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La oración: El remedio bíblico para la preocupación

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El mundo apenas se recupera del impacto causado por la pandemia del COVID-19, evento de tal magnitud que cambiará para siempre esta y las generaciones por venir. Uno de los impactos más evidentes, no fue solamente a nivel fisiológico, sino también emocional y mental. Nuestra forma de pensar y actuar fue conmocionada, con secuelas permanentes, para bien… o para mal. 

El encierro, la escasez, la limitación de movimiento, las estadísticas funestas que cada día traían las noticias… ¡nos pasaron factura! ¿Cuántas de nosotras despertábamos cada día ansiosas, sudorosas, con taquicardia, amargadas, desesperanzadas…? Todo producto del miedo y la ansiedad que nos causaba no saber qué hacer, cómo reaccionar y qué nos iba a deparar el futuro.

Los niveles de preocupación iban en aumento cada día y sus efectos físicos y relacionales empezaron a afectarnos. Nos deprimimos, nos desenfocamos, ¡muchas perdimos nuestro norte! Así, hora tras hora, día tras día…. la preocupación se fue adueñando de nuestros pensamientos produciéndonos temor, inquietud y ansiedad. Muchos meses después todavía algunas no hemos podido salir de ese pozo emocional donde nos sentimos ahogadas y del cuál no hallamos cómo salir.

Como cristianas, debemos entender que Dios nos creó a Su imagen y semejanza; Él mismo revela en la Palabra emociones como amor, gozo, ira… por lo que Dios nos creó seres emocionales. La preocupación, el temor, la ansiedad son emociones que fácilmente pueden estar basadas en premisas erróneas o falsas creencias, lo que debe movernos a estar atentas para que no nos dejemos arrastrar ni dominar por ellas.

Si todavía te encuentras sumergida en la preocupación como resultado de la pandemia, o quizás ya estás más tranquila y enfocada, pero quieres saber qué hacer cuando te veas en una circunstancia que pueda afectarte emocionalmente, lo primero que debemos hacer es aprender cómo manejar estas emociones, para que seamos capaces de detenernos, identificar qué nos está provocando preocupación, examinar nuestros corazones y luego proceder de una manera bíblica, para que nuestra respuesta honre a Dios.

¿Qué es la preocupación?

De acuerdo con la definición etimológica, la palabra preocupación viene del latín praeoccupatio, praeoccupationis (ocupación previa o anticipada), nombre de acción del verbo praeoccupare (ocupar antes, también prevenir o precaver, adelantarse a). Este verbo se forma con prae- (antes) y el verbo occupare (ocupar). 

Si vamos a resumir esta definición, diríamos que es anticiparnos a las consecuencias a futuro de ciertas situaciones o circunstancias que pueden afectar directa o indirectamente a nosotras o nuestros allegados. Las preocupaciones pueden tener diferentes grados de profundidad, que varían desde algo menor que rápidamente descartamos, hasta algunas que se prolongan en el tiempo, derivando en ciertos trastornos de ansiedad e incluso depresión.

En muchas oportunidades, necesitamos anticiparnos a lo que viene por delante, pero de una manera sana, porque… ¿qué pasa si no planificamos nuestros gastos mensuales, o si no tomamos el tiempo de prepararnos para dar de comer a nuestra familia? Estaríamos tomando decisiones apresuradas o poco sabias que tampoco son beneficiosas para nosotras o nuestras familias. Sin embargo, no es a este tipo de preocupación o anticipación a las que me refiero. Aquí quiero llevar tu mente a esas situaciones que asumimos que van a suceder y a las cuales nos anticipamos de una manera compulsiva, escondiendo nuestro deseo de saber y controlar el futuro detrás de una actitud de precaución, prevención, planificación… o como quieras llamarle.

En las Escrituras encontramos muchos pasajes que nos muestran el pensamiento de Dios en cuanto a la preocupación, la ansiedad y el afán como respuestas no bíblicas a lo que el futuro nos depara. Este tipo de emoción se considera como incredulidad o falta de fe y confianza en las promesas de Dios.

En esta ocasión, quisiera que veamos el pasaje de Filipenses 4:6-7 y para los fines de este escrito, lo haremos en la versión de la Nueva Traducción Viviente:

No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.”

No se preocupen por nada…

Como vemos aquí, el apóstol Pablo, autor de la carta a los Filipenses, es tajante en sus palabras, exhortando de manera firme a los hermanos a dejar atrás una costumbre que no refleja la imagen de un cristiano que dice haber creído en Cristo y a Cristo en su vida. 

Podrás decirme entonces ¿y cómo dejo de hacerlo? Lo primero que debes entender es que nunca podrás liberarte de tus preocupaciones en tus propias fuerzas o de acuerdo con tus propias reglas, así que regresemos al texto para ver lo que Pablo nos enseña que debemos hacer:

En cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho… 

¡Debemos venir delante de Dios en oración en TODO tiempo! Mi hermana, no hay nada tan pequeño que no podamos venir a nuestro Padre a contarle. Él nos conoce, sabe cuáles son nuestras debilidades, entiende lo que nos angustia y a qué le tememos. Dios solamente quiere que vengamos a Él y le digamos lo que necesitamos, con un corazón agradecido que mira con fe hacia adelante. 

Cuando oramos, le decimos al Señor que dependemos de Él, y abrimos nuestro corazón reconociendo nuestra necesidad de Su Gracia y poder en todo lo que hacemos, todo el tiempo. 

Mientras más conocemos el carácter de nuestro Padre, sabremos que Él es fiel, bueno y justo y que Su voluntad es buena, aceptable y perfecta (Rom. 12:2). Su respuesta a nuestras oraciones siempre será de acuerdo con Su propósito apropiado y perfecto.

En muchas ocasiones nos encontramos en medio de una prueba o gran aflicción y pedimos de acuerdo con nuestra perspectiva, según lo que entendemos que necesitamos; sin embargo, pensamos así porque nuestra mente limitada no percibe completamente la realidad de aquello por lo que oramos. Santiago 4:3 dice: “Piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres”, por esta razón cuando presentemos nuestras peticiones a nuestro Dios eterno, omnipotente y omnipresente, hagámoslo como Jesús lo hizo en Getsemaní: “… pero no se haga mi voluntad, sino la Tuya” (Lucas 22:42).

Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender…

De acuerdo con el pastor Miguel Núñez en su artículo ¿Para Qué Oramos?, es con la oración que Dios nos ayuda entrar en Sus propósitos, llevándonos a entender lo que está buscando con situaciones que permite en nuestras vidas. 

Si nos acercamos con confianza al Trono de la Gracia (Heb. 4:16), y pedimos a nuestro Dios soberano conforme a Su voluntad, Él no tardará en respondernos alineando así nuestros deseos a los Suyos… “Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá” (Mat. 7:7) Así que, hermanas, pidamos gracia, sabiduría, discernimiento, paciencia, pasión por Sus cosas, amor y compasión por los suyos… Jehová Shalom (Dios es nuestra paz) se hará presente en tu vida por medio del poder de Su Espíritu que mora en nosotras, y… 

La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.
 ¡Bendita promesa!

Otros versículos para meditar:

  • Salmos 37:5
  • Salmos 55:22
  • Salmos 56:3
  • Isaías 41:10
  • Lucas 12:29-30
  • Juan 14:27
  • Juan 16:33
  • Hebreos 13:6
  • 1 Pedro 5:7