Este domingo, el pastor Luis Méndez predicó el sermón “Lo que Dios demanda de ti” basado en Miqueas 6:6-8.
Miqueas era un profeta menor que vivió durante un periodo de intensa injusticia social y corrupción en Judá (Miqueas 2:1-2). Inicialmente, lo que encontramos en su libro son preguntas con el propósito de despertar el alma (Ver. 6 & 8) ya que está confrontando un mal muy común: creer que podemos vivir en una vida de pecado y aun así agradar a Dios cumpliendo algunos actos religiosos externos. Miqueas conocía el mal que hacían las personas, y sabía que no sentían un genuino amor por Dios. Las palabras de Miqueas de ese entonces sirven para recordarnos que la religión sin un amor genuino de Dios no nos sirve para nada. El legalismo nos ciega a la realidad de la frialdad espiritual y nos envuelve en justificaciones propias que nunca serán aceptadas por Dios. En Su infinita gracia y misericordia, el Señor ha permitido que el evangelio llegue a nosotros y que Su Palabra esté a nuestra disposición para que aprendamos lo que tenemos que hacer para llegar ante Su presencia. Entonces, ¿qué realmente demanda Dios de nosotros?
Miqueas 6:6-7 inicia con una pregunta para movernos a la reflexión “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo?”. En otras palabras, ¿qué es lo que tengo que hacer para agradar a Dios, estar cerca de Él y adorarle? El profeta reflexiona sobre estas posibilidades levantando otras preguntas como, “¿me presentaré delante de El con holocaustos, con becerros de un año? (Vers.6b)”, “¿Se agrada el Señor de millares de carneros, de miríadas de ríos de aceite? (Vers.7a)” y “¿Ofreceré mi primogénito por mi rebeldía, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? (Vers.7b)”. Cada pregunta de reflexión es un ejemplo de un acto de adoración. Pero, al final de esta reflexión, la conclusión es que ninguna de estas es la manera correcta de agradar a Dios. Él está más interesado en lo que somos por dentro que en lo que hacemos por fuera.
Entonces, ¿cómo podremos agradar correctamente a Dios? El versículo 8 presenta una pregunta para movernos a la obediencia. Él nos ha declarado lo que es bueno y sólo nos demanda que practiquemos la justicia, amemos la misericordia, y andemos humildemente con Él. Si la misión es saber cómo agradarle, ¡entonces Él ya lo ha declarado! Debemos vivir actuando hacia Dios y hacia los hombres de acuerdo a los estándares que Él ha revelado en Su palabra. Al igual, debemos amar misericordia, lo cual es amar al prójimo (Miqueas 7:18-19). La misericordia tiene el poder de sanar, restaurar y fortalecer a los abatidos, enfermos o simplemente cristianos caídos. Esta fortalece la comunión y la confianza entre el que la da y el que la recibe. Finalmente, es nuestro deber andar humildemente en Su presencia. Este es el nivel más elevado del carácter; es el efecto de practicar la justicia y amar misericordia. En términos generales la humillación conlleva auto negación por dentro; pero humillarse ante Dios es aún más profundo—implica vivir para obedecerle (Isaías 57:15; Isaías 66:1-2).
Estas demandas de Dios solamente pueden ser suplidas, si te presentas a través de Cristo Jesús. Es imposible hacer esto en nuestras propias fuerzas; necesitamos que Jesús perdone nuestros pecados antes que puedas disfrutar de la paz que viene de Él. Este texto nos desafía a revisar nuestra vida de fe. Dios no se agrada con una vida de sacrificios; tenemos que presentarnos ante El Señor reconociendo que la religión y el legalismo no agrada a Dios. Dios se complace cuando le imitamos en trato de justicia; cuando demostramos el mismo amor y misericordia que Él nos demostró a nosotros a todos aquellos que nos rodean; y cuando vivimos completamente humillados a Su voluntad reconociendo y arrepintiéndonos de nuestras faltas y errores.