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La Reforma y la política

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La relación del creyente con el Estado, el gobierno y la política es una evidencia más de la necesidad que la iglesia tiene de someterse a una Reforma de un impacto similar a la impulsada en el siglo XVI.

Las últimas generaciones han sido educadas en la errónea enseñanza de que “los creyentes no pueden relacionarse con la política”. Entendemos las razones por la que esta recomendación está tan generalizada, pero lamentamos las consecuencias que esto ha producido: ausencia de cristianos en puestos públicos de influencia y una escasa participación del pueblo de Dios en los procesos electorales; y cuando lo ha hecho, muchos han elegido candidatos que no gobiernan ni legislan para el bien común.

Desafortunadamente para el testimonio de la iglesia latinoamericana, cuando miembros de nuestras congregaciones han recibido la confianza de sus connacionales para servir en un cargo electivo, han defraudado a sus naciones. Guatemala ha electo tres presidentes evangélicos y ninguno propició reformas reflectoras del orden de Dios. Al contrario, dos de ellos salieron del poder bajo fuertes acusaciones de corrupción y uno fue procesado por crímenes contra la humanidad. Perú no ha electo presidentes evangélicos, sin embargo, en 1990, éstos respaldaron masivamente las aspiraciones presidenciales de Alberto Fujimori. Él gana las elecciones en una segunda ronda electoral y diez años después, tuvo que exiliarse en Japón bajo serias acusaciones de corrupción y crímenes contra la humanidad. Hoy, cumple una condena de cárcel.

Al revisar la historia de la Reforma, podemos llegar a la conclusión de que los grandes cambios sociales y políticos que se produjeron en Occidente se debieron a una activa participación de cristianos regenerados por el poder de la Palabra de Dios.

La Reforma enseñó que nuestro Dios es soberano y que el mundo y todo lo que hay en él, es creado por Dios, ordenado por Dios, apunta hacia Dios y debe ser usado para darle honor y gloria a Dios y traer socorro al hombre.  Como el mundo ha sido ordenado por Dios, todas las actividades humanas deben ser vistas como “llamados de Dios” y son iguales ante los ojos de Él. Previo a la Reforma, la iglesia de Roma enseñaba que el servicio en la iglesia tenía mayor valor ante los ojos de Dios que las demás actividades humanas. Al recibir todos los trabajos igual aprobación y valor por parte de Dios, las personas impactadas por la Reforma comenzaron a vivir sus vidas con sentido de responsabilidad hacia Dios, procurando de esta manera transformar el orden social, económico y político de las naciones, para que éste reflejara el orden de Dios.

Dos ejemplos del impacto político de la Reforma bastan para ilustrar nuestro punto. El proceso de independencia de los Estados Unidos de Norteamérica en 1776 y la lucha por la abolición de la esclavitud en el Reino Unido y sus colonias en el siglo XIX.

Durante el primer proceso histórico mencionado, Dios orquestó que la mayoría de los 39 redactores de la Constitución Federal de los Estados Unidos de Norteamérica se identificaran como cristianos. Otros que no lo fueron, por lo menos eran deístas, con valores morales más cercanos a la revelación de Dios que los de muchos hoy en día. Estos creyentes ejercieron influencia para que la Constitución Norteamericana reflejara principios escritos por Dios en Su Palabra. Fue la primera Constitución post-Reforma en incluir en su cuerpo, conceptos tales como la separación de los poderes, la separación de la iglesia y el Estado, la igualdad de todos los hombres ante la ley, el respeto a la vida y a la dignidad humana y el respeto a la propiedad privada, entre otros. Se puede decir que Estados Unidos fue, hasta mediados del siglo XX, una sociedad altamente influenciada por los principios contenidos en la Palabra de Dios.

El segundo ejemplo es sumamente relevante. Un solo individuo, William Wilberforce, miembro del Parlamento británico, se arrepiente de su vida de pecado a la edad de 21 años. A partir de su conversión, asume como causa divina la erradicación de la esclavitud en el Reino Unido y sus colonias. A Wilberforce le molestaba que una nación que pretendía creerse a sí misma como respetuosa de la dignidad de las personas, tratara seres humanos como mercancías, siendo el principal comercializador de esclavos en Occidente.

A los 20 años de iniciada la lucha de Wilberforce, se logró abolir el comercio de esclavos. Veinte años más tarde, se logró la abolición total de la esclavitud. Wilberforce falleció tres días después, evidenciando que Dios le regaló nueva vida en Cristo y transformó su corazón para que impulsara esta batalla.

Es por ello que debemos revisar la historia de la Reforma y enseñar a nuestras congregaciones a perseguir los llamados que Dios le ha hecho a cada miembro. Aquellos con la vocación a presentarse como candidatos a una posición electiva o a servir en la Administración Pública, debemos exhortarlos a que pongan todo su empeño en usar los dones y talentos con que Dios les ha capacitado para traerle gloria a Su Nombre y justicia y paz a nuestras naciones.

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