentes:

A Eva le habló sobre el dolor que padecería al dar a luz, relacionado con su función de nutrir, pero cuando le habló al hombre no le habló tanto en relación al hogar o con la crianza de los hijos, sino que le dijo lo siguiente en Génesis 3:19:

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”.

Es al varón a quien Dios le dice esto, y desde el inicio, Dios nos deja ver precisamente que en Su diseño original, el proveedor principal de la pareja debe ser ese hombre. Sobre todo en el contexto de una familia, cuando el niño nace y necesita ser amamantado, el esposo es quien traerá el soporte económico a la casa, mientras la esposa se dedica a cuidar al niño.

7. Halagar a su esposa.

Sabemos que algunos esposos lo hacen mejor que otros y muchas veces muchos de nosotros, incluyéndome a mí mismo, lo atribuimos al temperamento, pero la realidad es que la palabra de Dios nunca me excusa de mis responsabilidades por mi tipo de temperamento, simplemente me dice, que tendré que esforzarme más a hacer esto que es mi responsabilidad. A los que no nos resulta natural, tendremos que hacerlo contra natura, por así decirlo, pero todavía sigue siendo nuestra responsabilidad.

Esto de halagar a la esposa es algo que Proverbios 31:28-29, nos deja ver de manera indirecta, pues dice que esa mujer hacendosa, es alabada, no solamente por sus hijos que la llaman bienaventurada, sino que su marido hace lo mismo y la alaba diciendo: “¿sabes qué? yo he prestado atención, te he comparado con muchas que han obrado con nobleza, pero tú las superas a todas.”

Este marido no está poniendo por debajo a otras mujeres, él está elevando a todas las mujeres: Muchas mujeres han obrado con nobleza, sin embargo, pone a la suya sobre todas las demás, él dice, yo te he valorado por encima de ellas., y ahí está una de nuestras responsabilidades: reconocer aquellas cosas buenas que nuestras esposas hacen para poder alagarla.

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